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'Érase una vez en Euskadi', la película que muestra la cara más dura de la droga y la violencia desde la inocencia de un niño

Los protagonistas de la película 'Érase una vez en Euskadi'

Maialen Ferreira

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Los viernes de 1985 en Arrasate-Mondragón tenían olor a contenedor quemado y el sonido de las sirenas de la Policía retumbaba por las calles. Las manifestaciones siempre derivaban en enfrentamientos y, tras ellos, las pelotas de goma lanzadas a los manifestantes, aún calientes por el impacto, reposaban en las calles del pueblo guipuzcoano. Tratar de encontrarlas y jugar con ellas era uno de los pasatiempos favoritos del cineasta Manu Gómez y sus amigos cuando tenían doce años. “La gran metáfora de nuestra infancia era que nuestros juguetes más buscados eran las pelotas de goma que disparaban la Guardia Civil y la Ertzaintza. Partiendo de ese recuerdo nació 'Érase una vez en Euskadi'”, explica Gómez sobre su primer largometraje.

La película la protagonizan sus tres mejores amigos de la infancia y él, pero también sus padres, migrantes llegados desde Andalucía y los padres de sus amigos, cada uno con una problemática diferente. “Vengo de una familia migrante. Mis abuelos llegaron a Bergara y arrastraron con ellos a mis padres y, más allá de los conflictos que había en las calles y en la sociedad, en mi familia había un conflicto que para nosotros era más grave y era el de lograr llegar a fin de mes”, sostiene. Tener que elegir entre comprarle un casco para la bici a su hijo y pagar para apuntarle al equipo de ciclismo o irse de vacaciones después de tres años sin salir del pueblo. Esa era la tesitura que vivían en la casa del protagonista.

“Mi infancia, al igual que la de mucha gente que ahora tiene mi edad y ha vivido en Euskadi, ha sido diferente, pero no por ello quiere decir que no haya sido feliz. Fue una infancia en la que en mi pueblo absolutamente todos los viernes las manifestaciones derivaban en contenedores y sucursales en llamas o en carreras delante de la Policía. El SIDA, algo que las generaciones actuales pueden ver como muy alejado, arrasó de una manera muy potente con gran parte de la juventud. Nosotros convivíamos con todo eso mientras soñábamos, nos enamorábamos o nos dábamos nuestro primer beso”, detalla el cineasta.

Mi infancia era feliz y diferente. Los viernes las manifestaciones derivaban en contenedores y sucursales en llamas y el SIDA arrasó de una manera muy potente con gran parte de la juventud

A lo largo de la película, la trama va llevando a los grandes dramas de aquella época: por un lado, el SIDA provocado por el consumo de heroína y, por el otro, la violencia de ETA. Esta última pasa por el largometraje de una forma sutil aunque precisa. Sin necesidad de pronunciar las palabras “ETA” o “terrorismo”, el espectador es consciente de lo que se trata desde el primer momento, al ver los ojos de la madre del joven que decide dejar de lado a su familia e introducirse en la banda. Una parte del relato que incluye la soledad de una familia cuando un hijo la abandona para convertirse en terrorista. Sin embargo, Gómez confiesa que él no ha tratado de realizar una película histórica. “Con esta película mi objetivo no es hacer una radiografía sociopolítica de la situación que se vivía en Euskadi. Yo quería hablar de mi infancia de una manera positiva,, hacer una película que huyera de ese mundo gris que se ha retratado en el País Vasco, aunque es cierto que la película deriva en un drama y hay muertes alrededor de la película, una de ellas que llega de una manera injusta”, indica.

Según señala, realizar un guion sobre su infancia, sus amigos o su familia le daba “respeto y vértigo”, pero era algo que sabía que debía hacer. “Hay algo maravilloso que nos da el cine y es que nosotros dejaremos de existir y estos niños seguirán vivos en la pantalla. Homenajear así a mi infancia me parecía una excelente motivación para llevarlo a cabo”, indica. Sobre el proceso de crearlo, asegura que se trató de “una vomitona” de recuerdos escondidos que fueron brotando de él. “Un recuerdo me fue llevando a otro y es curioso que cuando uno empieza a rascar en su memoria hay personas y sentimientos que permanecían dormidos y despiertan de repente”.

Gómez es consciente de que la forma en la que viven los protagonistas de la película, en la que vivían ellos en los años 80, “podría llegar a ser peligrosa”. Aun así, asegura que “no lo cambiaría por nada del mundo”. “Éramos felices porque vivíamos todo el día en la calle. Era cierto que podía llegar a ser peligroso, porque recuerdo que cuando jugábamos a fútbol e íbamos a beber agua de la fuente, estaba llena de jeringuillas, eso era algo muy habitual, pero volvería a mi infancia mil veces y no la cambiaría por nada del mundo”, señala.

Los cineastas y escritores tenemos la responsabilidad de contar lo que pasó para que no se repita

Su intención con la película es homenajear a la amistad y a la pérdida. “Me gustaría que la gente que ha crecido en los 2000 viera cómo era este país. Hoy resulta impensable aquella época y por aquel entonces pensábamos que otra situación no iba a llegar nunca. Los cineastas y escritores tenemos la responsabilidad de contar lo que pasó para que no se repita. Me refiero a la violencia, pero también de las cunetas. Me remonto a la Guerra Civil y a la dictadura. Hay gente que sigue buscando a sus familiares y otra gente que les niega ese derecho. Creo que es necesario contar y visualizar aquello para no volver a vivirlo”, concluye.

Tras pasar por el Festival de San Sebastián, 'Érase una vez en Euskadi' formará parte de la XII Muestra de Ciney Derechos Humanos Zinexit que organiza anualmente la Dirección de Víctimas, Derechos Humanos y Diversidad del Gobierno vasco y tendrá lugar del 21 al 25 de noviembre. El festival, que se proyectará en los cines Golem de Bilbao, cuenta con el objetivo de “impulsar una convivencia basada en el respeto a la dignidad y a los derechos fundamentales”.

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