Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Raza
El tuétano de un país, las vísceras, la sangre que le late en las sienes cuando se enfrenta a lo desconocido no la modifican de golpe y porrazo ni una emisora de televisión ni un millón de tuiteros desgastándose las yemas de los dedos en las indignadas madrugadas de los hombres y las mujeres que se han visto despojados de sus derechos ciudadanos por el gobierno de los conservadores. El cardenal Cisneros, a partir de 1500, basó la unidad de España en la identidad católica, imponiendo la conversión obligatoria de todos los musulmanes del reino de Castilla, obligando a aceptar el bautismo en contra de las creencias de muchos españoles de aquella época, persiguiendo a los alfaquíes, destruyendo libros y mezquitas y propiciando el crecimiento imparable de las órdenes religiosas católicas.
En los años posteriores a la Guerra Civil, en los días en blanco y negro, hambrientos y feroces, de prietas las filas, Santiago y cierra España y Franco bajo palio, el régimen franquista resucitó al cardenal Cisneros para mantener la unidad de España de acuerdo con los postulados del viejo confesor de la reina Católica. Pero como todo no podía ser rezar el rosario en familia ni latigarse las espaldas noche tras noche para no sucumbir a las tentaciones del mundo, el demonio y la carne, el régimen hizo todo lo que estuvo en su mano para ofrecerles a los españoles otra identidad añadida; más lúdica, eso sí, más deportiva, menos siniestra, más moderna, o sea, el Real Madrid.
España entonces no solo tenía que ser católica sino también devota del Real Madrid. Un Real Madrid triunfante que paseaba sus éxitos futbolísticos por todos los campos de una Europa decadente, infiel, masónica y en permanente contubernio contra el vigía de Occidente. Estas dos identidades unidas han forjado una personalidad patriótica, española y excluyente, muy vinculada al Partido Popular. y que se defiende a dentelladas cuando se siente amenazada.
Lo demás, la paella, la sangría, el toro de Osborne, el viva España de Manolo Escobar, la católica convicción de que el país les pertenece y una cierta devoción pueblerina por los bandoleros más desvergonzados, como Rodrigo Rato, por ejemplo, son añadidos. Nada más. Culturales en algunos casos, pero raciales en la mayoría de las ocasiones. Tras el resultado del Brexit británico el comentarista deportivo inglés Michael Robinson, con su peculiar acento de tendero chistoso, afirmó que se sentía tremendamente avergonzado de su país. Muchos años antes otro inglés, menos actual, pero bastante más relevante, ni católico ni madridista, sino simplemente aficionado al arte de Talia, escribió que “las personas lloramos al nacer porque venimos a este inmenso escenario repleto de dementes”. Cierto, aunque hay países en que lo realmente complicado es dejar de llorar.
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