Cuando España pasó hambre
En su poema “El hambre” pidió Miguel Hernández “Tened presente el hambre: recordad su pasado” y con ese espíritu un grupo de 16 historiadores, coordinados por Miguel Ángel del Arco, han compuesto el volumen “Los 'años del hambre'” (Marcial Pons) en el que revisan las penurias de la posguerra española.
Palabras que fueron de uso corriente en generaciones anteriores, como “cartillas de racionamiento”, “estraperlo” o “pan negro” marcan las aportaciones de estos historiadores que han investigado las consecuencias económicas de la autarquía, el aprovechamiento de las necesidades básicas para el sometimiento político, el desempeño del denominado Auxilio Social, la autoexculpación política del régimen y hasta la delincuencia generada por el estado de extrema necesidad.
También director de la colección de Historia Contemporánea de la granadina editorial Comares y profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada, Miguel Ángel del Arco ha señalado que aunque el periodo conocido como “el primer franquismo”, el que transcurre entre 1939 y 1951, ha sido el más transitado por la historiografía, a su juicio incluso más que el de los últimos años de la dictadura, curiosamente “existe un cierto vacío” sobre el estudio del hambre.
Del Arco ha asegurado que cuando se consulta la documentación de esa época o fuentes históricas como los archivos provinciales y municipales es fácil encontrarse con “la presencia silenciosa” del hambre, desde las circulares de los gobernadores civiles hasta la correspondencia de los ayuntamientos o las numerosas peticiones de vecinos que reclaman cualquier favor ante situaciones de necesidad.
El propio Del Arco abre el volumen con una revisión de las hambrunas que afectaron al periodo de entreguerras que en pleno siglo XX asolaron algunas poblaciones de Europa para concluir que lo sucedido en la posguerra española fue “una auténtica hambruna”.
La investigación de Rubén Leitao Serém se centra en la actuación del general Queipo de Llano en Sevilla para concluir que “las políticas de saqueo y de expolio contra los republicanos” revelan “cómo desde un principio la economía y las condiciones de vida fueron armas en manos de los sublevados para castigar a los que se oponían a su proyecto antidemocrático, condicionando su existencia y su futuro”.
Del Madrid republicano se ocupa la historiadora Ainhoa Campos Posada, quien explica “cómo el hambre y el abastecimiento se convirtieron en elementos claves para moldear las actitudes políticas de la población” y la “paradoja” de que tras la victoria las condiciones alimenticias de la población empeorarían “de forma dramática y comenzarían a producirse las muertes por inanición” .
Hambruna y miseria en la región
Para reflejar lo sucedido en el mundo rural, Sergio Riesco y Francisco Rodríguez se centran en Extremadura, donde se registró un desplome de la producción agrícola, un hundimiento de los salarios y una “miseria generalizada”, mientras que Claudio Hernández analiza el discurso auto-exculpatorio del régimen y concluye que, aunque hubo críticas sobre todo a la Falange, a la Comisaria de Abastecimientos y Transportes y a la Fiscalía de Tasas, la propaganda del régimen, que ofrecía cualquier mejora socioeconómica como un éxito, tuvo su efecto en la percepción de buena parte de sus apoyos sociales.
Alejandro Pérez-Olivares, que centra también en Madrid su estudio del racionamiento y el abastecimiento, concluye que ambos fueron “dos elementos de control social de la población en manos de la dictadura, permitiéndole prevenir el cuestionamiento del orden establecido”, mientras que Francisco Jiménez Aguilar se ocupa del Auxilio Social, institución falangista que desde la guerra civil estuvo a cargo de la mayor parte de la distribución de alimentos entre los más necesitados para concluir que pese a la tenacidad de la lucha contra el hambre de la que alardeaba el régimen este sistema “se vio desbordado”.
Entre las aportaciones más curiosas de este conjunto de investigaciones figura la de Lázaro Miralles Alted, quien analiza la delincuencia de la época fijando el foco en dos barrios de la ciudad de Granada, el Albaicín y el Sacromonte, y al describir la actividad delictiva de los vecinos de estos barrios populares asegura que esa actividad fue un modo de escapar del hambre, como demuestra el extraordinario aumento que se registró de robos y hurtos, principalmente de alimentos, en los años cuarenta comparado con las décadas posteriores.
0