Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Si no es ahora, ¿cuándo?
En los próximos días, todos los partidos políticos harán buen uso del tiempo de la campaña electoral para compartir con la ciudadanía sus propuestas para hacer frente a los enormes retos que nos plantean los próximos años. Les propongo un ejercicio: analicen estas propuestas, los programas y discursos, con la mirada de un niño o de una niña. Verán entonces que son muy pocas, casi anecdóticas, las referencias a la infancia, y que esas pocas alusiones responden a una mirada adulta que interpreta la voz de los niños y niñas sin escucharla o proyectarla. Verán que las iniciativas que enfocan la mejora de la vida de la sociedad, en su conjunto, no incluyen las demandas actuales y futuras, de la infancia. Y lo que no incluye, por definición, excluye.
También en Euskadi, ser menor de edad es un factor de riesgo para sufrir pobreza, violencia, desprotección o falta de derechos. Y decimos «también» porque tendemos a pensar que las privaciones de la infancia solo ocurren en otros lugares, no en la prosperidad de un país como el nuestro, que lidera los índices de bienestar humano y cuenta con herramientas para hacer frente a las desprotecciones más severas. Siendo esto último objetivamente cierto, conviene recordar que todos los índices de vulnerabilidad empeoran, y mucho, cuando los aplicamos sobre la infancia: en un mudo de desigualdades crecientes, niños, niñas y adolescentes sufren más las consecuencias de la pobreza, de la violencia o de la desprotección. Nuestras ratios comparan razonablemente bien en el contexto más cercano, pero son claramente insuficientes si nuestra referencia son los territorios con mayor cohesión y bienestar social, protección de derechos y equidad. Somos tuertos en un mundo de elige ser ciego ante la responsabilidad de garantizar sus derechos a las y los menores de edad.
No deja de ser paradójica esta ausencia de mirada de infancia, cuando Euskadi se enfrenta, como otras sociedades avanzadas, a un gigantesco desafío: asegurar su sostenibilidad en un contexto demográfico adverso, con un relevo generacional no resuelto. ¿Dónde están los niños, niñas y adolescentes en las propuestas de gobierno?
Los niños no votarán el próximo día 21 de abril, pero el resto decidiremos sobre sus vidas
El retrato robot de la pobreza en Euskadi es el de una mujer con menores a cargo, niños y niñas que heredarán las carencias de una vida de privaciones y que ven cercenado su presente y su futuro. En Euskadi el 16,7 % de los menores de 14 años se encuentran en situación de pobreza real o ausencia de bienestar, según la Encuesta de Pobreza y Desigualdades Sociales (EPDS) de 2020. La última Encuesta de Condiciones de Vida del INE 2023, con datos actualizados, a última Encuesta de Condiciones de Vida del INE 2023 nos dice que la tasa de riesgo de exclusión social y pobreza infantil alcanza en Euskadi el 20,1% de niños, niñas y adolescentes, en base al umbral autonómico. A pesar de los importantes avances que se están produciendo, cientos de niños y niñas siguen segregados en centros escolares, porque la inercia hace que el código postal de residencia, el origen o los exiguos ingresos familiares pesen más que los valores de equidad que deberían guiar las políticas públicas.
Naciones Unidas define la pobreza infantil como “las carencias que hacen que los y las menores sean incapaces de disfrutar de sus derechos, alcanzar su pleno potencial y participar como miembros plenos de la sociedad”. Aun siendo un país objetivamente próspero, una parte de nuestra población, las y los menores de edad, son pobres en una proporción absolutamente intolerable.
Según estudios de prevalencia internacionales, entre un 10% y un 20% de las y los menores de 18 años han sufrido algún tipo de violencia sexual. Eso implica que en Euskadi hay actualmente entre 2.000 y 4.000 menores de edad que han sido víctimas de violencia sexual a lo largo de su vida. El 45% de las denuncias totales por violencia sexual tenía como víctima a una persona menor de 18 años. De estas denuncias, el 82% eran niñas o adolescentes, por lo que ser niña vuelve a ser un factor de riesgo determinante para poder sufrir una agresión de este tipo. Una realidad oculta que no acertamos a atajar, entre otros motivos, porque nos resulta profundamente incómoda y carecemos de recursos enfocados en la infancia. Son datos de nuestro último informe «Silenciadas» donde analizamos la prevalencia de la violencia sexual a partir de procedimientos judiciales reportados y constatamos las graves consecuencias que la falta de medidas de prevención y protección específicas para la infancia siguen teniendo. Nuestros datos revelan que el 97% de los agresores en casos de delitos sexuales son hombres, lo que subraya la urgencia de abordar los roles masculinos estereotipados que promueven la dominación y el control desde una edad temprana.
Somos un lugar de tránsito en las rutas migratorias europeas, y las mayores desprotecciones que el sistema no ha sido capaz de resolver las padecen menores extranjeros en sus procesos migratorios. Son personas especialmente vulnerables, que se enfrentan durante el trayecto a peligros como ser víctimas de trata para explotación sexual, laboral, mendicidad o delictiva, y a la estigmatización cuando llegan aquí, de forma transitoria o permanente.
Podemos y debemos repensar la Euskadi que queremos incluyendo a niños, niñas y adolescentes. ¿No debería ser este uno de los ejes fundamentales de cualquier proyecto de desarrollo humano? La pregunta, lamentablemente, es retórica: hoy por hoy, sigue siendo una cuestión en el mejor de los casos adyacente, a pesar de las evidencias que señalan sin dejar lugar a la duda que gobernar para la infancia es la mejor manera de gobernar: las políticas públicas que se dirigen a mejorar la vida de niños, niñas y adolescentes consiguen mejores resultados en todos los segmentos de la población.
No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su momento. Y este es el momento de abrazar las ideas que más cerca y más rápidamente pueden acercarnos a un objetivo que, como sociedad, no podemos postergar por más tiempo. No hay razones objetivas que nos impidan soñar con logros que parecen imposibles hasta que nos ponemos manos a la obra. Euskadi podría aspirar a acabar con la pobreza infantil en esta generación, y no hay motivo alguno para que esta no sea la prioridad del gobierno al que recibirá el mandato de gestionar nuestro porvenir. Los niños no votarán el próximo día 21 de abril, pero el resto decidiremos sobre sus vidas. Tenemos la oportunidad y la responsabilidad de hacerlo posible.
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