Pedro Gomes: “Si empezamos ya, en 10 años podemos tener la semana laboral de cuatro días”
John Maynard Keynes auguró en 1930 que un siglo después podríamos trabajar 15 horas a la semana. En pleno debate sobre la reducción de la jornada laboral de 40 a 37,5 horas y a solo seis años de la marca del economista británico, sus vaticinios son prácticamente una utopía. No lo es, sin embargo, la semana de cuatro días. “Muchas empresas ya la tienen”, argumenta el profesor de Economía de la Universidad de Londres y uno de los mayores defensores de esta medida, Pedro Gomes, que considera que se trata de “la mejor forma de organizar la economía del siglo XXI”.
Gomes no habla de oídas. Le avalan años de investigación sobre el tema, de los que han nacido obras como 'Viernes es el nuevo sábado' o 'Por fin es jueves' (editorial RBA), que acaba de publicarse en España, y que le ha robado algún día más de los que predica. “Podría considerarse ocio”, bromea en conversación con elDiario.es desde Londres, pocas semanas después de presentar los resultados del proyecto piloto para la semana laboral de cuatro días en Portugal, que ha coordinado y donde fue asesor del Gobierno.
En el programa portugués participaron 41 empresas del sector privado, con un total de 1.000 trabajadores. Los resultados no tienen tacha: hubo una reducción media del 13,7% de horas, un aumento medio de los beneficios del 12% y de los beneficios del 14%, para más del 90% de las compañías no supuso costes financieros, mejoró la salud mental y la conciliación familiar de las personas trabajadoras y solo el 19% de las empresas volvieron a los cinco días cuando terminó el proyecto. “Muchas grandes empresas y asociaciones empresariales están en contra, pero porque ni siquiera experimentan”, justifica Gomes.
¿Por qué está tan convencido de las bondades de la semana laboral de cuatro días?
De lo que estoy convencido es de que muchos economistas no ven todos sus impactos. Se enfocan en que vamos a trabajar menos, pero tiene otros muchos efectos. Como sociedad no estamos pensando en los beneficios de la semana de cuatro días, como práctica de gestión, pero también como un gran cambio social.
¿Qué problemas han encontrado para implementar la medida las 41 empresas que participaron en el proyecto portugués?
El proyecto de Portugal estaba muy centrado en las empresas y en los beneficios para ellas. En general, las compañías que se interesaron venían con una gran preocupación sobre el bienestar de sus trabajadores, el estrés y la presión, sobre todo a partir de la pandemia. Después, han entendido que la semana de cuatro días no consiste solo en trabajar menos, sino que supone un cambio importante en la gestión y la organización del trabajo. Esa es la clave para entender por qué ha funcionado. El 80% de las empresas no podían cerrar un día a la semana, pero buscaron soluciones para que sus empleados pudieran tener más días libres manteniendo el funcionamiento. Las mejores empresas permiten a los trabajadores participar en esos cambios, reducen el número de reuniones o crean bloques de tiempo en los que nadie puede interrumpir. Todos estos cambios son mucho más fáciles si los trabajadores participan.
¿Son las reuniones un lastre para la productividad?
Sí, y aumentaron un montón después de la pandemia. Ese tiene que ser el primer cambio y tiene que haber voluntad para hacerlo: que haya el mínimo número de personas, un tiempo determinado, unos objetivos muy claros y después un pequeño resumen de lo que se ha abordado. Y no reunirse si se puede resolver por email. Si organizas bien las reuniones, te ahorras hasta dos horas al día.
Si estamos hablando de una disminución del tiempo de trabajo sin merma salarial, ¿qué trabajador no va a querer participar?
Va a querer trabajar menos horas, la cuestión es si está dispuesto a cambiar la forma en la que trabaja, cómo trabaja en equipo o a utilizar la inteligencia artificial. En general, si una empresa intenta hacer esto sin la semana de cuatro días para mejorar la eficiencia, los trabajadores pueden preguntarse qué va a pasar en el quinto día si hacen todo su trabajo de lunes a jueves. ¿Me van a dar más tareas? ¿No van a ser necesarios tantos empleados? Muchas veces los cambios de organización en empresas vienen con procesos de despidos, así que los trabajadores no tienen motivación para colaborar. Con la semana de cuatro días es al revés, existe una motivación, aunque es obvio que tiene que funcionar para la empresa. Nadie quiere que la empresa se hunda.
¿Es viable en un país que las empresas pasen a una jornada laboral de cuatro días si no lo hacen todas?
Es mucho más difícil mantener la semana de cuatro días cuando la economía está funcionando a cinco. Se llama problema de coordinación. Por eso necesitamos la legislación. Pero imagina que tenemos las empresas abiertas de lunes a jueves, ¿cuál es la motivación para abrir un viernes si la competencia, los proveedores o los clientes están cerrados? En general es muy difícil, por eso es necesaria la legislación o que los sindicatos y las organizaciones empresariales vayan cambiando por sectores.
¿Es partidario de que se legisle?
Hay sectores que van más rápido que la legislación, gracias a la fuerza de los sindicatos, pero al final tiene que haber una legislación. Si miramos la historia, es siempre así. Cuando pasamos de seis a cinco días, se empezó con algunas empresas, otras las fueron imitando y al final se regula para que haya un marco de igualdad para todas.
En España el Gobierno y los agentes sociales llevan más de seis meses negociando una reducción de la jornada semanal máxima, de 40 a 37,5 horas, pero está costando llegar a un acuerdo. ¿Hablar de cuatro días no es una utopía?
No lo es para muchas empresas que ya la tienen. En Portugal tuvimos una guardería, en Italia tienes a Lamboghini y Essolor Luxottica. Incluso en España. En la cadena de restaurantes La Fracachela, la empresaria María Álvarez implementó la jornada laboral de cuatro días. Hablamos de hostelería, uno de los sectores donde dicen que es imposible y donde hay mucho absentismo y mucha rotación. Sin embargo, ella no tiene problemas para contratar personal. Y esto también tiene un impacto en la productividad, aunque los empresarios muchas veces no lo entiendan. Si tienes un trabajados que se te va después de un año, tienes que empezar un proceso de contratación, enseñarle cómo funcionan las cosas… Hay una curva de aprendizaje que tiene un coste operacional enorme. Se ve como un lío, pero no como un coste financiero.
Muchas grandes empresas y asociaciones empresariales están en contra, pero porque ni siquiera experimentan. Invierten un montón de dinero en innovación, en la creación de nuevos productos, abrirse a nuevos mercados, nuevos procesos… pero no formas diferentes de organizar el trabajo. Lo hemos visto con el trabajo en remoto. Existía investigación académica, pero las compañías no lo probaron hasta que no vino una pandemia.
¿Por qué les cuesta experimentar?
Tienen mucho miedo a no poder volver atrás. En Portugal, una de las preocupaciones en los tres meses anteriores a iniciar el proyecto era cómo se iba a comunicar a las plantillas que iban a hacer un experimento. Es muy importante trasladar la idea de que no es un derecho, que hay métricas objetivas y que si no funciona, si hay quejas de los clientes o si no se cumple con el trabajo, se va a revertir. Eso tiene que quedar muy claro.
“Las personas con salarios más bajos que no pueden comprar tiempo valoran mucho más la semana laboral de cuatro días”
¿Qué supone para un país como España, donde la media de horas trabajadas es de 38,3 a la semana, reducir la jornada máxima de 40 a 37,5 horas?
El cambio en España está enfocado a la reducción del tiempo de trabajo, más que a la reorganización del trabajo que supone la semana de cuatro días. Quizás algunas empresa incorporen este pequeño cambio de forma que les permita reorganizarse y, por ejemplo, en lugar de reducir media hora al día, puedan dar a sus trabajadores un viernes libre al mes.
¿Cayó la productividad en las empresas del proyecto piloto?
No, pero eso es otro punto de discusión. ¿Qué es la productividad? El valor añadido por todas las horas trabajadas, ventas menos costes intermedios. En general, pensamos en producir más con las mismas horas, pero en muchos mercados no es posible. Un banco no puede aumentar un 20% su cuota, así que muchas veces se intenta hacer lo mismo con menos horas trabajadas, pero disminuyendo el número de trabajadores. En Portugal pasa con algunos grupos de comunicación, que tienen planes de productividad en los que echan a empleados. La productividad sube, porque venden lo mismo con menos gente, aunque baje la calidad. En la semana de cuatro días, lo que haces es reducir las horas por trabajador.
En el proyecto no tenemos datos para medir la productividad de las empresas, pero al preguntar por los costes, solo una tuvo que hacer contrataciones. El resto tuvieron que incorporar algún software de gestión pero, en general, pudieron ahorrar en otras cosas, como algunos beneficios (clases de yoga) o en absentismo, mientras mejoraba la comunicación y el trabajo en equipo. Las ganancias aumentaron un 12%, pero no podemos decir que se deba a la semana de cuatro días, porque ese fue el promedio de crecimiento en 2023 para el 80% de las compañías portuguesas. Lo que podemos decir es que claramente no tuvo un impacto negativo.
¿Qué impacto tiene en la salud de los trabajadores?
Están más descansados, no se quedan más tiempo del necesario en la empresa y se sienten mucho más felices. Reduce los síntomas negativos de salud mental, ansiedad, estrés y depresión y mejoró mucho la satisfacción con la vida en general. El porcentaje de personas que decían que tenían dificultades de conciliación entre trabajo y vida personal y familiar bajó del 50 al 10%. De repente tienes un día para hacer todo eso que tienes en la cabeza, ir al banco o renovar el DNI, y después llegas al fin de semana preparado para disfrutar, descansar, para estar con tu familia o con tus amigos. De hecho, para una reducción promedio del 12% de horas, los participantes valoraban la semana de cuatro días en el 28% de su sueldo.
Comenta que existe la idea de que solo es posible implementar la semana de cuatro días en sectores con trabajadores altamente cualificados, sin embargo han sido aquellos que cobran sueldos más bajos quienes mayor satisfacción han mostrado con el desarrollo del proyecto.
Cuando preguntábamos quién valora más la semana de cuatro días, nos encontramos con que eran las mujeres con hijos, los trabajadores que ganan menos de 1.100 euros al mes -la mediana en Portugal- y los poco cualificados. Estos dos últimos grupos fueron una sorpresa, pero creo que tiene que ver con que sienten más la presión del tiempo. Las mujeres trabajan tanto como los hombres y después tiene una o dos horas al día más en casa o con los niños. Y las personas que ganan más tienen más capacidad para comprar tiempo libre. Cuando dejas la ropa en la lavandería, coges un Uber o contratas a alguien para que limpie tu casa, estás comprando tiempo libre para ti. Las personas con sueldos más bajos no tienen esa posibilidad.
El sector del turismo está en contra de la semana laboral de cuatro días porque solo ve los costes, pero los hoteles se llenan los fines de semana
Esta medida puede tener un impacto contra la crisis climática. ¿Qué supone para una gran ciudad reducir el 20% de los desplazamientos al trabajo?
Tendría un impacto grande, pero no estoy tan seguro de que la semana de cuatro días vaya a reducir las emisiones climáticas, porque se impulsarán otros sectores. Creo que es una manera mejor de organizar la economía pero aumentará la demanda por las industrias del entretenimiento, el turismo o la hostelería. En Estados Unidos, cuando pasaron de seis a cinco días, el 70% de la población iba al cine todas las semanas. Otro ejemplo es el sector del turismo, que está en contra porque solo ve los costes, pero no ve que los hoteles se llenan en vacaciones y los fines de semana. Quizá haya menos desplazamientos en coche a trabajar, pero aumenten los viajes.
Tener un día libre más cobrando lo mismo, ¿hará que tengamos más dinero o menos ahorros al tener más tiempo para gastar?
Lo importante es no hablar en términos absolutos. Tendrá un impacto muy diferente en una persona que esté en la parte de arriba de la distribución de la renta que en la parte baja. Este no tendrá capacidad de consumo, pero quizá tenga más oportunidades para tener otro trabajo, estudiar para cambiar de puesto o emprender. Y luego están los de la parte alta, donde hay exceso de ahorro. (El expresidente de la Reserva Federal de EEUU) Ben Bernanke decía hace un par de años que el exceso de ahorro global estaba haciendo que la tasa de interés fuera cercana a cero. Esto ha provocado todas estas burbujas, como el bitcoin, o la compra de viviendas que hacen subir los precios, porque no saben donde poner el dinero. Esa gente puede tener un fin de semana de tres días y estimular la economía.
¿Debería el sector público dar ejemplo?
Esa fue una de las primeras discusiones que tuvimos en Portugal, pero creo que si quieres ver si funciona, es mejor empezar en el sector privado, donde están el 80% de las personas trabajadoras. Además, es más fácil y ágil de ejecutar y evaluar pero, sobre todo, está menos politizado, porque lo hacen las empresas que quieren. En un momento en el que la sociedad está tan polarizada, creo que esto puede unir a la población. Hace poco leí una encuesta en El País que decía que dos tercios de los españoles estaban a favor y que algo más del 40% de los votantes de PP y Vox la rechazaban.
Haciendo balance, si mejora la salud de los trabajadores, reduce el absentismo, no empeora la productividad y es mejor para sectores como la hostelería y el turismo, ¿por qué la derecha se opone?
Depende del país. En Portugal conseguimos que no se volviera un tema muy disruptivo entre izquierda y derecha, porque la derecha vio que tenía ventajas en cuanto a recursos humanos. En España y otros países se ha vuelto más político y así es difícil quitar esa carga ideológica. Lo mejor es continuar hablando y mostrando los ejemplos que ya existen.
Dice que las críticas a la semana laboral de cuatro días recuerdan a las objeciones a la de cinco, que en Portugal se consolidó en 1996. ¿Cuáles son esos argumentos en contra que se repiten?
Que es una utopía, que no funciona en todos los sectores, que tiene que haber un recorte salarial, que las personas se van a volver más perezosas... Sin embargo, cuando pasamos de seis a cinco días, salvo en Grecia, nadie quiso volver atrás, porque era la mejor manera de organizar la economía del siglo XX, como ahora lo es la semana de cuatro días para el siglo XXI.
¿Crees que veremos implementada por ley la jornada laboral de cuatro días?
Este no es un cambio que se vaya a hacer en tres meses o en un año. Es un proceso que va a necesitar, al menos, diez años, pero que no se hace solo. En los últimos años ha habido muchas cosas negativas y la sociedad está desesperada por algo positivo en sus vidas. Esto es algo que los políticos pueden hacer. La cuestión es: ¿es o no un buen objetivo? Si empezamos ya, podemos llegar a la cima de cuatro días en 10 años. Si no hacemos nada, en diez años seguiremos en el mismo punto.
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