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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Euskera, transmisión y consenso

Euskaraldia en el Parlamento Vasco

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Hoy, 3 de diciembre, los euskaldunes de todo el mundo celebramos el Día Internacional del Euskera. Tiene su origen en la iniciativa propuesta en 1948 por Eusko Ikaskuntza con este lema: «Sería una gran vergüenza que nosotros, los vascos, viésemos perder nuestra lengua». Aquella iniciativa fue asumida oficialmente por parte del Gobierno Vasco y de Euskaltzaindia en 1995. Algunas décadas más tarde, los vascos y vascas podemos asegurar que no hemos perdido nuestra lengua, que la hemos elevado al mayor estadio que jamás ha conocido y que mantenemos el compromiso de transmitir a nuestros descendientes una lengua llena de oportunidades.

Koldo Mitxelena dejó escrito que el mayor misterio del euskera no es su origen desconocido, sino el hecho de que haya sobrevivido hasta nuestros días. Pues bien, creo que la mano de bronce encontrada por los arqueólogos de Aranzadi en Irulegi, cerca de Pamplona, es el mejor homenaje a la lucidez de nuestro maestro y gran lingüista. Serán los estudiosos de las lenguas quienes, con métodos científicos, nos tendrán que aclarar si las palabras que aparecen en el afortunado texto de Irulegi pertenecen al euskera arcaico, a la lengua de los vascones o a algún otro idioma. El tiempo y la investigación lo dirán. No obstante, aun dando por bueno que nos encontráramos ante vestigios del euskera anterior a la llegada de los ejércitos de Roma, no cabe duda de que el lenguaje que los romanos oyeron al llegar a tierras de los vascones sería muy distinto del euskera que nosotros hoy hablamos. Seguramente resultaría para los vascos de hoy tan inteligible como pueda ser el latín de la época de Cristo para quienes hoy hablamos castellano. Pero, sea cual sea la lengua que el testimonio escrito de Irulegi representa, sea vascónico o euskera antiguo, de lo que no cabe ninguna duda es que el euskera que hoy hablamos es el resultado de la evolución de la lengua que, de generación en generación, una comunidad lingüística ha transmitido a sus descendientes a lo largo de los siglos. En ese periplo histórico los vascos de cada momento han usado la lengua y se han comunicado en ella; la han modificado y adaptado, la han forzado y amasado, la han completado y enriquecido con palabras y formas tomadas de otras lenguas, y se han acomodado de forma natural al contexto lingüístico e histórico de cada época hasta llegar a la lengua que conocemos como euskera.

Los vascos de 2022 somos eslabones de esa cadena. Hemos recibido la lengua vasca, algunos en casa o en la escuela; otros en la calle o en el euskaltegi, y queremos transmitirla para que perviva y para que les resulte útil como herramienta de comunicación a nuestras hijas e hijos. Y nos sentimos, en tanto que eslabones de la vieja cadena del euskera, parte de esta comunidad lingüística que el euskera identifica en el mundo.

En esa larga cadena de transmisión, han pasado 40 años desde que el Parlamento Vasco aprobó la Ley del Euskera, con el objetivo de normalizar su uso y garantizar los derechos lingüísticos de la ciudadanía vasca. Los autores de la Ley entendieron que su propósito debía ser la construcción social de una comunidad lingüística bilingüe, formada por hombres y mujeres que conocieran nuestras dos lenguas oficiales. Y fijó dos criterios básicos. El primero nos garantiza el derecho lingüístico a elegir la lengua en la que nos queremos relacionar con las administraciones, para lo que impuso a los poderes públicos un segundo criterio: los derechos pertenecen a la ciudadanía, las obligaciones a la administración.

La Ley del Euskera obtuvo un amplio respaldo, y fue el resultado de un intenso proceso de debate y negociación. Con el paraguas de aquel texto legal, poco a poco, pero de forma ininterrumpida, estamos haciendo valer los derechos lingüísticos que tenemos reconocidos, tanto en la relación con las administraciones públicas, como en la elección del modelo educativo de nuestros hijos e hijas, el acceso a la información o en el consumo cultural.

Nos hemos amparado en la Ley de 1982 y hemos renovado su propósito en cada uno de los planes y acuerdos que las diferentes administraciones públicas vascas han adoptado. Se han remitido a la Ley y han renovado su espíritu los partidos políticos vascos, todos los que existen y han existido, cuando tras llegar a los gobiernos locales, forales o autonómico han adoptado decisiones sobre política lingüística. Y la hemos renovado de forma permanente a través de los diferentes planes de normalización, o cuando se han fijado las políticas de revitalización del euskera, de impulso a las tecnologías de la lengua, cuando hemos aprobado criterios para el uso de nuestros idiomas oficiales o cuando el Parlamento aprobó la Ley Municipal en 2016. 

En efecto, se han dado pasos importantes, pero queda tarea por hacer. 

Como ciudadanos vascos tenemos la ambición de que ganar nuevos espacios para desenvolvernos en euskera, en el trabajo, el ocio, el deporte, el mundo digital, el audiovisual o en el meta verso. Y en ello estamos, gracias a una fecunda colaboración entre instituciones públicas, entidades sociales y euskaltzales.

Pero sobre todo nos sentimos en la obligación de pensar en las nuevas generaciones. Debemos crear las condiciones para que con naturalidad puedan utilizar en la calle el euskera que han aprendido en la escuela, para que puedan relacionarse en euskera en el parque, el deporte escolar, el ocio, las actividades culturales, la universidad o en el mundo laboral. 

Estos jóvenes serán bilingües y hablarán además un tercer idioma, probablemente el inglés. Y nuestra principal tarea consiste en asegurar que el euskera pueda tener un lugar en sus vidas y les resulte útil para comunicarse, para convivir y para que a su vez la puedan transmitir a sus descendientes. Vivirán en un mundo que será muy distinto al nuestro. Y queremos que el euskera sobreviva también en ese nuevo mundo.

El camino recorrido hasta ahora se ha trazado desde el consenso. La Ley del Euskera es un buen ejemplo de ello. También todo lo que se ha hecho desde entonces. Debemos insistir en la importancia del diálogo, del acuerdo y del respaldo mayoritario de la sociedad. Estamos en un buen momento para reforzar los acuerdos existentes, que cuanto más amplios sean más eficaces serán. Tenemos la oportunidad de seguir transmitiendo nuestra lengua, adaptada a los nuevos tiempos y a las nuevas generaciones. Hagámoslo.

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