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Matilde Landa, la Pasionaria de las presas republicanas

Matilde Landa en una conferencia / Asociación Matilde Landa de Badajoz

Jesús Conde

Era un personaje conocido y reconocido. Pero Matilde Landa pasó a convertirse en un símbolo del antifranquismo con su trágica muerte. A las puertas de ser bautizada en la cárcel de presas republicanas de Palma de Mallorca Matilde decidió lanzarse al vacío desde una torreta. Eligió la muerte antes que la conversión.

“No pudieron colgar de tu pecho ni crucifijos ni sotanas. Matilde Landa, republicana”. Es el fragmento de una canción que la banda Barricada dedica a esta extremeña, cuya memoria ha sido narrada por numerosos referentes del mundo de la cultura y las artes a lo largo de las décadas.

Aunque no creía en dioses su gesto le otorgó un halo de ‘divinidad’ entre la izquierda. Con la llegada de la Transición no eran pocas las antiguas presas de Franco que tenían en su casa el retrato de Matilde Landa. Incluso muchas niñas, sin que el régimen fuera consciente, se llamaban Matilde en honor esta mujer.

Dice el refrán que uno no es profeta en su tierra. Y en el caso de Matilde Landa parece cumplirse la profecía porque en Extremadura es una gran desconocida. Sin embargo se trata de una figura indispensable para entender la incorporación de las mujeres al activista político en la primera mitad del siglo XX como explica David Ginard, catedrático de Historia y autor de la biografía de esta mujer.

Detalla que es una mujer bastante conocida en la esfera republicana a la que incluso Miguel Hernández dedica un poema. Recibió elogios de Machado y en su juventud se relacionó con Juan Ramón Jiménez. De ella comentó el autor mallorquín Miguel Ferraz que era un “alma mística comunista”.

¿Quién fue Matile Landa?

Fue una activista muy representativa para el movimiento de mujeres. Tiene su origen en una familia de clase media y procede de la pequeña burguesía en Badajoz. Progresista y culta, rodeada del mundo de las artes y las ciencias, su padre era un reconocido abogado de Badajoz.

De hecho su padre era uno de los referentes en la ciudad de la institución de libre enseñanza, modelo del que bebió Matilde Landa. Aunque no termina sus estudios universitarios tenía una formación muy sólida, conocía varios idiomas y era una mujer muy ilustrada.

Como ocurre con otras personas de su generación se vincula al Partido Comunista de España y se afilia al Socorro Rojo. No tarda en tener responsabilidades dentro de las organizaciones en que milita, hasta que dirige en la clandestinidad el partido en Madrid cuando cae la ciudad en manos de los golpistas.

El catedrático que analizó su biografía apunta en este sentido que se le atribuyen los roles pensados para las mujeres en esa época. Es decir, la ayuda a los refugiados, atención a personas heridas en hospitales y también en el ámbito cultural.

¿Por qué eligió la muerte?

El hecho de que una dirigente de primer nivel como Matilde Landa se hubiera convertido al catolismo constituía una victoria moral de “primerísima magnitud” según advierte el historiador David Ginard.

Era una mujer carismática, que llegó a liderar el Partido Comunista en Madrid en la clandestinidad. Venerada por las presas republicanas. El tiempo que permanece presa en la cárcel de Ventas tiene un papel importante en la organización de la Oficina de Penadas. Era un organismo oficioso creado con el consentimiento de la directora de la prisión para intentar articular la defensa y la petición de conmutaciones de penas de muerte.

Poco antes de su intento de bautismo se produjo el caso de otra dirigente asturiana que terminó por bautizarse y que escribió el libro ‘Yo fui marxista’, en el que rechazaba todo su pasado socialista y republicano.

Incluso llegaron a dedicarle la portada de la revista ‘Redención’, que se distribuía entre los presos españoles. “Lo que pretendía el régimen era repetir la jugada. Conseguir que Matilde se hubiera convertido, y automáticamente ser utilizado no solo entre sus compañeras, sino de un ámbito más amplio a través de los medios de comunicación”.

Es en ese contexto cuando se suicida un 27 de septiembre de 1942, ante los constantes “chantajes” a los que se le presionaba para su bautismo, advirtiéndole que en caso contrario los hijos de las presas iban a pasar hambre.

Matilde Landa era mucho más que una líder comunista, porque mantiene referentes ideológicos variados. Procedía de la institución libre de enseñanza, en las cárceles mantiene contactos con mujeres de otras tendencias y su hermano era militante de Izquierda Republicana. “Todo ayuda a que se sea una persona mitificable, es un mito, aunque realmente tiene elementos que ayudan a que pueda ser emblematizada”, como relata el catedrático David Ginard.

Un mito

Cuenta además el historiador que es interesante analizar el proceso de simbolización del que es objeto, característico por otro lado entre las líderes comunistas. El PC como organización clandestina contra la España de Franco usa símbolos movilizadores y heroínas, entre las que figura Matilde Landa teniendo en cuenta su activismo en ámbitos tan variados.

“Hay motivos suficientes para hacerlo, por su activismo convencido y por su trágica muerte, que adquiere aún más dramatismo si se tiene en cuenta que en los minutos que duró su agonía tras tirarse al vacío las autoridades eclesiásticas presentes terminan por bautizarla en contra de su voluntad”.

Será pues tras su muerte, en los años 40-50, cuando se convierte en una figura importante, como ocurre con las 13 Rosas.

Tomasa Cuevas y Carmencita, la hija de Matilde

Durante décadas deja de escucharse el nombre de Matilde Landa, pero su historia adquiere de nuevo protagonismo con la llegada de la Transición. Entonces había un colectivo muy importante, de antiguas presas del Franquismo, que al final de la dictadura estaba conformado por miles de personas.

Aquí tiene mucha importancia la labor de Tomasa Cuevas, una de las antiguas presas de Franco que recoge en sus publicaciones entrevistas con mujeres que habían estado presas, y donde el nombre de Matilde Landa no para de repetirse.

Advierte no obstante el autor de su biografía que entra en juego el elemento simbólico. Su fallecimiento y el modo en que murió debió correr por todos los penales de presas porque en aquella época eran trasladadas de unos a otros. Muchas que igual no la habían conocido “directamente la doraban, le tenían gran afecto y admiración”.

Una labor muy importante para recuperar su figura corre a cargo de su hija Carmencita. Estuvo en Rusia, se fue a Inglaterra, México y Checoslovaquia y regresó a España a principios de los años 70. No sabía casi nada de su madre porque casi no la había conocido, pero tenía las cartas que le envía su madre desde la cárcel cuando era una niña.

Es entonces cuando se mueve en el entorno de las antiguas presas para recuperar la figura de su madre.

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