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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Incendios forestales

Julen Rekondo

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Llega otro verano, y de nuevo surge la amenaza de los incendios forestales, que este año puede ser muy seria porque llovió mucho en primavera y salió mucha hierba y maleza que ahora se han convertido en pasto seco, en yesca. Sin duda, los incendios forestales se han convertido en las últimas décadas, por su frecuencia, intensidad y extensión, en uno de los problemas ambientales más graves de la península Ibérica, especialmente en verano. No es el caso de los territorios de Bizkaia y Gipuzkoa y el norte de Araba, donde la época de mayor riesgo de incendios forestales es en otoño e invierno.

En estas estaciones, debido al frío, buena parte de la vegetación herbácea que se encuentra en los montes de Gipuzkoa, Bizkaia y la parte norte de Araba se seca y también los matorrales tienen menos humedad interna al disminuir el movimiento de la savia. Si a esta situación se le une períodos prolongados de viento sur sin lluvias, situaciones habituales en el invierno, el peligro de incendio se incrementa considerablemente.

Por el contrario, durante el verano, al no ser las temperaturas extremas, la vegetación mantiene la actividad por lo que la humedad interna de las plantas es alta y el peligro de combustión es bajo. Además, en la cornisa cantábrica son frecuentes las lluvias también en verano. Mientras, el bosque alavés recibe influencias cantábricas y mediterráneas, por lo que el riesgo de incendio es habitual casi siempre. Desde el invierno con los días de viento sur y cálido en la vertiente cantábrica, hasta el verano con altas temperaturas.

En el Estado Español, en el período comprendido entre el 1 de enero y el 17 de julio de 2016, la superficie afectada por los incendios ha sido de 10.157,45 Ha, mientras que en 2015 en el mismo período fue de 39.185,36 Ha. Por otra parte, si analizamos el período entre los años 2006 y 2016, este año ha sido el que menor superficie afectada por los incendios. No obstante, en los últimos días se está sucediendo numerosos incendios, y la Agencia Estatal de Meteorología ha alertado a través de una nota de prensa que existe la amenaza de una ola de incendios en las próximas semanas debido a las temperaturas altas y a la escasez de lluvias.

En lo que respecta a Euskadi, en lo que llevamos de 2016, la superficie afectada por incendios forestales ha sido pequeña, siendo la menor en la última década. Sin embargo, en los últimos días en Araba, sí que ha habido unos cuantos incendios, entre ellos los ocurridos el pasado 19 de julio en Labastida, Muniain, y un día antes, en una finca de Alcedo, en Lantarón. De hecho, y con buen criterio, la Diputación alavesa aprobó ese mismo día, 19 de julio, una orden por la que queda prohibido el uso del fuego en el territorio de manera temporal para evitar el riesgo de que se produzcan incendios. Las temperaturas del periodo estival y la ausencia de precipitaciones son las razones que han llevado al Departamento de Agricultura a adoptar una serie de medidas cautelares extraordinarias que afectan al uso del fuego y a las actividades que potencialmente puedan dar lugar a un incendio como la cosecha del cereal o la trituración de residuos agrícolas.

Las normativas en materia de incendios forestales existentes en los territorios históricos por las que se regula el uso del fuego en suelo no urbanizable para la prevención de incendios forestales, es bastante clara al respecto. En ella, se puede leer las autorizaciones para el uso del fuego en terrenos agrícolas y forestales, otras regulaciones del uso del fuego (barbacoas y otros utensilios generadores de calor o fuego, tránsito de vehículos a motor en pistas forestales y maquinaria en suelo no urbanizable, pajeras, etc.), régimen de autorizaciones, etc.

Un dato importante a resaltar es que en Euskadi los datos de incendios forestales de los últimos años señalan que la superficie quemada tiene una tendencia descendente y en materia de extinción la eficacia es mayor. No obstante, no se trata de echar “las campanas al vuelo” y se debe seguir con las políticas preventivas como se viene haciendo, y cuando éstos se produzcan actuar con la mayor eficacia posible.

El 80% de los incendios son por causa humana

Las estadísticas señalan que el 80% de los incendios forestales son provocados por la mano de ser humano, unos por negligencia o imprudencia, otros intencionados, obra de pirómanos.

Aunque es complicado diferenciar entre hacer una barbacoa en época estival, que está prohibido en los tres territorios vascos, con algunas excepciones en determinados lugares, de echar una cerilla en el monte de un pirómano.

Sin duda, la meteorología existente en verano multiplica el riesgo, sobre todo cuando las temperaturas han llegado hasta los 40 grados en algunos días de julio. Pero las estadísticas son contundentes y plantean que solo un 14% de los incendios forestales son producidos por causa natural, y el 6% es por causas desconocidas. Quien le pega fuego al monte y a nuestros campos es producto del incivismo y de la negligencia, o de la maldad.

Recuperar el bosque

El fuego es parte de la naturaleza. Uno de los elementos modelares del paisaje. Sin embargo, el incremento y la sucesión de incendios considerados no naturales está teniendo un efecto violento en los ecosistemas. Arden los bosques, los campos…y las llamas se llevan por delante no solo la flora y la fauna. También pueden causar daños irreparables en el suelo donde después tendrá que crecer de nuevo el verde. Lo que el fuego devora en dos días puede tardar más de 100 años en recuperarse.

Pero el fuego, con todo su dramatismo, no es el punto final. Después de las llamas, los expertos hablan de silencio, de desolación. Los seres humanos se enfrentan a la idea de pérdida. Surgen las ganas de hacer algo enseguida. De recuperar lo verde que ahora es negro.

De sustituir lo quemado por nuevos árboles. Pero eso, la reforestación artificial en grandes cantidades, no es, según los expertos, una receta mágica y generalizada en todas partes. Cada caso es un mundo y hay que esperar. Es necesario estudiar los daños en la zona y analizar cómo se va a comportar la naturaleza por sí sola.

Después de miles de años quemando bosques, los seres humanos empiezan saber qué hay que hacer -o qué no- para recuperarlos. Aunque no sea una ciencia exacta. Y lo primero, antes de preocuparse por lo verde, es velar por el suelo donde luego debería volver a crecer. La desaparición de la vegetación, según los expertos, que hace de cubierta protectora puede fomentar la erosión del suelo y ese es el principal problema para la recuperación del terreno tras el incendio, lo que hay evitar por todos los medios.

Los efectos de los incendios forestales, además de la evidente pérdida dramática por el fallecimiento de personas, van mucho más allá de la destrucción de árboles. Por un lado, es evidente que los fuegos provocan una pérdida económica directa para los propietarios del monte, también para la población cuyas propiedades (casas, pastos, infraestructuras agrícolas, etc.) son devorados por las llamas. Pero el efecto económico es muy superior. Leña, setas, frutos silvestres, corcho, resina, caza o pesca son algunos de los productos obtenidos directamente de los ecosistemas forestales.

Por tanto, cuando se quema un bosque, se pierde mucho más que lo que se ve a primera vista: los árboles.

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