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Los peligros de glorificar la historia

Vive L'Empereur, de Jean Baptiste Édouard Detaille, 1891.

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“Los países en vías de modernización entienden que el avance puede conllevar un coste, incluso si ese coste incluye el involucrar al país en una guerra, incluso si ese coste incluye el involucrar al país en una guerra”. Es una de las ideas principales de una investigación en la que ha participado el Departamento de Psicología Social y Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco. De esta idea se desprende “la importancia de la narrativa de la historia en la educación, ya que una visión positivista de la historia puede presentar a los antepasados como héroes, y justificar la violencia”, apunta el trabajo.

Con el objetivo de estudiar las percepciones que tienen personas de todo el mundo sobre diferentes personajes y eventos históricos, así como cuál es el sentido de la historia, investigadores del grupo consolidado de investigación en Psicología Social de la Facultad de Psicología de la UPV/EHU participaron en la Encuesta Mundial sobre la Historia (WHS, por sus siglas en inglés). En la misma, se realizó una encuesta sobre las percepciones de distintos personajes y eventos históricos relevantes a más de 7.000 estudiantes universitarios procedentes de 40 naciones de seis continentes.

La encuesta contenía una serie de frases que hacían referencia a seis creencias generales sobre el significado de la historia, y se pudo “estudiar en qué medida las personas de cada nación estaban de acuerdo o en desacuerdo con ellas”, explica Magdalena Bobowik, investigadora del grupo consolidado de la UPV/EHU y participante en el trabajo. Una de las creencias que se analizaron fue el enfoque teológico de la historia, donde se entiende que el desarrollo de la historia depende de la voluntad de poderes superiores.

La segunda creencia destaca la naturaleza cíclica del recorrido de la humanidad, y ofrece una visión de la historia como una serie de periodos alternos de orden y desorden. La tercera está centrada en los grandes hombres y mujeres que han determinado la dirección de la historia. En cuarto lugar está la visión de la historia como progreso de la humanidad, donde se enfatiza el desarrollo científico y tecnológico como factor principal de la historia. Otra de las creencias propone las guerras como agentes principales del cambio y el curso de la historia. Y, por último está la visión crítica o pesimista de la historia, donde se entiende que la historia no tiene sentido, es una farsa, y no enseña nada.

“Los antepasado fueron héroes”

Así, los investigadores pudieron establecer relaciones entre las creencias que más prevalecen en determinados países y los valores culturales predominantes en esas sociedades y su nivel de desarrollo humano, así como la predisposición a luchar en una posible guerra que mostraba el conjunto de encuestados. Entre los resultados, Bobowik destaca que “las creencias que mayor asociación muestran con la disposición a luchar en una guerra son las más deterministas, las que sostienen que el recorrido de la historia depende de otras fuerzas o leyes. Estas personas aceptan que lo que ocurre, ocurre, porque así son las cosas. En términos generales, estas creencias son rechazadas en mayor medida en países occidentales, y encuentran una mayor aceptación en países asiáticos, países con menor desarrollo humano, y con culturas más tradicionales y materialistas”.

No obstante, la disposición a luchar en una guerra también se asoció con una creencia dominante y universal en todos los contextos y culturas, que es la que considera el recorrido de la historia como un progreso social. “Esta es una visión más lineal, y hace que las personas sean más optimistas, y resilientes a las dificultades, al pensar que como humanidad estamos avanzando. Esta visión positivista de la historia tiene un componente de glorificación del pasado, de que nuestros antepasados fueron héroes, y justifica la violencia”, añade.

En el extremo opuesto están los países más desarrollados y con mayor índice de desarrollo humano, con culturas y visiones más individualistas e igualitarias. En contra de lo que se esperaba encontrar, han visto que estas personas se posicionan en contra de luchar en una guerra.

Todos los resultados obtenidos han llevado a Bobowik a concluir que “las narrativas del pasado, las que determinan cómo la gente entiende la historia, definen, asimismo, la respuesta de las personas ante conflictos contemporáneos, y pueden llegar a influir en su disposición a involucrarse en acciones militares concretas”.

Estas conclusiones deberían ser tenidas en consideración “a la hora de desarrollar los currícula dentro de los sistemas educativos, porque muchas veces las narrativas pueden cambiar. Hay que tener en cuenta que las representaciones de la historia, la narrativa, pueden influir en las tendencias violentas a nivel colectivo de la sociedad. Bajo mi punto de vista, se debería desarrollar la capacidad del alumnado de hacer un análisis más crítico del pasado, ya que presentar la historia mediante héroes y villanos puede tener consecuencias”, concluye la investigadora.

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