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Entrevista Remera y alpinista

Sandra Piñeiro y la importancia de hablar de anorexia en el deporte: “Piensas que controlas, pero puede llegar a matarte”

La remera Sandra Piñeiro durante una regata

Maialen Ferreira

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En plena regata, a la remera del equipo de Orio, Sandra Piñeiro, se le perdió un remo y por algunos minutos perdió el control. Su trainera iba ganando, y en casa, cuestión que hizo que la tensión fuera mayor. Tenía que pensar rápido en ese momento y optó por la solución más inteligente: seguir remando aunque no tuviera remo. Eso hizo que sus compañeras no se distrajeran y que ganaran la carrera. “Es una situación que sabes que en cualquier regata te puede pasar, pero hasta que no nos pasa no sabemos cómo reaccionaríamos. Cuando pasa, tu capacidad resolutiva en esos momentos de estrés te hace encontrar la solución más idónea y a mí me hizo decidir que lo único que podía hacer era no molestar”, confiesa a este periódico.

Al igual que en esa regata, ante los obstáculos, Piñeiro confía en que seguir remando es la mejor solución. Así se titula su primer libro 'Remando en la oscuridad' en el que habla de la anorexia que padeció y de los trastornos alimenticios en el mundo del deporte, donde hasta ahora ha sido un tema tabú del que poco a poco se va conociendo cada vez más. “Cuando hice público mi caso, de los cuatro equipos que estamos en la Liga Euskotren y de los 12 que están en la Liga ACT, me habló por lo menos un chico de cada equipo para decirme que sufría una situación similar y, en el caso de las chicas. al menos tres o cuatro por equipo me dijeron que habían tenido problemas con la comida, vómitos, restricciones o que tomaban diuréticos para adelgazar”, indica.

La oscuridad de la que habla en el libro poco a poco va encontrando luz y, como explica Piñeiro, la anorexia se supera, pero siempre con ayuda profesional. “Necesitas tener un tratamiento psicológico, físico, nutricional y médico, y que todo eso vaya de la mano. Es un proceso muy largo que en ocasiones puede resultar más doloroso que la propia enfermedad, porque implica luchar contra una misma todo el tiempo”, señala la remera que ha cambiado el mar por la montaña, ya que, tras retirarse el año pasado, ahora se dedica a las carreras de montaña, el alpinismo y la escalada.

¿Recuerda qué sintió la primera vez que remó?

La primera vez que remé era muy pequeña. Me acuerdo de que había muy pocas chicas en el club de remo y mi madre no estaba muy de acuerdo con que yo remara, siempre quiso que fuera una chica “femenina” con sus vestidos y coletas y yo salí como una niña a la que le gustaba jugar a deportes un poco brutos o de fuerza. Recuerdo que la primera vez me sentí muy a gusto y dije “yo de aquí no me quiero ir”. Me sentía muy bien con el mar, las olas, el remo...sentí que desconectaba de todo y fue una sensación que me enganchó desde el minuto uno.

Como mujer vivir del remo es imposible. No tenemos sueldo y solo cobramos los premios que ganamos y eso solo cuando ganamos

Tras remar una temporada en su Galicia natal pasó a Euskadi. ¿Qué supuso ese cambio para usted?

En Euskadi la cultura del remo está mucho más avanzada, hay más medios y recursos, mientras que en Galicia el remo va un poco por detrás. Entonces, el sueño de todo remero gallego es ir a Euskadi y vivir la experiencia de los pueblos vascos, porque cada pueblo lo vive de una forma. Para mí, concretamente, haber tenido la oportunidad de ir a Euskadi fue una pasada. Estaba en el último año de carrera y decidí dejarlo todo y hacerla a distancia para poder ir. Lo tuve claro porque sabía que era una oportunidad que no iba a volver a repetirse y que tenía que aprovecharla.

¿Se puede vivir del remo?

Como mujer no, como hombre sí, aunque también depende del nivel que tengas. En chicos, si un equipo te ficha puedes cobrar un sueldo de 15.000 euros por temporada sin contar premios ni patrocinios, algo que no te da para muchos lujos, pero sí para vivir. Ahora, si eres un crack puedes llegar a cobrar entre 35.000 y 40.000 euros por temporada, depende de qué hombre seas y en qué club remes. Sin embargo, como mujer es imposible. No tenemos sueldo y solo cobramos los premios que ganamos y eso solo cuando ganamos. Aunque cada club pone algunas facilidades. En Orio, por ejemplo, nos dan alojamiento, por lo que yo nunca pagué ningún gasto por vivir allí. Además, ganábamos bastantes premios, con lo que a final de año podíamos recibir unos 3.000 euros en total, pero evidentemente, tienes que buscarte otro trabajo porque si no es imposible mantenerte. Tiene que ser un trabajo que se compatibilice con los entrenamientos, por eso en el remo femenino no suele haber chicas muy mayores, porque llega un momento en el que necesitas una estabilidad económica que remando no vas a conseguir. Espero que dentro de unos 10 años la situación cambie, pero por ahora no creo.

¿En su caso con qué compatibilizaba el remo?

El primer año en Orio trabajé en una tienda de deportes y fui entrenadora de niños en el club de remo. Lo máximo que puedes trabajar para poder seguir entrenando son 3 o 4 horas al día, por lo que necesitas trabajos que busquen eso.

En plena competición perdió el remo, pero a pesar de ello, siguió remando. ¿Cómo recuerda aquel momento?

Lo recuerdo como una odisea. Era mi primer año en Orio y la primera regata en casa, por lo que era muy importante ganar. Íbamos ganando y perdí un remo. No me hubiera perdonado en la vida que mis compañeras no ondearan la bandera en casa, porque aunque no fuera culpa mía, seguramente me habría sentido culpable, así que decidí, ante todo, no restar, no molestarlas, hacer todo lo posible para no ser una carga para el equipo.

Y, al final, ganaron.

Sí, y yo sé que aunque no hubiéramos ganado mi equipo no me habría echado la culpa, pero yo me hubiera sentido muy mal. Celebramos en grande ese día con el pueblo y tengo muy buen recuerdo del día en general, pero de ese momento no. Es una situación que sabes que en cualquier regata te puede pasar, pero hasta que no nos pasa no sabemos cómo reaccionaríamos. Cuando pasa, tu capacidad resolutiva en esos momentos de estrés te hace encontrar la solución más idónea y a mí me hizo decidir que lo único que podía hacer era no molestar.

Ha escrito un libro que se titula 'Remando en la oscuridad' y que trata sobre los trastornos de alimentación, también da conferencias sobre esas enfermedades. ¿Cómo surgió su interés para hablar sobre estos temas?

Cuando hice público mi problema con la comida me di cuenta de que no era un problema solamente mío, sino un problema social que afectaba mucho al deporte y, en concreto, al mundo del remo. Vi que era un problema emergente y me cabreaba ver que había muchas personas que se sentían solas e incomprendidas en un problema que era tan común, pero al ser un tema tabú, no le das el peso que tiene, te lo callas y piensas que eres un bicho raro al que nadie le va a entender, pero en realidad es todo lo contrario. Cuando hice público mi caso, de los cuatro equipos que estamos en la Liga Euskotren y de los 12 que están en la Liga ACT, me habló al menos un chico de cada equipo para decirme que sufría una situación similar y en el caso de las chicas al menos tres o cuatro por equipo me dijeron que habían tenido problemas con la comida, vómitos, restricciones o que tomaban diuréticos para adelgazar. Al ver eso quise darle visibilidad para que se normalizara y dejara de ser un tema tabú. Mi objetivo es aportar mi granito de arena para que se hable del tema, no se mire para otro lado y se ponga solución, que las instituciones -las deportivas y las autonómicas o estatales- sepan que es un problema que está aquí y al que hay que hacer frente.

Cuando dejas de comer o vomitas crees que controlas la situación y sientes una pequeña satisfacción, pero cada vez vas queriendo más y más y ya entras en un bucle

En su caso, ¿cuándo sintió que debía pedir ayuda?

Cuando me sentí cansada y harta. Dejé de vivir, porque toda mi vida giraba en torno a lo que mi cabeza me estaba diciendo. Dejé de ver a mis familiares, mis amigos, me aislé. Llegó un punto en el que me restringí tanto la comida que pasé a vomitar y me dolían los dedos de tanto vomitar. Acabé encerrada completamente y en un bucle del que no salía. Al principio, pensaba que eso era lo que tenía que hacer para rendir y ser la mejor, pero en realidad era una forma de gestionar mi estrés, traumas e inseguridades. Me enfocaba en la comida, el entrenamiento y el control para ser la mejor, pero lo que intentaba era mostrar una parte firme que reflejaba todas mis carencias. Dentro de ese bucle llegó un punto en el que me di cuenta de que no podía estar bien que mi propia cabeza no me dejara controlar mi vida o tomar algunas decisiones. En ese momento se me pasaron por la cabeza cosas horribles y me di cuenta de que sola no podía con ello y fue cuando pedí ayuda. Piensas que controlas, que haces lo mejor para ti y para ser mejor, pero los trastornos alimenticios sacan lo peor de ti hasta el punto de llegar a matarte.

Cada vez se habla más de casos de personas que pierden el control en el deporte. ¿Afecta más a la salud mental ser deportista porque se viven al límite las competiciones y los entrenamientos?

Los equipos deportivos cada vez tienen más acceso a un psicólogo deportivo o a tratar los procesos mentales. Quieras o no, como deportista, tienes una presión tú mismo por rendir y otra social si eres un referente deportivo. Al margen de lo que tú te autoexiges, también tienes una exigencia de tu entorno. Entonces, hay veces que no tienes las herramientas para gestionar todo eso. El trastorno de alimentación es tener un punto de control que en este caso es la comida, para controlar todo ese descontrol que te rodea. Es como si tomaras una pastilla que en un primer momento te sacia, pero luego quieres más. Cuando dejas de comer o vomitas crees que controlas la situación y sientes una pequeña satisfacción, pero si te viene un cuadro de más estrés por alguna competición, vas queriendo restringir más y más y ya dejas de controlar y entras en un bucle.

¿La anorexia se supera?

Sí, se supera, aunque cuesta y quien piense que puede superarla solo está equivocado. Necesitas ayuda de profesionales y de todo tu entorno. Con tener una alimentación equilibrada no solucionas nada, porque el problema está en tu cabeza. Necesitas tener un tratamiento psicológico, físico, nutricional y médico, y que todo eso vaya de la mano. Es un proceso muy largo que en ocasiones puede resultar más doloroso que la propia enfermedad, porque implica luchar contra una misma todo el tiempo. Peleas todo el rato contra lo que tu cabeza te dice y es un machaque continuo. Tienes recaídas, días malos, pero si inicias un proceso, cuando caes, sabes que no vas a estar en el punto de partida, porque ya vas teniendo herramientas para ir mejorando y manejar mejor la situación. En mi caso, aunque tenga días malos, sé que ni física ni psicológicamente estoy en el punto de partida. Llegará un momento en el que mis días malos sean menos y que, cuando los tenga, no caeré en mi problema con la comida.

Hasta hace poco los trastornos alimenticios se consideraban enfermedades de mujeres y a los hombres les daba miedo pedir ayuda porque no concebían que podían tener un problema con la comida

¿Es un problema que afecta más a las mujeres?

Afecta más a las mujeres, pero también hay casos de hombres y los suyos son más tabú. Hasta hace poco los trastornos alimenticios se consideraban enfermedades de mujeres y ellos no encajaban dentro de esto. Les daba miedo pedir ayuda y comenzar un tratamiento porque, como hombres, no concebían que podían tener un problema con la comida. Pero los casos de hombres con trastornos alimenticios son cada vez más visibles. El problema es que, en el caso de las mujeres, la presión en muchas ocasiones es mayor. Nosotras siempre hemos estado encasilladas en cierto tipo de cuerpo o en ser un objeto y siguen existiendo situaciones que promueven eso. La cultura de dieta, de cuerpo femenino, y los cánones de belleza que hay que seguir siguen presentes. Ojalá dentro de un tiempo la situación cambie.

¿En qué punto se encuentra ahora su carrera deportiva?

Dejé el remo el año pasado, pero como el deporte me encanta y trabajo en un estudio deportivo, descubrí la montaña y ahora compito en carreras, hago alpinismo y escalo. He pasado del mar a la montaña, literalmente hablando. La montaña me hace pensar, el silencio que hay me ayuda a conectar con mi parte psicológica y a pensar en los problemas que tengo. Me hacía falta encontrar esa tranquilidad.

Hablaba antes de que la conciliación en el mundo del deporte es complicado para las mujeres. ¿Cómo lo logra usted?

Siempre he sido de vivir al día. Tengo claro que solo vivimos una vez y nunca he pensado en comprarme una casa, tener hijos o casarme. En estos momentos me dedico al deporte y tengo algún proyecto entre manos sobre trastornos alimenticios. Voy poco a poco. Sé que el deporte no te da para vivir, pero si te gusta, acabas buscando cómo compatibilizar tu vida con el deporte ya sea por tierra, mar o aire.

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