A pesar de que tiendo a quererme me cuesta definirme y decir lo que soy. Periodista, empresario, analista, abogado economista, politólogo, ... Me gustan poco las etiquetas pero me quedo con la de ciudadano activo y firme defensor de la libertad de prensa. He trabajado en la tele y en alguna revista, salgo de vez en cuando en la radio pero lo sitios donde más tiempo he trabajado han sido el Gobierno vasco y el diario El País. Lo que siempre he buscado en el trabajo es divertirme y que me dé para vivir.
La iglesia que ama mandar
Poder e influencia. España no ha terminado el complejo camino de la separación Iglesia-Estado, que ahora nos gusta llamar laicismo. Tengo sensaciones encontradas cuando leo una y otra vez que en la Turquía moderna y laica que construyó Mustafa Kemal Atatürk, los islamistas moderados han emprendido un camino hacia a la islamización progresiva. ¿Por qué nadie hace análisis parecidos sobre lo que pasa en España? Entiendo que ser príncipe de la Iglesia y mandar poco no concuerda con unos señores mayores y que usan faldas rojas; un duro precio que entienden debe ser compensado con poder.
No hay duda de que España es un país cristiano y católico desde un punto de vista histórico y sociológico, pero no tiene por qué coincidir esta premisa con que los españoles sean religiosos y píos. La libertad religiosa es un principio básico que debe ser respetado por cualquier democracia moderna, pero siempre reducida al ámbito privado.
Comprendo el peso de la historia. La España de la Contrarreforma está aún ahí. El constitucionalismo español del XIX no pudo jamás imponer la separación real de Iglesia y Estado y en el siglo XX la Iglesia desempeñó un papel esencial en la división de las dos Españas. Todavía hoy arrastramos la cuestión y ya va siendo hora de que se reforme la Constitución.
El artículo 16.3, integrado en el capítulo II, sección primera, de los derechos fundamentales y libertades públicas, dice: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”.
Parece inocuo pero no lo es. Es fruto del momento político y reconoce a España como un país aconfesional, pero nada más y da a la Iglesia Católica un papel esencial. Señalaba en los últimos días Rajoy, don Mariano, presidente del Gobierno, que los artículos 1 y 2 son intocables. Así que entiendo que el 16.3 podría ser reformulado para dejar claro que el Estado es laico.
El concordato, que no es sino un tratado internacional entre el Reino de España y la Santa Sede, debe negociarse de forma abierta en beneficio común de ambas partes porque es evidente de que hay asuntos a considerar. Y punto pelota. La religión, que quede en el ámbito de la esfera privada y personal.
El problema es que esta conclusión, que parece sencilla, no lo es tanto. La Iglesia Católica cuenta en España con partidos catolicistas similares al islamista moderado turco AKP. Me refiero al PP, al PNV o a CiU, partidos de derechas que aún no han sabido romper como sus homólogos europeos con la Iglesia. ¿Es que en España no hay gente de derechas que no sea católica y que se atreva a decirlo? y ¿es que en España no hay católicos en las izquierdas?
Las respuestas son obvias. El problema está en el deseo de los purpurados de mandar sobre el aborto, la homosexualidad, la enseñanza, los ingresos… la moral pública. Vale ya señores. Me parece un comportamiento poco caritativo el de la persecución al diferente, al que no piensa igual. No voy a ocultar que la Iglesia Católica hace cosas loables, probablemente también las hace Remar, pero no tienen por qué condicionar la esfera de lo público.
Es que creo que no es ni siquiera bueno para sus intereses. Toda una historia de enseñanza obligatoria de religión católica en las aulas en España no creo que haya elevado el número de creyentes. Ya ha llegado el momento histórico de que España logre por fin la ansiada separación Iglesia Estado.
Sobre este blog
A pesar de que tiendo a quererme me cuesta definirme y decir lo que soy. Periodista, empresario, analista, abogado economista, politólogo, ... Me gustan poco las etiquetas pero me quedo con la de ciudadano activo y firme defensor de la libertad de prensa. He trabajado en la tele y en alguna revista, salgo de vez en cuando en la radio pero lo sitios donde más tiempo he trabajado han sido el Gobierno vasco y el diario El País. Lo que siempre he buscado en el trabajo es divertirme y que me dé para vivir.