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Por qué es importante detectar, acompañar y tratar a personas con incontinencia

Incontinencia intestinal

Mercè Palau

El control de la orina y de la materia fecal es un proceso que la mayoría de nosotros damos por hecho y que hemos aprendido a una edad temprana. Hasta que sucede algo que impide que esto sea así. La incontinencia fecal ocurre cuando se pierde el control de las evacuaciones, lo que conduce al malestar y, aunque no pone en peligro la vida, sí afecta a todas las esferas de la persona que la sufre.

Ofrecer una visión multidisciplinar a la incontinencia fecal es clave para mejorar el tratamiento y para hacer entender a las personas que la sufren que pueden mejorar su calidad de vida. La Fundación Jiménez Díaz ha puesto en marcha recientemente la Escuela de Incontinencia, que el pasado mes de diciembre celebraba su primera jornada bajo el título “¡Que no se te escape! 2022”. En ella, los expertos han querido enfatizar la importancia de dar no solo un enfoque plural al problema sino también del papel que juega la colaboración e implicación del paciente.

Un trastorno más habitual de lo que se piensa

Para que el control de las heces sea normal y voluntario es necesario que exista un equilibrio entre el anillo muscular esfinteriano —esfínter anal interno, externo, músculo puborrectal—, la sensibilidad rectal —reflejo rectoanal, adaptabilidad, discriminación, etc.— y las raíces nerviosas que lo inervan —raíces sacras, nervios pudendos, sistema simpático y parasimpático—.

Cualquier modificación en alguno de estos factores aumenta el riesgo de desarrollar incontinencia fecal porque impide reconocer la necesidad de ir al baño. Las causas de la incontinencia fecal son varias y estas se van sumando con la edad. Una de las más comunes, según la Asociación Española de Coloproctología (AECP), es la lesión o rotura de los músculos que rodean el ano, que puede producirse durante el parto, por un traumatismo o en personas a las que se les ha  realizado una operación en el ano. 

Otras causas pueden ser la pérdida de función de los músculos en sí o de lesiones de los nervios que regulan su funcionamiento. Son motivos, en la mayoría de los casos, que se añaden a la edad, la menopausia en las mujeres y la pérdida de fuerza en los músculos del suelo de la pelvis.

El diagnóstico de la incontinencia fecal es clave porque significa que se ha vencido la vergüenza y el miedo de hablar con el médico sobre este problema. Suele hacerse a través de una manometría —medición de las presiones en el ano y el recto— y una ecografía anal para observar los músculos anales y los tejidos circundantes, dos sencillas pruebas para el paciente. 

Para conocer el nivel de trascendencia de la incontinencia es necesario hacer otras pruebas, como “cuestionarios de calidad de vida, de cuantificación de gravedad de incontinencia (Wexner) y llevar a cabo un diario defecatorio”, reconoce el Doctor Mario Ortega, especialista del Servicio de Cirugía General y Digestivo del hospital madrileño. 

El paciente durante el tratamiento

“El autocuidado es imprescindible en una sociedad en la que los pacientes tienen cada vez más conocimientos y capacidad de decisión”, puntualiza la doctora Raquel González López, especialista del Servicio de Urología del hospital madrileño. Es más, su compromiso mejora los resultados del tratamiento, admite González.

En este sentido, es clave que médicos y pacientes trabajen de forma conjunta para fomentar la capacidad de autocuidado en lugar de la dependencia. En el ámbito de la ginecología, por ejemplo, este problema se afronta de manera integral, teniendo en cuenta aspectos “tanto a nivel anatómico y funcional del aparato urogenital como del ámbito emocional y la función sexual”, admite la Doctora Amalia Cañadas, especialista de este servicio en la Fundación Jiménez Díaz. 

Así, para Cañadas es importante insistir en tres aspectos fundamentales del autocuidado: control del peso, realización de ejercicios para fortalecer el suelo pélvico y evitar hábitos que alteren la función de los órganos y elementos de soporte del suelo pélvico, como el consumo de sustancias estimulantes, esfuerzos físicos, estreñimiento o hábitos miccionales perjudiciales.

Otro punto fundamental en el autocuidado es la recuperación del suelo pélvico, es decir, en “restituir la funcionalidad de la musculatura, tanto para fortalecerla como para relajarla”, afirma la Doctora Carmen Urbaneja, del Servicio de Rehabilitación de la Fundación Jiménez Díaz.

El objetivo es ofrecer al paciente, de la mano de un fisioterapeuta o especialista, todas las técnicas para que pueda realizar, de forma autónoma, los ejercicios. La unidad de rehabilitación de suelo pélvico del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz tiene como finalidad tratar todas las disfunciones relacionadas con los músculos y ligamentos que rodean la cavidad abdominal de la parte inferior.

No hay duda de que la calidad de vida de una persona se ve muy comprometida por la incontinencia fecal. Como vemos, en muchas ocasiones la mejora no necesariamente viene de los cambios que pueden derivar de una intervención médica o quirúrgica dirigida ​​—en los casos más complejos puede ser necesaria la neuromodulación de raíces sacras o la irrigación transanal retrógrada, entre otras—. 

Cada persona tiene que ser evaluada y tratada de forma individualizada para que el tratamiento incluya medidas higiénico-dietéticas, medicación o ejercicios de rehabilitación ajustados a su caso.

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