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Tengo pecas: cuidados necesarios para evitar que deriven en problemas de la piel

Conviene vigilar pecas y lunares, especialmente los congénitos

Marta Chavarrías

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Muchas personas, pero sobre todo las que tienen la piel clara, tienen alguna peca en alguna parte del cuerpo. Especialmente en zonas fotoexpuestas como puede ser el rostro, mejillas, nariz y brazos porque las pecas, que es el nombre común que se le da a las efélides, se intensifican con la exposición solar. 

Hay personas que tienen muchas y otras, unas pocas. Hay quien apenas tiene o carece de ellas, pero presenta lunares en alguna parte del cuerpo, de origen hereditario o no. La diferencia entre un lunar y una peca es el mayor relieve y concentración de melanina en el segundo, pero en esencia también es una peca.

El efecto que se produce en la formación de una peca suele ser el mismo que el del bronceado. Así, según la Fundación Piel Sana, cuando el sol entra en contacto con la piel, la melanina se distribuye de forma irregular, lo que favorece que se formen depósitos un poco más oscuros.

Por tanto, las pecas se desarrollan sobre todo por la exposición a la radiación ultravioleta del sol, pero también puede haber causas genéticas que son las que definen esta especial distribución que presenta cada persona.

¿Son peligrosas las pecas?

“Las pecas son proliferaciones de algún tipo de células que se denomina melanosis y que, como cualquier otro tejido, pueden vivir toda la vida 'tranquilas' o degenerar y provocar un cáncer”, admite el doctor Ramon Grimalt, profesor de Dermatología de la Universitat Internacional de Catalunya (UIC).

Las pecas, si bien en la mayoría de las veces no suponen un riesgo, en otras ocasiones pueden ser un signo de una afección más grave; algún tipo de cáncer de piel como, por ejemplo, el melanoma, que cada 23 de mayo celebra su Día Mundial.

El melanoma “se denomina maligno porque es un tumor con una gran tendencia a hacer metástasis: el melanoma pasa rápidamente a la sangre, se extiende por todo el cuerpo y por este motivo es uno de los tumores que tienen un peor pronóstico”, advierte Grimalt.

¿Qué riesgo hay de que mi peca se convierta en cáncer?

Lo importante es saber qué riesgo existe de que una peca o un lunar se convierta en un cáncer de piel. Un artículo publicado en la revista de las Clínicas de Hematología y Oncología de Norteamérica apunta que, aunque los lunares comunes no son cancerosos, las personas que presentan más de 50 pecas o lunares comunes tienen un mayor riesgo de padecer melanoma. En consecuencia, las personas denominadas pecosas son las que más riesgo tienen de conversión.

Pero no son las únicas, ya que las personas que presentan lunares de nacimiento (congénitos) y que se denominan “nevos melanocíticos congénitos”, también presentan un cierto riesgo de conversión en lo que se conoce como “nevo displásico”.

Según el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos (NCI), “un nevo displásico es un tipo de lunar de diferente apariencia al de un lunar común (algunos médicos usan el término 'lunar atípico' cuando se refieren a un nevo displásico)”.

El instituto explica en su página que “un nevo displásico puede ser más grande que un lunar común y su color, superficie y bordes pueden ser diferentes” y “en general, tiene más de 5 milímetros de ancho, puede presentar una mezcla de varios colores, desde rosado hasta castaño oscuro y, usualmente, es plano con una superficie lisa, ligeramente escamosa o arenosa, con un borde irregular que puede desvanecerse en la piel del rededor”. 

Un nevo displásico no es un cáncer, pero aumenta el riesgo de convertirse en ello. Investigaciones como la publicada en la revista médica American Journal of Clinical Dermatology calculan que la posibilidad de presentar melanoma es casi 10 veces mayor para alguien con más de cinco nevos displásicos que para alguien que no presenta ninguno, y cuantos más nevos displásicos tenga la persona, mayor será la posibilidad de presentar melanoma.

El NCI recomienda acudir sin demora a un dermatólogo si se observa alguno de los siguientes síntomas en una peca o un lunar:

  • Cambios de color.
  • El lunar se vuelve más pequeño o más grande sin uniformidad (a diferencia de los lunares normales en niños, los cuales se hacen grandes uniformemente).
  • El lunar cambia en su forma, textura o altura.
  • La piel de la superficie se vuelve seca o escamosa.
  • El lunar se vuelve duro o se siente con bultos.
  • Empieza a dar comezón.
  • Sangra o exuda.

Pecas y lunares: signos de alerta que no debemos pasar por alto

Por lo tanto, las personas con riesgo deben procurar tener un control visual sobre sus pecas y lunares, de forma periódica y con el asesoramiento de un dermatólogo. Para ello deben conocer las principales señales de que una peca pueda estar convirtiéndose en un problema serio. La clave está, según el dermatólogo, en prestar atención sobre todo al tipo de piel que tenemos. 

“Aquellas personas con una piel con un fototipo I y II, ojos verdes o azules, rubias, pelirrojas, con la piel blanca y muchas pecas tienen que vigilar cuando notan una peca nueva o que cambia de forma, color o tamaño” y tienen que consultar de forma rápida al dermatólogo porque podría ser “el inicio de un melanoma que, si se extirpa a tiempo, se curará”.

En cambio, una persona que tiene un fototipo III, de pelo negro, ojos oscuros, pocas pecas, sin antecedentes familiares, que no se quema nunca en la playa y que se broncea sin ponerse roja, “tiene un riesgo menor de que una peca se acabe convirtiendo en un melanoma”, admite Grimalt.

También puede ocurrir, en personas de edad avanzada, que aparezcan manchas similares a las pecas pero que, en realidad, no lo son. Se trata de verrugas seborreicas de envejecimiento que, “aunque asustan mucho, no tienen ninguna importancia”, tranquiliza el experto.

Desde Estados Unidos llegan herramientas como la regla del A, B, C, D, E, que ejemplifica de la siguiente manera las señales a las que debemos prestar atención y vigilar en una peca:

  • A (asimetría): se refiere a la forma de la peca o el lunar. Los lunares normales suelen tener una forma uniforme y las dos mitades son similares. Debemos prestar atención a si la forma es irregular o si una mitad del lunar es distinto a la otra mitad.
  • B (bordes del lunar): un melanoma es más probable que tenga los bordes irregulares o mal definidos. Un lunar normal suele tener un borde liso y regular.
  • C (color de la peca): los melanomas a menudo tienen un color desigual y contienen más de un tono; incluso pueden tener diferentes tonos de negro, marrón y rosa. Los lunares normales suelen tener un color uniforme.
  • D (diámetro): se refiere a la anchura. La mayoría de melanomas tienen más de seis milímetros de ancho mientras que los lunares normales suelen ser del tamaño de la punta de un lápiz, o incluso más pequeños.
  • E (evolución cambiante): los melanomas pueden cambiar de tamaño, forma o color.

Para Grimalt, esto podría simplificarse diciendo que “cualquier cambio repentino de una peca, sobre todo en una persona de riesgo, debe consultarse con el especialista” tan pronto como sea posible porque la tasa de curación cuando estas manchas se detectan a tiempo es más alta.

La vía preventiva, la más eficaz para evitar riesgos

La clave en el manejo del melanoma está en la prevención y la detección precoz ya que, como admite Grimalt, el tratamiento todavía está lejos de ser eficaz. La única vía preventiva es evitar el sol, sobre todo teniendo en cuenta que las pecas aparecen en aquellas zonas más fotoexpuestas (manos, escote o espalda), como también lo hace el riesgo de melanoma.

Esto significa seguir con un plan de protección solar que incluya no solo el uso de protector solar adecuado sino también otros sistemas físicos, como ropa de manga larga —que ha demostrado que es 10 veces más eficaz que las cremas fotoprotectoras, puntualiza Grimalt—, un sombrero de ala ancha, gafas de sol, buscar la sombra, y seguir una alimentación rica en antioxidantes a base de frutas, verduras y proteínas saludables. 

Debe tenerse en cuenta, además, que el sol es acumulativo; que la protección es importante que se aplique no solo en verano sino cada día del año durante todo el año.

“A lo largo de la vida son muchas horas de radiación acumulada, que es lo nos acaba dañando con manchas blancas y demás”, alerta Grimalt. Es importante proteger siempre la piel porque constituye una inversión de por vida.

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