‘La Manada' no son cinco hombres
El caso de ‘La Manada’ ha generado una reacción social que no podemos obviar. Tras conocerse la resolución judicial que condenaba a nueve años de prisión a los cinco hombres que violaron en 2016 a una joven durante las fiestas de San Fermín, la reacción espontánea ha sido salir a la calle como protesta al no haberse fallado bajo la pena de violación y sí como abuso sexual. Durante todos estos días los medios han debatido y escudriñado la diferencia entre un delito y otro, mientras que la respuesta del feminismo trataba de denunciar la decisión judicial por estar desprovista de cualquier atisbo de tener en cuenta el contexto del delito desde una perspectiva de género.
En España las denuncias por violación se han incrementado en un 11,3% lo que supone cuatro violaciones diarias. Aunque ahora se denuncian más los delitos relacionados con abusos sexuales sigue siendo un porcentaje mínimo respecto a las que realmente se producen, por lo que veremos aumentada esta cifra si no tomamos medidas efectivas que puedan paralizar el incremento.
La respuesta social ha suscitado una oleada de protestas generalizada que ha supuesto una reacción política instantánea e incluso se han iniciado peticiones solicitando la inhabilitación de los magistrados que llevaron el caso. Ha hecho falta la agitación social “desmedida” para que las reivindicaciones feministas tomaran protagonismo pero, llegados a este punto, habría que plantearse una serie de cuestiones que deberíamos analizar para que esa protesta no quede disipada entre tanto alboroto social. ¿Es la reforma del Código Penal lo que se solicita? ¿Es la inhabilitación de los jueces del caso de la violación múltiple de San Fermín ? ¿Quizá la modificación de la sentencia? ¿Se debe legislar bajo la presión y el populismo de un caso concreto?
Desde una mirada feminista me atrevería a decir que la atención no debería focalizarse en esta víctima ni estos victimarios; ‘La manada’ es un estructura bajo un sistema social que ha naturalizado el abuso y la violación como representación sexual, corresponde a una deformación en los modelos afectivos y es el resultado del contrato sexual que tienen que seguir pagando las mujeres como herencia de la cultura machista. Lo que se reivindica es la libertad sexual femenina y que el resultado formule un cambio generalizado y transformador de cara a una educación sexual más igualitaria.
Estadísticamente las violaciones en grupo se producen por hombres jóvenes. La intencionalidad de este tipo de abuso tiene como objetivo humillar y someter a la víctima por encontrarse en una situación de vulnerabilidad e indefensión; busca instaurar el miedo y obliga a la subordinación de la mujer, a la cual consideran inferior ratificando de esta manera la masculinidad a través del abuso de poder. La colaboración entre varios hombres es una respuesta a la socialización construida con el fin de someter física y psicológicamente a la víctima. La violación es una herramienta de control.
Diez violaciones en grupo este año
En lo que llevamos de año se han podido registrar más de una decena de violaciones en grupo. El mismo día en el que se hacía pública la sentencia de ‘La Manada’ una mujer de veinte años denunciaba una violación en grupo en las fiestas de Vejer de la Frontera; sin embargo, apenas ha tenido trascedencia ni se ha obtenido la misma respuesta social y política.
Días atrás no encontramos con la escalofriante noticia de las violaciones a tres menores escapadas de un centro, por parte de diez hombres en Alicante. Ninguna de estas dos noticias ha tenido la repercusión que la que se produjo en San Fermín con ‘La Manada.
Posiblemente estemos contribuyendo al soterramiento de la problemática abarcando y justificando la reivindicación bajo la causa de una sola mujer. Si estamos exigiendo que el Estado proteja a la víctima, es coherente que se actúe con la misma responsabilidad dejando de abanderar su desgracia en favor de los derechos colectivos. Sin darnos cuenta revictimizamos a esta mujer una y otra vez ya que se lleva siguiendo su caso desde hace dos años con máximo interés.
San Fermín es una “fiesta” reconocida mundialmente en la que participan millones de hombres y mujeres que cuenta con un gran despliegue televisivo. Desde hace varios años el Ayuntamiento de Pamplona invierte en protocolos de actuación y sensibilización contra los abusos sexuales; se podría decir que es una de las “fiestas” con mayor inversión en mecanismos y medidas de concienciación contra los abusos sexuales.
El alcance mediático de la agresión fue casi inmediato siendo portada de diarios y la noticia con la que abrieron múltiples telediarios.
Son pocas las veces en la que analizamos la manipulación de los medios de una manera crítica y no sorprende la densidad del alcance de este caso teniendo en cuenta que el suceso ha copado muchas horas y días los programas.
Los hábitos de consumo social están marcados por los avances tecnológicos y los masivos medios de comunicación ejerciendo gran influencia a través de las imágenes, la publicidad, el lenguaje y los programas, potenciando su impacto en la red ya que internet es el medio más consumido junto con la televisión. Ante la demanda social ávida de deseo y/o necesidad, los medios establecen criterios que garanticen la supervivencia del consumo invirtiendo en el producto, de esta manera satisface las necesidades del individuo que cree estar siendo atendido, clara evidencia de un carácter un tanto hedonista.
Desde hace varios años estamos asistiendo a un estado generalizado de disconformidad social debido a la situación política y económica en la que nos encontramos. Este estado de divergencia y discrepancia ha ido in crescendo hasta producirse el hostigamiento y la respuesta masiva popular.
En el caso de ‘La Manada’ se ha hecho muy evidente, sumado al repunte de los últimos tiempos del movimiento feminista que ha conseguido hacer llegar un mensaje de unión y solidaridad hacia la víctima. Pero la sentencia de San Fermín no es la única ni la más llamativa en cuanto a resoluciones que tienen que ver con cuestiones de género, ni tampoco es una denuncia nueva para el feminismo; por tanto, todo el interés creado puede estar propiciado por la necesidad social retroalimentada por los medios que lo ofertan.
Lo que sí debemos leer, más allá de que la respuesta haya podido ser exorbitante, es la necesidad de que se produzca un avance cultural y de pensamiento en la sociedad. Lo que demanda el feminismo es un estado de repleción por el menosprecio ante el intento de medro de la demanda femenina contemporánea basada en la idea de deseo y no de supeditación. Sin duda, la respuesta feminista, más allá de la demostración de una sentencia, se trata de un grito unánime contra la sentencia social con la que han sido juzgadas históricamente las mujeres por su sexualidad y el abuso de la misma.