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El golpe de Casado deja noqueado al PP vasco: “El próximo presidente será un delegado de Génova”

Amaya Fernández, en primer plano, tras la despedida de Alfonso Alonso

Iker Rioja Andueza

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“El futuro es aterrador. Se nos va el último presidente del PP vasco. El próximo será un delegado de Génova”, ha escrito en un grupo de Whastapp tras conocerse la dimisión de Alfonso Alonso Aranegui (Vitoria, 1967) uno de sus más estrechos colaboradores, una persona que conoce de primera mano su viaje a Madrid del domingo en el que el exministro y exalcalde de Vitoria volvió despojado de su condición de candidato a lehendakari para las elecciones vascas del 5 de abril y con la puerta de salida de la presidencia del PP vasco abierta de par en par.

Algo pasadas las 19.00 horas -menos impuntual que de costumbre-, un Alonso con los ojos vidriosos accedía a una abarrotada sala de prensa de la sede del PP vasco en la calle de Olaguíbel de Vitoria para su última comparecencia. La noticia ya era conocida: había comunicado su dimisión minutos antes a la junta directiva de su partido y estaba copando ya los titulares. Antes había telefoneado a Pablo Casado, que ahora fía su suerte a un Carlos Iturgaiz que ha regresado a la primera línea con un discurso duro y apelando a los votantes de Vox. Algunas voces alertan de una bajada de escaños que sería inasumible.

“No es posible ejercer el liderazgo sin capacidad de decidir algunas cosas”, ha explicado Alonso sobre el por qué de su salida tras haber comprobado que era imposible renegociar la coalición con Ciudadanos, que sobrerrepresenta claramente a un partido inexistente en Álava, Bizkaia y Gipuzkoa aunque incluso Alonso defendía la alianza. Fiel a su estilo irónico hasta el final, ha recordado que él se inició en política de adolescente y en un partido llamado PDP que “incluso” tenía menos votos que los naranjas en Euskadi.

Ese acuerdo fue cerrado a sus espaldas y, aunque formalmente le mantenía como cabeza de lista de la fórmula llamada PP+Cs, Alonso no iba a tener influencia alguna en la confección de las listas, con lo que ello suponía de dejar fuera a pesos pesados y gente de su máxima confianza. Se trataba de algo ya vivido en 2019 en la doble convocatoria electoral, cuando Génova impuso nombres como Beatriz Fanjul o Íñigo Arcauz, alejados del estilo más moderado de la organización vasca.

Alonso ha sido apartado por Génova como candidato a lehendakari tras semanas de ninguneo y al verse con las manos atadas incluso para configurar un programa que, sin alejarse de la esencia conservadora del PP, iba a dar continuidad al discurso propio y foralista iniciado el pasado mes de septiembre en una convención que ya tensó hasta límites insospechados la relación con el entorno de Casado, particularmente con Cayetana Álvarez de Toledo. “[Tenemos] Una manera diferente de entender España y de cómo se articula su diversidad”, ha dejado caer a modo de bomba Alonso, que ha asegurado que “en el País Vasco somos muy celosos de la defensa de nuestro proyecto político”.

Igualmente cariacontecidos, han arropado y aplaudido a Alonso en su despedida su 'número dos' y líder en funciones del partido desde este momento, Amaya Fernández -en ningún caso se espera un congreso, que será de cuchillos afilados, hasta después de los comicios-, el presidente en Álava y viejo amigo, Iñaki Oyarzábal, y otras personas de su círculo más cercano. No estaba en primera fila la presidenta en Bizkaia, Raquel González, la única dirigente que públicamente ha saludado con entusiasmo la repesca de Carlos Iturgaiz, que se ha estrenado con un discurso duro y buscando atraer a los votantes de Vox, cuando la fuga de apoyos del PP vasco está engordando la saca del PNV desde hace años. “ Llegaba el momento de salir de este atolladero. Al final, el candidato elegido es una gran elección. Es un hombre de peso. Es un hombre con las ideas muy claras. En Bizkaia lo hemos recibido con mucha ilusión”, ha señalado a los periodistas González. Paradójicamente, Bizkaia es a la vez la organización territorial más 'casadista' y el lugar de procedencia de la jefa de filas en funciones, que es también portavoz en el Parlamento foral.

El golpe de Casado -ejecutado por Teodoro García Egea sin pisar las sedes del PP vasco- deja un PP roto, desmoralizado y con el incendio sólo controlado por la orden expresa de Alonso a sus fieles de que sigan en sus puestos y muestren “lealtad” y “ayuda” al nuevo candidato. Algunos ya habían expresado su voluntad de recoger sus cosas y regresar a sus actividades profesionales de inmediato. Otros, como Iñigo Arcauz, fracasado experimento en la doble convocatoria de las generales del pasado año, ya están posicionándose pública e internamente para adquirir relevancia en la nueva etapa. De hecho, la organización en Gipuzkoa sigue instalada en la provisionalidad tras la salida, hace tan sólo unas semanas, de otro referente del partido en Euskadi, Borja Sémper.

Sin embargo, no se han escuchado voces críticas en la despedida de Alonso ante la junta directiva. González o Fanjul, por ejemplo, no han tomado la palabra. En una sesión muy emotiva e interrumpida por aplausos en algunos momentos, han tomado la palabra dos históricos como Ramón Rabanera -el mentor de Alonso y visiblemente enojado por los acontecimientos- y Alfredo Marco Tabar -veterano de la UCD de 87 años-, otro de los aliados de Alonso, Javier de Andrés, y Leticia Comerón, que apoyó a Casado en las primarias de 2018 pero que ahora ha criticado con dureza lo ocurrido.

Alonso -con 40 años de militancia y un puñado de altos cargos a sus espaldas- se marcha sin la confianza de la dirección nacional pero con la lealtad de muchos en Euskadi. Les ha pedido que sean “mayores de edad” y exijan que su opinión cuente en Génova porque el PP “o surge y nace muy cerca de la sociedad vasca” o no será. El ya expresidente no se dará de baja como militante pero ha prometido alejarse de la primera línea. Lloroso, Alonso ha deseado “lo mejor” a Iturgaiz en las urnas y se ha ido a tomar una caña con su equipo.

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