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Bill Mitchell: “Es típico de la Unión Europea hacer compromisos que luego no llevan a ninguna parte”

El economista Bill Mitchell durante una entrevista para el Institute for New Economic Thinking

Valeria Álvarez

Bill Mitchell es profesor de Economía en la universidad de Newcastle, en Nueva Gales del Sur, Australia, director del Centro para el Pleno Empleo y la Equidad (CofFEE por sus siglas en inglés) y profesor visitante en la Universidad de Maastricht. Es experto en políticas de empleo y uno de los líderes de la teoría monetaria moderna. Este mes estuvo en varias ciudades españolas presentando su último libro, La distopía del euro: pensamiento gregario y negación de la realidad.

En sus páginas repasa la historia de la construcción europea hasta llegar al tratado de Maastricht, el proceso de convergencia y la primera década del euro y las opciones que se abren para el futuro. Convencido de que la zona euro no puede conseguir la unión política que le hace falta para funcionar, aboga por la salida incluso de manera unilateral si fuese necesario.

En la parte histórica del libro resulta chocante la intensidad con que Europa ha intentado mantener tipos de cambio fijos. ¿Hay razones culturales o ideológicas o se debe sólo a las necesidades de la política agraria?

Técnicamente era parte de la Política Agraria Común (PAC). Ellos mismos se dieron cuenta de que las paridades que habían acordado no eran suficientes. Tenían un sistema de tipos de cambio fantasmas debajo, que era una farsa. Había miles de precios que tenían que estabilizarse. Se volvió todo una pesadilla burocrática. Así que una vez que se habían puesto de acuerdo en la PAC se habían comprometido a estabilizar los precios. Y claro, la historia nos dice que lucharon constantemente por hacerlo.

Pero otro aspecto es el ideológico. Después de 1945 los líderes mundiales en Bretton Woods acordaron un sistema de tipos fijos y convertibilidad. El dólar estadounidense era el centro y estaba valorado contra el oro, y todas las demás monedas contra él. Por varias razones el sistema era inestable, pero había un celo ideológico para mantenerlo. Países como el Reino Unido tenían esta creencia de que el valor de la libra esterlina de alguna manera expresaba la grandeza de su nación. No podían seguir así y eso era un tema común en todos estos países: la resistencia al cambio y darse cuenta, bajo crisis extremas, de que tenían que devaluar. O, en el caso de Alemania, reevaluar. Era insostenible.

La parte sobre la época del euro termina en torno a 2010. ¿Qué podría añadir sobre lo que ha sucedido desde entonces?

Me centraría en el rescate de Grecia. ¡Qué desastre! Uno de los temas del libro es que la democracia comienza a verse comprometida, cuando no abandonada. En los últimos años esto se ha intensificado. Lo que pasó en Grecia en junio pasado fue el fin de la democracia. El Banco Central Europeo (BCE), cuya tarea principal es la estabilidad financiera (para eso están los bancos centrales), básicamente creó inestabilidad financiera en un Estado miembro de la unión para que el Gobierno griego hiciese lo que querían fuerzas externas y no lo que dijeron que harían cuando fueron elegidos.

Otra cosa sobre la que escribiré en el libro que estoy haciendo ahora es la total farsa de la unión bancaria. Alemania la saboteó bastante rápido, nunca iba a participar en garantías europeas de depósitos. Efectivamente los estados miembros son incapaces de proteger a sus bancos y no hay una capacidad federal, así que no ha habido reforma bancaria. Se han hecho cosas en los bordes y eso es típico de la Unión Europea, hacer compromisos que luego no llevan a ninguna parte.

Al final de la segunda parte habla del estímulo de 2009, pero luego hubo una reacción.

Antes de la crisis hubo la llamada “gran moderación”. Los economistas ortodoxos decían que el ciclo económico estaba muerto. La política monetaria mantenía la estabilidad de precios, y la ideología era que la política fiscal es peligrosa. Lo que pasó en 2009 fue un brote de pragmatismo. De repente los gobiernos se dieron cuenta de que, si no hacían algo rápido, se iba a repetir lo de la década de 1930.

Pero entonces el pensamiento gregario empezó a reafirmarse, y en Europa fue un desastre cuando Frankfurt, Bruselas y Washington (el FMI) empezaron a decir que había que cumplir el pacto de estabilidad. Pero ahora tenemos el two-pack y el six-pack, y encima el pacto fiscal, pero nada basado en ninguna teoría económica razonable. Incluso la economía ortodoxa dice que no se debe hacer política fiscal procíclica. Y la eurozona estaba empezando a crecer y recuperarse bastante rápido, como todo el mundo. Al cabo de dos o tres años vuestros déficits habrían empezado a caer por debajo del 3%, y habríais tenido menos desempleo y crecimiento estable.

Nada perfecto, pero habría sido como en EEUU por ejemplo, una economía grande que mantuvo el estímulo. Y mientras, el Tea Party quería imponer austeridad y no pudo. Fue accidental, pero el hecho es que no lo hicieron. Pero es que si miras a España en los últimos dos años, ¿qué tienen? Un déficit del 5,2%, ¿no?

Antes de que lo revisasen a la baja al 5%.

Pero está muy por encima. Y Bruselas mira para otro lado por razones políticas porque no quieren que se repita lo de Portugal, donde hay un Gobierno socialista. Y sabían perfectamente que si dejaban dispararse el déficit, tendríais crecimiento. Así que mi impresión es que primero vino el pragmatismo y luego la ideología lo anuló.

En la parte sobre las opciones presenta un marco alternativo para pensar sobre la economía, basado en la teoría monetaria moderna y la hacienda funcional. ¿Es necesario o podría hacerse el análisis dentro del marco ortodoxo?

Sí. Doy a los lectores una oportunidad de entender cómo la salida no sería catastrófica. Y para entender eso hay que entender lo que es la soberanía monetaria con un tipo de cambio flotante. Pero igualmente, si el BCE quisiese modificar sus políticas un poco y Bruselas mirase para otro lado durante un tiempo, incluso dentro del tratado podríais volver al crecimiento. Así que no es necesario entender la teoría monetaria moderna. Todo lo que hay que entender es la regla básica de la macroeconomía: que el gasto es igual a los ingresos.

Hace algunos años participó en el trabajo de la Comisión del que salió la garantía juvenil. ¿Qué piensa del resultado?

El comisario Laszlo Andor y su equipo habían leído mucho de mi trabajo y entendían que habíamos pasado mucho tiempo investigando cómo funcionan las garantías laborales, y por eso me invitaron a Europa a participar en el proceso. ¿Y qué opino del programa? Que es una farsa y que refleja la enfermedad europea. Tienes al 50% de los jóvenes en España y Grecia sin un sitio al que ir, no tendrás productividad en el futuro si los jóvenes pasan a la edad adulta sin empleo. En 25 años vais a estar en una posición terrible.

Los jóvenes son increíblemente importantes para todos los ajustes estructurales necesarios por el envejecimiento de la población. E incluirlos en el sistema a través de una garantía juvenil es una idea brillante. Pero dar sólo unos pocos miles de millones de euros y enfangar el proceso en una burocracia disfuncional donde no se pueden tomar decisiones... ¿cuántos empleos se han creado bajo la garantía? Solo un puñado, no muchos más. Así que la burocracia asfixiante y la falta de dinero hacen que no funcione. Es como el Plan Juncker, al que se le dio una cantidad ridícula. ¿Qué fueron, 350.000 millones?

Sí, pero de la Unión Europea eran 21; la mayor parte, garantías.

Pero, ¿están diciendo cuánto se está gastando? Es como todo lo demás en Europa: tienen buenas ideas, pero el plan de inversión tendría que haber sido cinco veces los 315.000 millones. Es una gota en el océano porque tienen esta mentalidad austera, y luego lo empantanan. Los estados miembros no se pueden poner de acuerdo en nada, llegan a compromisos pero son disfuncionales. Así que ya sabes: la garantía juvenil es una gran idea y espero haber tenido alguna influencia en su concepción. Pero creo que no funciona por la austeridad.

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