Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Los restos del naufragio
ETA dejó de matar hace bastante tiempo. Tanto que hay quien ha olvidado los asesinatos y se muestra desmemoriado. Y como los asesinados perecieron hace ya tantos años hay quienes tienen la escasísima vergüenza de salir a la calle a reclamar una amnistía para los presos y asesinos de ETA. Se trata de la versión moderna y macabra de seguir las directrices del asqueroso refrán 'El muerto al hoyo y el vivo al bollo'. Sin embargo son muchas las víctimas de aquel tiempo oscuro en que se ha matado a la gente solo por ser “español”, cualidad esta que casi siempre es involuntaria para quien la tiene y que no tiene ni una sola acepción negativa en los diccionarios.
Resulta sorprendente que, habiendo dado ETA un paso tan trascendental como fue el cese de las acciones terroristas, las instituciones y sus responsables, loa partidos políticos y sus líderes, y las asociaciones de víctimas con sus representantes a la cabeza no hayan sido capaces aún de consumar una especie de armisticio solemne y definitivo que transporte nuestras vidas a la serenidad y someta nuestras voluntades al imperio de la cordura.
Soy consciente de que no es fácil devolver la serenidad a un huérfano de un asesinado, o a un amputado por causa de una bomba asesina, o a un perseguido que haya vivido la mayor parte de su vida adulta protegido por guardaespaldas. Lo soy también de que, dado que los asesinos de ETA ejercieron sus acciones brutales en muchos casos sin que sus familiares las aprobaran, también será difícil serenarles si sus hijos, cónyuges o padres fueron muertos en dependencias policiales por abusos inadmisibles. De todo eso soy consciente, pero no llego a entender tantas idas y venidas sin destino fijo, tantos rumbos sin puerto de llegada, tantas incertidumbres, alimentadas por líderes políticos, institucionales y sociales obsesionados por su preeminencia, que les hace proclamar sin rubor alguno que son ellos los que tienen la razón cada vez que se posicionan al respecto.
En este “conflicto” sólo tienen la razón los muertos, que ya no hablan, y los que ha padecido directamente alguna acción terrorista aunque permanezcan vivos, sea en sus propias carnes o en las de familiares más cercanos. Pero quienes se exhiben una y otra vez como remediadores de los males muestran un interés tan enrevesado e inconcreto que solo enseñan sus intenciones arteras de sacar algún provecho partidista al final del terrorismo. La acción política casi quedó consumada cuando la implacabilidad jurídica y policial, junto a la concienciación de la mayoría de los ciudadanos vascos y españoles, obligó a los etarras a deponer las armas. En lo que ha venido después ha sido mucho más el ruido que las nueces: grupos de verificación que no han verificado, entrega de armas sin armas entregadas, sellado de zulos mediante ceremonias meramente testimoniales, etc… Esto por el lado de los terroristas y de sus amigos de la Izquierda Abertzale (IA)… Y como quiera que las instituciones no podían, ni debían, quedarse de brazos cruzados, llegaron otro tipo de comportamientos cuya eficacia dudosa sólo hace poner en entredicho a dichas acciones y a sus protagonistas.
En medio de las multitudinarias fiestas de Bilbao un millar de personas han pedido amnistía para los etarras presos, y no parecía que estuvieran beodos ni siquiera eufóricos en exceso por las consecuencias de los desórdenes propios de cualquier fiesta. Al mismo tiempo flotaba la noticia de que el lehendakari se va a reunir el día 4 de Septiembre con 128 alcaldes vascos para programar un Día de la Memoria, que se incluye en ese proyecto de suntuoso nombre que es la Memoria Histórica. Y si uno pasa una hoja del periódico se encuentra con que “Sortu (IA) y el PNV se citan en septiembre para desatascar su debate sobre el suelo ético”. Para resolver la miserable secuencia que nos legaron los patriotas vascos por antonomasia, -según dicen serlo ellos y sus defensores-, la rimbombancia de la “memoria histórica” y la búsqueda de unos mínimos de ética para guiar nuestros comportamientos. ¡Bien andamos!
No está mal poner interés, pero empecinarse en complicar lo ocurrido e interpretar lo acontecido como las consecuencias de un conflicto secular en que estuviéramos involucrados todos los vascos y los españoles, es una necedad. De los muertos solo cabe decir que todos, absolutamente todos, fueron injusta y vanamente matados. Pero de lo que ha quedado en pie solo queda concluir que ETA fue un cáncer tan infaustamente tratado que produjo una metástasis en la sociedad vasca, que aún seguimos padeciendo. Habrá que acrecentar nuestra memoria para que nadie olvide la barbarie que padecimos pero, ¿qué es eso del suelo ético? Da la impresión de que no hemos aprendido lo suficiente, de que el miedo pavoroso nos ha adormecido en exceso y de la que ética va a ser trajinada como se trajina a un tentempié.
Aprovechando el título de este artículo (que tomo prestado de un poemario de Ricardo Franco), ofrezco aquí uno de los poemas contenidos en el poemario 'Un último Homenaje':
Cerca ya del final de este viaje ¿habremos aprendido / las dulces canciones de abordaje, los puños apretados / y las miradas de esperanza que quizás nos pertenecen? / Libertad que dice libertad que grita y que aún sugiere / libertad en nuestra vieja lengua sordomuda. / (Libertad que aún me emociona al asomarse inesperada / a unos labios que ya no se humedecen con mis lágrimas.)
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