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Sube el alquiler y no es culpa de la gentrificación, sino del negocio del mundo de las finanzas con la vivienda

Imagen del documental 'Push' del periodista y cineasta sueco Fredrik Gertten.

Aldo Mas

No es la gentrificación. Ni la cafetería hipster, ni el estudio de yoga, ni la librería y tampoco es la moderna tienda de bicicletas del barrio de moda. Nada de esto es responsable de que el precio de la vivienda en grandes ciudades suba sin parar. Quienes sí tienen, sin embargo, la capacidad de alterar el mercado a su antojo son grandes actores que no hace tanto llegaron al sector inmobiliario, como el fondo buitre estadounidense Blackstone. Así lo cuenta el periodista y cineasta sueco Fredrik Gertten en su último documental, Push.

La película se estrenará en España tras el verano y se exhibe este fin de semana en Barcelona, en el festival internacional Docsbarcelona, una cita en la que Gertten logrará a buen seguro que se hable de una problemática socio-económica global a la que este periodista ha dedicado años de investigación. En Push, Gertten se afana en demostrar que la financialización del mercado inmobiliario operada a través de firmas como Blackstone está detrás de que los precios del metro cuadrado habitable en grandes ciudades esté por las nubes o en una ascensión aparentemente imparable.

Gertten ha filmado durante dos años la labor internacional de la canadiense Leilani Farah, Relatora Especial sobre la Vivienda de la ONU. “He estado buscando personajes que tienen una perspectiva global. Si dejamos el nivel de los estados nacionales, es más fácil entender lo que pasa. Si subimos el nivel de análisis y vemos un poco lo que tenemos en común en distintos países, las cosas son más fáciles de entender”, dice Gertten a eldiario.es.

Junto a Farah, Gertten ha visitado ciudades de países en los cinco continentes. Barcelona, Nueva York, Seúl, Toronto, Valparaíso, Milán, Berlín o Londres son sólo algunos ejemplos. En todas esas urbes, las inversiones en el mercado inmobiliario de fondos como Blackstone crean dinámicas que suben del precio de la vivienda.

“Lo que está pasando es algo mucho más fuerte y agresivo que la gentrificación. Se trata de la apropiación de la tierra en ciudades a manos de grandes capitales o de capitales que entran en ciudades, porque lo cierto es que entran donde quieren”, describe Gertten.

Para hacerse una idea de la dimensión del problema al que está dedicado Push, basta recordar que el mercado inmobiliario se valora en 217 billones de dórales (unos 195 billones de euros). Es casi tres veces el PIB Mundial.

La crisis global de las subprime dejó muchas casas que acabarían en manos de actores como Blackstone, una empresa que Gertten pone en Push como ejemplo de cómo operan ahora los fondos buitre en el mercado de la vivienda. “Ellos buscan activos, o sea, propiedades infravaloradas, como casas donde gente pobre pueda vivir. Ahí es donde van con más fuerza”, dice Gertten. “Su modelo de operar consiste en comprar, arreglar y vender las viviendas”, abunda. Ello implica la salida de los inquilinos que vivían en esas casas, puestas en el mercado para otro público o, llegado el caso, para que permanezcan vacías.

“Una casa vacía es algo más sencillo y más fácil de vender”, se escucha afirmar a Farah en la película de Gertten, en la que también participan economistas y sociólogos de prestigio como el estadounidense Joseph Stiglitz, premio nobel de economía en 2001, o la también estadounidense Saskia Sassen, Premio Principe de Asturias de Ciencias Sociales en 2013.

Una nueva relación inquilino-casero

“Si Blackstone es un nuevo dueño de casas, ¿Quiénes son sus clientes? No son la gente que vive en sus casas, son sus inversores. Se ha creado una nueva relación económica. La gente que vive en las ciudades no importa para ellos [Blackstone y compañía]. Esto que está pasando es algo muy distinto a lo que hasta ahora conocíamos”, alerta Gertten. En esa nueva relación, de acuerdo con Farah, ocurren vulneraciones de derechos fundamentales.

En Push queda claro cómo se está violentando a nivel global el Artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que incluye el derecho a una vivienda adecuada. “Toda personas tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios”, se lee en dicho texto.

Gertten expone en su largometraje no pocas historias de inquilinos que han perdido todo contacto con el propietario del apartamento que ocupa una vez que éste cayó en manos de un gran fondo de inversión. También se observa qué pasa cuando grandes inversores se hacen con viviendas de lujo que luego quedan vacías, como ocurre en más de un acaudalado barrio de Londres. Son barrios zombies, en “los que ya no hay vida, algo que se puede observar por todo el mundo, desde Bangkok o Ciudad Ho Chi Mihn hasta en la costa española”, según Gertten.

La resistencia de los alcaldes progresistas

En manos de inversores como Blackstone – que controla 30.000 viviendas en alquiler en España –, las casas son “activos”, recursos con los que operar en el mercado como también pueden ser acciones de otras compañías o el oro. En Push se observa como ésto es problemático. Farah, la relatora especial de la ONU, no se cansa de decirlo: “El oro no es un derecho humano, la vivienda sí”.

Push también recoge las que parecen constituir las primeras reacciones a estos desafíos de algunas grandes ciudades. A la vanguardia aparecen la Barcelona de Ada Colau y el Berlín de Michael Müller. “Estamos viviendo una crisis muy fuerte. Para muchos alcaldes, ya sea en Barcelona, Berlín o en Malmö, mi ciudad, los alcaldes tienen todos el mismo problema, a saber, que los precios de la vivienda son muy altos, y la gente con menos dinero y la clase media está bajo un enorme estrés y mucha presión”, comenta un Gertten esperanzado.

“Mucha gente se está viendo obligada a dejar las ciudades, esa gente, en principio, votaría progresista, por eso creo que los alcaldes progresistas se van a mover, van a hacer algo”, sostiene el periodista y cineasta sueco. Las multas millonarias a entidades financieras especuladoras con la vivienda en Barcelona son parte de esa reacción, como también tratan de serlo los endurecimientos de las leyes del alquiler ocurridos en Alemania y Francia. En Berlín, el enfant-terrible de la socialdemocracia, el líder de las juventudes del Partido Socialdemócrata de Alemania, Kevin Kühnert, cree en la utilidad de ideas como “expropiar” a grandes propietarios del mercado.

“Algo así no se pensaba que pudiera salir de la boca de un socialdemócrata hace un año. Estamos en una nueva fase en la historia”, según Gertten. Está por ver si esa historia tiene un final feliz para empresas como Blackstone o para los habitantes de las ciudades con menos recursos.

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