Dormir el caso Bárcenas

Se supone que la penitencia redime los pecados. También la Semana Santa, o al menos eso espera el Partido Popular, que reza para que estas vacaciones sirvan para agotar la atención de la prensa y de los ciudadanos por el caso Bárcenas. La estrategia del PP parece clara, es la marca de Rajoy: el que aguanta siempre gana. Sale más barato callar que dar explicaciones simuladas, fraccionadas y en diferido. En eso andan. La dirección de ese partido más transparente que el fondo de un pantano lleva ya más de un mes sin dar una rueda de prensa, desde el 25 de febrero. Han pasado dos meses desde que nos prometieron mostrar las declaraciones de la renta de los dirigentes del partido; tampoco lo han cumplido. Hace ya también dos meses que esperamos esa «auditoría externa» de la que nunca más se supo. Y todo así: la excusa de la «transparencia», que un día sirve para salvar la situación, se convierte en una promesa olvidada una vez ha cumplido su función. La memoria de la sociedad es perezosa, el ciclo de las noticias dura tres días, si no hay más actualidad, y ningún periódico puede congelar en su portada un titular.

Pero a pesar del silencio y de las muchas maniobras de distracción --¡qué bien le viene al PP el debate sobre los escraches!--, el caso Bárcenas sigue vivo. Esos papeles que eran (palabrita de Rajoy) «la sombra de la sombra de un indicio manipulado» han llegado a la Audiencia Nacional, donde dos jueces distintos y la Fiscalía Anticorrupción han visto en ellos indicios de gravísimos delitos. Hay ya tres tesoreros imputados -récord nacional-, y el único que falta para completar el póquer de históricos tesoreros del partido, de entre quienes llevaron las cuentas de la derecha durante los últimos 30 años, es el honestoRosendo Naseiro, el del caso Naseiro. Hay un informe de la policía que ve al menos cuatro vínculos entre la Gürtel y la contabilidad oficial del partido. Y, para completar el cuadro, hay también una madeja de movimientos judiciales en la oscuridad con el evidente propósito de reconducir el caso en los tribunales para poderlo enterrar después. Un día llama Mariano Rajoy al Consejo General del Poder Judicial; al otro la Audiencia Nacional le quita el caso al juez Gómez Bermúdez con extrañas maniobras a la hora de decidir qué sección tiene que votar.

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