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La experiencia italiana

Juan Carlos Monedero, Luis Alegre, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Carolina Bescansa, en la Asamblea de Podemos en Vistalegre I. / Marta Jara

Miguel Álvarez García

Soy un firme partidario de la unión de la izquierda. Me considero un luxemburguista puro. Por lo tanto, lo que más quisiera para mi país sería un largo periodo democrático, más de una legislatura, que hiciese de España una democracia avanzada, no solo en lo social, sino en otros campos que demandan actuaciones urgentes, algunas muy perentorias.

Ahora bien, y con ello expreso una opinión muy personal con la que mucha gente que sigue lo que escribo seguramente no estará de acuerdo. Pienso que no es posible un acuerdo con Iglesias sobre las bases que él propone. Sería un grave error aceptar sus planteamientos. Iglesias no es alguien que pueda sujetar su protagonismo sin límite. Podemos, mejor dicho, la pareja gobernante de Podemos, ha tirado por la borda a todos aquellos que conformaron un proyecto atractivo en el momento de su fundación. Han ido saliendo del partido personas muy válidas en un proceso muy claro de cesarismo creciente que ya se apuntaba en Vista Alegre I.

Podemos liquidó los círculos en Vista Alegre I y con ello el debate abierto, aquel que no es mediatizado por la dirección. De ese modo los debates fueron sustituidos por una serie de consultas o referéndums digitales que no son más que procesos de encaminamiento y direccionamiento de la opinión. Solo la dirección realiza preguntas a los inscritos (en la práctica en Podemos no existe el militante).

La acción siguiente fue la marginación y el ostracismo de aquellos dirigentes de primera hora que expresaban diferencias con el núcleo dirigente que prácticamente ha quedado reducido en la actualidad a una especie de pareja monárquica que establece un sistema de culto a la personalidad como esencia del movimiento. De ahí a la secta como organización solo queda un tímido paso.

Para mí ya no es un partido, porque no obedece a los procedimientos que los caracterizan. Es una estructura de poder personalista sin contrapeso alguno en su interior que mantiene una confederación con los Comuns en Cataluña, un partido diferente con una hoja de ruta propia que pasa por una estrategia claramente secesionista a largo plazo (es lo que diferencia al partido de Colau de JxS y Esquerra).

Ni siquiera podría confiarse en el Podems catalán - de reducidas dimensiones- que como sabemos es dirigido por Asens, diputado en el Congreso y confeso independentista.

Un gobierno en esas condiciones estaría condenado desde el primer día al fracaso y más cuando la sentencia sobre el Proces sea conocida, piedra angular en la discrepancia entre PSOE y Podemos y problema clave de nuestro país. ¿Cuánto tiempo tardaría un Iglesias ministro en visitar a los presos en Lledoners o en expresar públicamente, al margen del gobierno y de su presidente la conveniencia de un indulto inmediato?

No he de negar que estos acontecimientos me producen mucha frustración, pero el posicionamiento de “yo y quien yo diga” de Iglesias es incompatible con el posible gobierno de coalición. Todo esto me recuerda mucho a Italia con un jefe del gobierno del que muy pocos saben su nombre y un ministro del interior, Salvini, megalómano, que hace política a golpe de titulares y exabruptos.

No es extraño que Iglesias repita su jugada del pasado. Sigue la estela que ya marcó Anguita que consideraba mejor que gobernara la derecha antes que los socialistas en solitario.

El PSOE no puede ni debe ceder ante esas peticiones.  Cualquiera que me haya seguido sabe de primera mano que para nada contemplo un gobierno con la derecha ni por acción ni por omisión. Tampoco eso. La ciudadanía tendrá que elegir otra vez y comprendo que mucha gente mande hacer puñetas a la clase política. Lo entiendo, pero créanme, un gobierno con un Iglesias, una Montero, un Echenique o un Mayoral en Moncloa acabaría con las posibilidades de mejora de este país por décadas.

¿Solución? En el caso de seguir las cosas así y en Septiembre o Noviembre, cosa no deseable, el gobierno de izquierda debería producirse a partir de la experiencia italiana, la que se ensayó frente a Berlusconi. Sería una solución momentánea, de usar por una sola vez para solventar problemas muy urgentes. O eso, o resignarse para muchos años con un gobierno de derechas.

 

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