Reconstruir lo público

En estos tiempos extraños de soledad confinada, añorando las relaciones sociales, los espacios colectivos, la brisa y el sol en la cara… parece que, como sociedad, como país, comenzamos a intuir el error del camino emprendido hace décadas cuando los gobernantes abrazaron los postulados del neoliberalismo y la globalización. Tomamos consciencia de la gravedad del camino emprendido en el debilitamiento y privatización de servicios básicos como la sanidad y el cuidado de las personas mayores. Vislumbramos las consecuencias de la deslocalización de la producción de bienes básicos. Son los efectos de las primeras costuras que han saltado por los aires con la crisis del coronavirus: saturación de recursos sanitarios, falta de personal sociosanitario, servicios deficientes especialmente en el ámbito privado, desabastecimiento de material sanitario, mascarillas, geles, batas, respiradores…

A nadie se le escapa, a estas alturas, que esas no son las únicas costuras que van a reventar. A la crisis sociosanitaria le seguirá, le esta siguiendo ya, una crisis económica de dimensiones impredecibles a día de hoy y, mucho nos tememos, que en los próximos meses también iremos tomando consciencia como país del error cometido con el desmantelamiento de herramientas financieras de control público. Herramientas que podrían haber sido de gran utilidad en el escenario en el que nos comenzamos a adentrar. Nos estamos refiriendo a la desaparición de las cajas de ahorros, en concreto de la Caja Vital, y a su reconversión en bancos privados sin control público, Kutxabank.

El último episodio de esta temporada en la serie que narra el desmantelamiento de Caja Vital Kutxa, ha sido la venta de 500 viviendas de Vitalquiler, viviendas de protección pública en alquiler, a un fondo de inversión sueco.

Lo han hecho además, de nuevo, con nocturnidad y alevosía. En pleno estado de alarma parece ser que el confinamiento no se aplica a este tipo de operaciones y la venta se consumó el pasado 20 de marzo. Eso sí, nada ha trascendido públicamente a través de los agentes implicados en la compraventa. Ni la Fundación Caja Vital, ni Kutxabank, ni el propio fondo sueco han dado detalles de la operación. Han sido las personas inquilinas las que han dado la voz de alarma. Personas que, confinadas en sus casas, han conocido por carta que su 'casero'“ ya no es una caja ”de aquí, con una obra social“ sino un fondo de inversión con sede en Suecia.

Esta operación, probablemente, tenga mucho que ver con la prohibición por parte del Banco Central Europeo de repartir los dividendos de Kutxabank, y por lo tanto la obligación para las fundaciones Vital Kutxa, BBK y Kutxa de tirar de ahorros o malvender sus propiedades inmobiliarias.

Las cajas de ahorros nacieron pegadas a nuestras instituciones más locales. Estas, aspiraban a gestionar el ahorro y el crédito y usarlo en beneficio de la comunidad, de las familias y del tejido económico propio de nuestro herrialde. No teniendo ánimo de lucro, contaban además con una Obra Social mediante la cual parte de los beneficios se destinaban a proyectos de interés social y cultural. Durante 164 años Caja Vital Kutxa respondió en mayor o menor medida a estos objetivos. Nada de todo ello queda ahora.

Ya alertamos en su día sobre las consecuencias reales que tendría la privatización de las cajas vascas. Aquella operación, en Araba, se consumó en la última Asamblea General de la Caja Vital, el 30 de junio de 2014, por la puerta de atrás, deprisa y corriendo… A partir de ese momento hemos asistido al desmantelamiento paulatino de todo lo que fueron las cajas de ahorros, su significado y sus valores, siendo lamentablemente el desmantelamiento de Vitalquiler un botón de muestra más de todo ello.

PNV, PSE y PP acordaron la privatización de las cajas vascas. PNV, PSE y PP se repartieron los cargos en un Patronato opaco, elegido por cooptación, sin tener en cuenta el pluralismo político de nuestro territorio, y marginando a impositores, sindicatos y otras organizaciones que hasta ese momento tenían un papel relevante en los órganos de la Vital.

Para blindar todavía más al Patronato esos partidos se niegan por todos los medios a dar explicaciones a las entidades fundadoras, las Juntas Generales de Araba y el Ayuntamiento de Gasteiz, cada vez que se les ha preguntado por una u otra decisión.

En todo caso, lo cierto es que, ante el incierto panorama económico en el que nos adentramos, las instituciones, el tejido económico y la población alavesa en general han perdido en estos últimos seis años una herramienta financiera que podría, sin duda, haber sido de gran utilidad, y que habría que recuperar de forma urgente y por la única vía existente que no es otra que instalar un funcionamiento democrático en la Fundación.

Esta crisis, sin embargo, también nos ha dejado vislumbrar los valores y el camino sobre los que se deberá asentar la reconstrucción que deberemos afrontar. La solidaridad, los cuidados mutuos, lo colectivo, lo público deben retomar la centralidad del debate social, económico y político. Llamemos a vereda, vamos a reconstruir lo público.

*Firman el artículo los y las Consejeras Generales de EH Bildu en la última Asamblea General de Caja Vital Kutxa: Mikel Aiesta Alberdi, Alberto Atxabal Puertas, Aitor Bezares Vargas, Santiago Diaz de Espada Fernandez de Monje, Elixabete Etxeberria González de Langarika, Mikel Mintegi Areitiourtena, Pablo Ramón Isasi Aguirre, Iñaki Ruiz de Pinedo Undiano, Jon Iñaki Usategi Díaz de Otalora y el miembro del último Consejo de Administración Fernando Velasco Galindez