La dehesa ibérica desafía al cambio climático
Entre chozas, majadas y molinos, José Carlos Ruivo recorre a diario la Herdade da Coitadinha. Repoblación de árboles, sistemas de riego para alcornoques o ganado vacuno de mertolenda. Una dehesa en la frontera hispanolusa que desafía al cambio climático.
La seca de encinas y robles, la reducción de la avifauna -acuciada por los herbicidas-, la producción melífera en serio retroceso por el fenómeno del “desabejamiento”, la merma de las precipitaciones año tras año,... Es el cambio climático.
Conscientes de este grave problema que afecta al hábitat de la dehesa, un entorno único de la península ibérica creado por el hombre con el paso de los siglos, la Herdade da Coitadinha de Barrancos (Portugal), junto con otra decena de dehesas del Alentejo y Extremadura (España), ha puesto en marcha una serie de prácticas piloto que pretenden exportar, si resultaran positivas, a otros territorios en ambos países.
El sistema actual de la dehesa es cada vez menos rentable, por eso es necesario buscar producciones alternativas, reorientar el uso del agua, complementar la masa arbórea de encinas y alcornoques con otros vegetales que se adapten bien al entorno y sean productivos.
Además, hay que convertir la dehesa en un centro que genere productos ecológicos para lograr un mayor valor añadido.
Un millar de hectáreas presididas por el castillo medieval de Noudar, bañada por el río Ardila, donde pastan terneros de “garvonesa” -raza en peligro de extinción-, y en la que se refugian especies amenazadas como la cigüeña negra, que ven cada invierno cómo los cerdos ibéricos engordan a base de bellota durante la afamada montanera del porcino.
El agua y la dehesa
La escasa pluviometría, que se acrecienta cada año, es uno de los problemas más acuciantes de la dehesa y, a su vez, es necesario implantar una gestión del agua mucho más eficaz para introducir nuevas especies arbóreas que favorezcan al entorno natural y “generen riqueza” para el agricultor.
Diogo Nascimento trabaja en la búsqueda de nuevos modelos de producción para adaptar la dehesa al cambio climático en el proyecto “Life Montado-Adapt”, que cuenta con dieciséis socios de Portugal y España y una inversión de 3,4 millones de euros, de los que más de dos millones proceden de financiación de la UE.
“El cambio climático es una amenaza que tenemos, hay escenarios de que en este territorio (Alentejo, Norte Huelva y sur Badajoz) la temperatura media anual subirá hasta 2100 un grado y medio”, explica Diogo, que es el coordinador de EDIA, la empresa pública lusa de Desarrollo e Infraestructuras del lago Alqueva, dueña de la finca Herdade da Coitadinha.
Las previsiones tampoco son nada halagüeñas en cuanto a la pluviometría: “las lluvias que tendremos también disminuirán. En Barrancos tenemos una media de 500 metros cúbicos al año y hay escenarios desarrollados por investigadores que trabajan en las alteraciones climáticas que nos predicen que vamos a tener menos lluvias, más concentradas y que de 500 pasaremos a 350 metros cúbicos” a finales de este siglo XXI.
Los diagnósticos apuntan a que en las próximas décadas habrá especies forestales de la dehesa que ya no toleren dichos índices de calor y nivel de lluvia, por lo que “en este proyecto estamos estudiando cómo adaptar la dehesa al cambio climático”.
No sólo como ecosistema, sino que también hay que compatibilizar la preservación natural del hábitat de dehesa con la rentabilidad de las explotaciones para que sean productivas y, a la vez, fijen población en el medio rural de la península ibérica, en su mayoría muy despoblado.
Nuevos métodos de producción
Los suelos de la dehesa están, en su mayoría, sometidos a mucha presión, tanto agrícola como ganadera, motivo por el que es necesario definir nuevos modelos de explotación para compatibilizar la rentabilidad con la preservación.
“La dehesa no está en extinción”, dice Diogo Nascimiento, pero “hay que proteger el suelo”.
En el último medio siglo los agricultores y ganaderos no tuvieron entre sus preocupaciones la preservación de la fertilidad de los suelos en los entornos de la dehesa, y eso que “el suelo es el factor principal, porque es el soporte de las plantaciones”.
Está claro, insiste, “si no tienes un suelo fértil, no vas a tener un sustrato que pueda soportar tu plantación”.
El suelo no puede estar expuesto, tiene que haber un “gradeo” (arado mecanizado) mínimo y muy poco profundo para evitar su erosión, argumenta Nascimento.
Entre los ejemplos piloto que han puesto en marcha, la plantación de 250 alcornoques en una superficie de 1,2 hectáreas de la Coitadinha.
La extracción del corcho es una de las actividades más rentables de la dehesa, sobre todo en la zona más oeste de la península ibérica.
El corcho se extrae del árbol cada nueve años, aunque la primera extracción en un árbol joven no se puede realizar hasta los 25 ó 30 años. Por eso, en la Coitadinha quieren desarrollar un método que reduzca estos plazos.
José Carlos Ruivo es el encargado de regar durante tres horas diarias los 250 alcornoques, cuya plantación -que se realizó hace 5 meses- tuvo un índice de éxito del 75 % de los árboles.
Para que la primera extracción de estos plantones se pueda hacer cuando los árboles tengan unos quince años, han decidido que, en vez de crecer bajo un sistema de secano, usarán agua para acelerar su proceso vegetativo.
“Los regamos 3 horas al día y cada planta recibe una media de 15 litros diarios”, apunta Ruivo.
Además, han logrado rentabilizar el agua mediante un sondeo que dispone de una bomba solar.
Otra de las acciones piloto se centra en mantener la hierba de los pasos en la nueva zona de alcornoques con un doble fin: preservar la humedad y las propiedades del suelo.
Gata, Extremadura
La Dehesa Boyal de Villasbuenas de Gata, pueblo español del norte de Cáceres, es otro de los centros experimentales del proyecto, donde se han creado una serie de “mosaicos” forestales con diferentes especies, como alternativas de producción al actual sistema de dehesa.
Entre los experimentos, la plantación de tagasaste (“Cytisus proliferus”), un arbusto que es originario de las Islas Canarias, “muy interesante, porque puede dar comida al ganado en época en que no la hay”, explica el teniente de alcalde de Villasbuenas de Gata, Luis Mariano Martín.
Esta planta, que ya se usa en otras zonas del planeta como Australia para proveer de forraje al ganado, “tiene muchas proteínas y vitaminas y por eso estamos haciendo una pequeña prueba con ella”.
“Hay vida más allá del olivo”, asegura Marín, en relación a que la producción de aceituna de Extremadura y el Alentejo pueda ser compatibilizada con otras alternativas.
Por eso han creado plantaciones de avellanos, de almendros o de castaños libres de la enfermedad de la tinta, entre otros, para comprobar su adaptación y rentabilidad, junto con unas áreas en las que han iniciado la plantación de matorrales de frutos rojos, especialmente el de arándanos.
“El objetivo es buscar alternativas que sean viables para que la gente se pueda quedar a vivir en la Sierra de Gata (norte de Cáceres) y también buscamos que las fincas (dehesas) abandonadas las podamos sembrar, que no estén llenas de zarzas y monte bajo, porque al final los incendios se propagan por ellas”, concluye el edil.
Ecología y turismo
El nuevo concepto de dehesa busca un modelo basado en la ecología y ve en el turismo otro eje de desarrollo.
Una de las dehesas socias del proyecto, la Herdade Freixo do Meio (Hacienda Fresno del Medio), ubicada en la comarca lusa del Alto Alentejo, ha creado una serie de productos ecológicos novedosos basados en el valor añadido de la bellota.
En su tienda “online” se pueden adquirir pan y tostas de bellota o carnes de vacuno, ovino y porcino, siempre con la certificación de ecológico.
Diogo Nascimento recuerda que la ecología está reñida con el uso de los productos fitosanitarios, algo que agradece todo el hábitat de la dehesa.
El uso de los herbicidas es muy nocivo para los ciclos vegetativos y animales, ya que se reduce la avifauna de la dehesa y, en definitiva, se altera su ecosistema.
El turismo es otro de los retos que supondrá un valor añadido a la explotación de la dehesa.
Un paseo entre encinares, el sol que se esconde entre el río Ardila y el castillo de Noudar o la sinfonía de un reclamo de perdices mientras José Carlos Ruivo riega los alcornoques al atardecer forman parte de los parajes más autóctonos de la península ibérica.