Fibromialgia: el dolor inexplicable que afecta al 4,2% de las mujeres españolas

Empleada de banca con fibromialgia

Cristian Vázquez

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La fibromialgia sigue siendo un problema poco conocido (incluso cuestionado por algunos médicos), pese a que la Organización Mundial de la Salud la reconoció como enfermedad hace tres décadas, las estimaciones indican que afecta a más de 900.000 personas en España y puede ser causa de incapacidad permanente absoluta.

Se trata de una afección crónica que genera dolor físico sin causa aparente: un dolor crónico que persiste durante más de tres meses y se extiende por casi todo el cuerpo. En concreto, se considera que debe abarcar al menos tres de los cuatro cuadrantes corporales y once o más de un total de 18 puntos específicos.

Esos 18 puntos se encuentran distribuidos de forma simétrica a lo largo del cuerpo: en la parte inferior del cráneo, las cervicales, los omóplatos, las costillas, los glúteos y las articulaciones de los codos y las rodillas.

Puede ocurrir que el dolor no sea permanente, pero que exista una hipersensibilidad: que el dolor aparezca ante la menor presión. Además del dolor, explica la Fundación Española de Reumatología (FER), la fibromialgia puede causar rigidez generalizada, sobre todo cuando la persona se levanta de dormir, y sensación de inflamación o de hormigueos en las manos y en los pies.

Nueve de cada diez personas con fibromialgia, por otra parte, también experimentan una persistente sensación de cansancio, el 70-80% sufren trastornos del sueño y hasta un 25% padecen ansiedad o depresión.

Estos síntomas llevan a que en ocasiones la fibromialgia se confunda con el síndrome de fatiga crónica. La principal diferencia entre ambos problemas es que, como se ha mencionado, en el primero el síntoma predominante -y que en mayor medida perjudica la calidad de vida- es el dolor.

Un problema sobre todo de las mujeres

La estimación de que hay en España más de 900.000 personas con fibromialgia surge del dato de que afecta al 2,4% de la población adulta. Esta cifra aparece en el estudio EPISER sobre la prevalencia de enfermedades reumáticas en nuestro país, realizado por la Sociedad Española de Reumatología (SER).

No obstante, se debe tener en cuenta que se trata de un problema fundamentalmente de las mujeres: entre ellas, la prevalencia es del 4,2%, mientras que entre los hombres es de apenas del 0,2%. Además, según el mismo estudio, el rango de edad con mayores afecciones es el de 40-49 años.

La causa es desconocida, pero -de acuerdo con la FER- “se piensa que hay muchos factores implicados”. En ocasiones, aparece después de algún episodio claro, como pueden ser una infección bacteriana o viral, un accidente automovilístico o una enfermedad que limite la calidad de vida (artritis, lupus, etc.).

Pero tales agentes “no parecen causar la enfermedad -apunta la FER- sino que lo que probablemente hacen es despertarla en una persona que ya tiene una anomalía oculta en la regulación de su capacidad de respuesta a determinados estímulos”.

En otros casos, además, los síntomas de la fibromialgia surgen sin la mediación de ningún factor reconocible. Por eso, y por el hecho de que el problema suele ser hereditario, se sospecha que podría haber causas genéticas -hasta ahora no esclarecidas- en el origen de esta enfermedad.

Una “estimulación nerviosa repetida” podría provocar cambios en el cerebro y la médula espinal en las personas con fibromialgia, lo cual a su vez estaría relacionado con mayores niveles de ciertas sustancias químicas que transmiten señales de dolor. Así lo explica un artículo de la Clínica Mayo, de Estados Unidos.

Más síntomas y difícil diagnóstico

Además de los síntomas ya citados -dolor, cansancio, alteraciones del sueño, ansiedad, depresión- a menudo la fibromialgia tiene también otros efectos. Uno de los principales es una dificultad cognitiva que altera la atención, la memoria y la concentración, conocida como niebla mental o “fibroniebla”.

También es común que aparezcan dolores de cabeza -incluidas migrañas-, trastornos digestivos e intolerancia al esfuerzo físico. Con menos frecuencia, se producen mareos, vértigos, taquicardia, hipersensibilidad a estímulos sensoriales como los olores, los sonidos o la luz, e incluso disfunciones sexuales.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que el diagnóstico es difícil, pues es clínico y por exclusión. Esto quiere decir que se concluye que se trata de fibromialgia a partir de la suma de síntomas (no hay ninguna prueba ni análisis de laboratorio que permita confirmar el resultado) y después de descartar todas las demás posibilidades.

Esa dificultad para el diagnóstico también perjudica a los pacientes, muchos de los cuales viven una auténtica “peregrinación” -en palabras de la FER- hasta que les confirman que el problema que padecen es fibromialgia.

Como consecuencia de estos factores, “la calidad de vida percibida por el paciente es bastante mala”, apunta la guía ‘Aprendiendo a vivir con fibromialgia’, editada por la SER. Este documento añade que “los índices que miden esta calidad de vida son peores que los de otros pacientes con enfermedades inflamatorias crónicas reumatológicas”.

Cómo tratar la fibromialgia para vivir mejor

La fibromialgia no tiene una cura definitiva. Hay, eso sí, un elemento positivo: no es una enfermedad degenerativa, por lo cual no produce secuelas físicas ni lesiones irreversibles, no destruye tejidos, etc. Tampoco pone en riesgo la supervivencia de la persona. Pero, por supuesto, afecta su calidad de vida, en ocasiones de forma notoria.

Debido a eso, los tratamientos apuntan a mejorar esa calidad de vida. Lo más recomendado es un abordaje multidisciplinar, que consiste, por un lado, en fármacos analgésicos, antidepresivos e incluso anticonvulsivos. El especialista ha de indicar la medicación más conveniente en cada caso particular.

Por el otro, la terapia cognitivo-conductual ha mostrado resultados eficaces para el abordaje del problema. Además, un estudio publicado este año por científicos de Barcelona y de Ecuador señala que también otra estrategia psicológica -la terapia de constructos personales- ha mostrado resultados muy positivos.

Los expertos de la FER también recomiendan mantener unos hábitos saludables, como por ejemplo realizar actividad física moderada. Ejercicios como caminar, montar en bicicleta o nadar, en un primer momento pueden incrementar el dolor; pero si se ejecutan de forma progresiva y regular, los síntomas disminuyen.

Otros hábitos saludables se relacionan con la alimentación (tratar de ajustarla a la dieta mediterránea), reducir el consumo de alcohol y cafeína, no fumar, procurarse las mejores condiciones para un sueño reparador y tratar de llevar una vida relajada, que incorpore -en la medida de lo posible- técnicas naturales para aliviar la ansiedad, la tensión y el estrés.

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