Melanoma: seis ideas erróneas que nos impiden valorar sus riesgos

La importancia de detectar el melanoma a tiempo.

Jordi Sabaté

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Hace apenas medio siglo hablar sobre un melanoma era algo que resultaba sumamente extraño para la mayoría de las personas en nuestro país. Sin embargo, en los últimos años, el nombre de este cáncer cutáneo ha empezado a estar presente en más y más conversaciones, sobre todo en primavera y verano.

La razón es que desde hace unas décadas la incidencia de esta patología ha aumentado de una manera muy sensible. Por varios motivos: el primero es que se le presta más atención en las consultas dermatológicas y han mejorado las técnicas de detección.

El segundo es que comienzan a verse de un modo más evidente los efectos en personas de mediana edad y con costumbres como la de tomar el sol en la playa o en la piscina sin ningún tipo de protección y durante largos periodos de tiempo.

Hay que tener en cuenta que estas costumbres no eran nada habituales hace seis décadas, cuando lo normal era intentar protegerse del sol con ropajes y sombreros.

Y podríamos añadir un tercero si tenemos en cuenta el daño progresivo que provocamos con nuestras emisiones en la capa atmosférica de ozono, que en condiciones normales ejerce de filtro a los rayos UVA, los últimos responsables de la inflamación de la piel que se produce en contacto con el sol.

Una capa de ozono débil deja pasar más radiaciones UVA y por lo tanto permite un mayor daño a nivel cutáneo a aquellas personas que se exponen sin precauciones a la luz solar.

Sin embargo, a nivel de calle el melanoma sigue siendo un gran desconocido y hay en torno a él numerosas confusiones que no favorecen su prevención y su temprana detección, la mejores formas de combatir todo tipo de cáncer y el control de los factores que nos predisponen a él.

¿Qué es un melanoma?

El melanoma es un tipo de cáncer de piel, aunque no el único, dado que existen diversos procesos cancerosos que se desarrollan en la superficie cutánea. Se trata de una alteración del material genético de unas células de la piel llamadas melanocitos, por la cual estos empiezan a reproducirse descontroladamente mutando, incluso, en otros tipos de células pertenecientes a otros órganos.

En condiciones normales son las células que elaboran la melanina, responsable del color de la piel, del pelo y del iris de los ojos, que además funcionan como un fotoprotector, defendiendo a los tejidos de la acción solar.

Pero debido las citadas mutaciones pueden empezar a trabajar de un modo disfuncional, volverse malignas e incluso letales para nuestra salud, pasando a otros órganos en lo que se conoce como una metástasis.

Según la Biblioteca Nacional de Medicina del Congreso de los Estados Unidos, existen cuatro tipos de melanoma:

  • El melanoma de extensión superficial es el tipo más común. Generalmente es plano e irregular en forma y color, con sombras variables de negro y café. Es más común en personas de piel clara.
  • El melanoma nodular generalmente empieza como un área elevada de color azul negruzco o rojo azulado. Algunos no tienen ningún color (melanoma amelanótico).
  • El melanoma lentigo maligno generalmente aparece en las personas de edad avanzada. Es más común en la piel dañada por el sol en la cara, el cuello y los brazos. Las áreas de piel anormal generalmente son grandes, planas y de color marrón con áreas de color café.
  • El melanoma lentiginoso acral es la forma menos común de melanoma. Generalmente ocurre en las palmas de las manos, las plantas de los pies o por debajo de las uñas.

Seis ideas equivocadas sobre el melanoma que pueden poner en riesgo nuestra salud

1. Es un tipo de cáncer muy raro

La American Cancer Society (ACS) cifra el riesgo de padecer melanoma en el transcurso de la vida en “aproximadamente 2.6% (1 en 38) para las personas blancas, 0.1% (1 en 1.000) para las personas negras y 0.6% (1 en 167) para las”. 

Es por tanto un cáncer de baja frecuencia en general y que el mismo organismo tilda de “típico de personas de edad”, pero por ello no debemos pensar que estamos a salvo, ya que los dermatólogos cada vez lo detectan con mayor frecuencia en personas relativamente jóvenes.

La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) asegura que “entre 2002 y 2022, la tasa de incidencia anual ajustada por edad por cada 100.000 personas se ha incrementado tanto en hombres como en mujeres”. En concreto, ha pasado de 10,5 a 16,3 casos en mujeres y de 10,8 a 14,6 en hombres, lo que supone un incremento anual del 2,5% y del 1,6% respectivamente, siempre según los datos de la SEOM.

También la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) advertía ya en 2005 contra la complacencia con el melanoma en un artículo de la revista Actas Dermatológicas, en el que puede leerse: “España presenta una de las tasas más bajas de incidencia y mortalidad en melanoma de Europa. No obstante, se trata de una de las enfermedades de mayor auge en nuestro país, con un incremento de la tasa de incidencia del 181,3 % en varones y del 205,3 % en mujeres”.

2. Es un tumor poco agresivo

El melanoma es uno de los tumores que aumenta más su malignidad a medida que va desarrollándose, de modo que si se detecta en las primeras etapas, la pervivencia a cinco años es del 100%, pero si no lo controlamos hasta los estadios más avanzados, dicha pervivencia desciende al 20%. Es decir que solo un 20% de las personas afectadas vivirán más de cinco años. Por lo tanto no lo podemos considerar poco agresivo.

De entre los tumores malignos cutáneos es el más agresivo y mortífero, según la Clínica Mayo. Su peligro está en la elevada capacidad de los melanocitos de afectar a capas más internas de la dermis y de estas en convertirse en metastásicas, provocando que se desarrollen tumores en órganos internos.

A este respecto, la Academia Española de Dermatología y Venereología explicaba en el documento citado más arriba que [en 2005] “representa el 1,3 y el 2,5 % de los tumores malignos en varones y mujeres, respectivamente, mientras que la tasa actual estandarizada mundial es de 2,4 y 4,9 %, respectivamente”. 

“Las incidencias más altas corresponden a Tarragona en varones (6,81 %) y Gerona en mujeres (8,24 %) y las más bajas a Canarias y Zaragoza (3,55 y 4,27 %, en mujeres y varones, respectivamente)” proseguía el documento.

Finalmente añadía que “la mortalidad también se ha incrementado en España en las últimas décadas (1,76 % en varones y 1,26 % en mujeres), si bien esta tendencia al alza se ha estabilizado en los últimos años”.

3. No es fácil saber si se tiene uno

Al contrario, es sumamente fácil de detectar y, según la AEDV, un dermatólogo puede detectar uno en tres minutos visualmente en la piel de un paciente. Así que una simple y rápida visita al especialista puede resultar muy provechosa.

Por otro lado nosotros mismos podemos detectárnoslo en la piel si seguimos las cinco normas que nos ofrece la Asociación Española Contra el Cáncer y que se resumir en el siguiente gráfico:

4. Yo hace años que voy poco a la playa o la piscina

Que haga años que apenas tomemos el sol abiertamente en la playa o la piscina no significa que no corramos riesgo de padecer un melanoma. En primer lugar, porque si lo hemos tomado mucho cuando éramos más jóvenes, no se puede descartar que los melanocitos hayan padecido lesiones que hayan pasado a sus descendientes, con lo cual el riesgo de mutaciones cancerosas siempre está ahí.

Por otro lado, el sol no es el único factor de riesgo en los melanomas. Interviene también la herencia genética, por ejemplo en esos lunares propios de la estirpe familiar que llamamos “señales de familia” y que están presentes en el momento de nacer, lo que se conoce como “nevos melanocíticos congénitos”.

Según la ACS, “el riesgo de que un melanoma se desarrolle en nevos melanocíticos congénitos en el transcurso de la vida se estima en alrededor de 0 a 5%, dependiendo del tamaño del nevo”. Las personas con nevos congénitos muy grandes tienen un mayor riesgo de melanoma, mientras que este riesgo es menor para las que tienen nevos pequeños.

La ACS también señala que “el riesgo de padecer melanoma es mayor si uno o más familiares de primer grado (madre, padre, hermano/a, hijo/a) han tenido melanoma” y apostilla: “aproximadamente el 10% de todas las personas con melanoma tienen antecedentes familiares de esta enfermedad”.

Por otro lado un sistema inmunológico debilitado por medicación o enfermedades puede hacernos más propensos a desarrollar melanomas, así como también importa el tipo de piel y si somos de piel más clara tenemos mayor propensión aunque tomemos mucho menos el sol.

No debemos olvidar tampoco que el sol es el mismo en invierno que en verano y que, aunque no haga el mismo daño sobre la piel, también llegan radiaciones ultravioletas que selectivamente pueden provocar mutaciones; por lo que en la estación invernal también debemos protegernos adecuadamente.

5. Soy muy moreno

Como hemos visto, la incidencia del melanoma en personas morenas es menor que en personas de piel muy clara. Pero esto no significa que sea nula. Al contrario, se es sensible y, tal como se ha explicado, la incidencia ha experimentado un aumento en los últimos tiempos.

Como explica la Cancer American Society, entre la gente más morena la incidencia es de un caso por cada 167, es decir un 0,6 %, una cifra en absoluto aceptable si tenemos en cuenta que la persona a la que le toca va a sufrir una enfermedad potencialmente grave.

6. El melanoma solo sale en las partes donde da el sol

Aunque en las mujeres tiende a aparecer más en brazos y piernas y en los hombres en el tronco, el melanoma puede aparecer en cualquier parte del cuerpo, incluso entre las ingles, los genitales o las axilas.

El Muy Ilustre Colegio Oficial de Farmacéuticos de Valencia recomienda hacernos autoinspecciones de melanoma con regularidad y fija las siguientes pautas:

  1. Examinar el rostro, especialmente la nariz, la boca y las orejas tanto por delante como por detrás. Podemos hacer uso de los dos espejos para tener una visión más amplia.
  2. Revisar el cuero cabelludo, haciendo uso del secador.
  3. Inspeccionar las manos (palma, espalda, entre lo dedos y las uñas), así como las muñecas.
  4. Posicionarnos delante del espejo de cuerpo entero y comenzar por los codos, las axilas y los brazos.
  5. Centrarnos en el cuello, el pecho y el torso. En el caso de las mujeres también debajo de los senos.
  6. De espaldas al espejo y de cuerpo entero, revisaremos por la parte trasera del cuello, los hombros y la parte superior de la espalda.
  7. Haremos uso de los dos espejos para examinar la parte inferior de la espalda, las nalgas y las piernas.
  8. Una vez sentados, debemos inspeccionar cada pierna, los muslos, los tobillos, la zona de los pies, los dedos y las uñas. Adicionalmente, buscaremos señales también en los genitales y talones.

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