Interprofesionales y consumidores
Como la costumbre es una fuente del derecho, en ocasiones, echamos mano de los refranes para sentenciar nuestros argumentos; pero muchas veces hay que desecharlos por anticuados, misóginos o contradictorios.
Del primer tipo a rechazar está ese de “el buen paño en el arca se vende”. Antes quizás; pero ahora con la globalización del los mercados, la presión publicitaria de tus competidores, la innovación y las redes sociales no hay quien se lo crea. Además de tener un buen producto, un artículo singular; creado con el máximo cuidado, dedicación y pulcritud hay que dejarse la piel en su promoción y divulgación para que los consumidores conozcan sus cualidades y lo compren.
Además del gasto/inversión privados en publicidad y propaganda, también existen dotaciones presupuestarias públicas para favorecer la promoción agroalimentaria; sin contar los esfuerzos que hacen organismos como las denominaciones de origen y también las interprofesionales.
Estas últimas son un buen instrumento para mejorar el equilibrio de la cadena alimentaria porque están representados los protagonistas y responsables en cada sector y, por tanto, se concilian y se coordinan los distintos puntos de vista. Reguladas desde el 94, tienen como objetivos fundamentales la transparencia de los mercados, la investigación y la promoción de los productos, y cuentan con una herramienta potente para llevarlos a cabo: la extensión de normas a todos los agentes implicados para financiarlos.
Han funcionado correctamente en numerosos países europeos y en distintos productos, y en España desde los cítricos hasta el pollo, pasando por el vino, la miel, el huevo, la aceituna de mesa, el aceite de oliva, y hasta del caracol. Son indicativas de la madurez de los sistemas agroalimentarios y aunque estén presentes representantes que busquen el beneficio para sus representados, no es difícil encontrar un mínimo común que sea provechoso para todos, incrementando la competitividad. También ofrecen ventajas a la Administración por la facilidad en las negociaciones y por el valor de los acuerdos alcanzados. Y a las que únicamente les faltaría integrar a los consumidores, también protagonistas de la cadena alimentaria.
En Extremadura tenemos algunos ejemplos del trabajo de estas organizaciones como el porcino ibérico y el tomate para industria. Esta última, sin la denominación oficial de interprofesional, lleva muchísimo tiempo sentando a productores y transformadores para organizar campañas y controlar los parámetros de calidad del tomate fresco, consiguiendo que complicaciones graves en el ajetreado periodo de entrega hayan pasado a la historia. Sin olvidar al tabaco por el liderazgo nacional de producción.
Creo que las interprofesionales pueden potencian más su labor de divulgación y promoción (vamos, sacar el paño del arca, airearlo y pregonarlo) integrando a los consumidores, a través de sus asociaciones, en su composición. Probablemente, éstos se aburrieran cuando se tratasen temas muy técnicos relacionados con la producción o la transformación; pero que quien te va a comprar tus productos, los conozca, los divulgue, sepa cómo se producen, distinga calidades, entienda los problemas de las explotaciones agropecuarias y asuma su defensa ante posibles fraudes ; como en el anuncio: ¡no tiene precio!.
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