Qué bueno es Mariano
Días atrás estuvo por aquí Mariano Rajoy. No sé si quien se nos acercó era el presidente del Gobierno en funciones –parece que no, a juzgar por el programa-, si era Mariano, o si era Rajoy. El caso es que las escasas 24 horas que anduvo por Badajoz, Almendralejo y Talavera han dieron para escribir un folletín, tipo vodevil, desde la protesta de los bomberos que querían darle al alcalde de Badajoz Fragoso en el trasero del presidente, hasta el vídeo ese de ‘me gusta andar deprisa más que correr’, y pasando de forma desgraciada por una visita muy publicitada a un joven con síndrome de Down.
En esto último es donde Mariano, -a juzgar por sus propagandistas en la sombra en ese caso era Mariano, el hombre- trituró las barreras de lo admisible, y máxime cuando el cuerpo social no está para más fantochadas políticas sobre todo cuando se pone por medio la persona de un joven en esas circunstancias y problemas de salud.
Conozco políticos que hacen obras digamos de filantropía, de bonhomía, o de caridad si ustedes quieren, pero las llevan bien en secreto como debe ser. Y no dudo de las buenas intenciones de Mariano Rajoy, es muy posible que sienta afecto por el joven Chema, pero el crédito se me empieza a gastar cuando permite que un fotógrafo profesional tome la instantánea que luego se filtró a los medios de comunicación en precampaña electoral. Qué bueno es Mariano.
¿Y los medios que lo publican, dirán ustedes? Los medios hoy día estamos bastante esclavizados por las audiencias, los números, y aunque a todo buen director posiblemente le surjan algunas dudas morales, se acaba cediendo al “esto va a ser muy leído, tendremos muchas visitas”, y efectivamente al final eso es así con lo cual el público receptor también tiene la suya.
Hoy en España los medios nos hemos convertido de forma colectiva en parte del problema y no de la solución, por eso estamos como estamos, aunque no faltan los intentos heroicos por manejar criterios éticos e intentar vivir honradamente de un lector que está dispuesto a pagar por nuestro trabajo, que esa es otra, encontrar con el farol de Diógenes muchos de ellos.
Deberían ser en excesos tan claros como el caso que lamento, cuando una ciudadanía crítica castigara y reprendiera públicamente a unos y a otros. A líderes que se dejan engatusar por asesores y creadores de imagen y campaña política que les llevan al huerto –el fin justifica sobradamente los medios-, y a los soportes que se prestaran como altavoz. Pero qué les voy a contar, hay una marcha de coches que engañó a autoridades y clientes falseando las emisiones de gases y partículas nocivas, y ha vuelto a ser la más vendida en España. Y por supuesto el Gobierno nuestro no quiere saber nada del fraude.
La visita de Rajoy –esta vez no hablemos de ese Mariano cercano, humano y bondadoso con el vecino de habitación hospitalaria, sino del gallego y astuto político- fue más esperpento que otra cosa. Aunque a los de hogaño ya no nos extraña nada y lo vemos hasta normal, no ha faltado quien se ha dado cuenta, y divulgado que el corredor espontáneo con el que se cruza Rajoy cuando anda rápido por Badajoz no es otro que uno de los colaboradores más cercanos a Monago. ¿Es que no hay más ‘runners’ en esa ciudad?
El presidente andando por Badajoz. Otra noticia convenientemente administrada y enviada desde la factoría de la gaviota a medios bien seleccionados. Pero amig@s, Mariano Rajoy es un político que le tiene bien cogida la medida a los españoles, en eso chapó. Sabe que aquí nunca pasa nada, y que la sucesión de micronoticias sobre la corrupción en su partido acaba actuando como una corcha social, una capa que se va endureciendo de forma estéril, más capaz con su peso de aplastar a jueces y fiscales valientes, que a los chorizos. Pues eso, que como los coches, seguirá siendo el más votado, lo contrario de lo que socarronamente dijo un día de los sevillanos –“aquí me quieren mucho pero me votan poco”. No sé si es muy querido, pero lo parece.