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Viviendo la sexta gran extinción en Extremadura

Cernícalo primilla

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El pasado 29 de julio, el planeta entró en déficit ecológico. Según Global Footprint Network ese día la humanidad agotó para este 2021 los bienes naturales que nuestro planeta es capaz de regenerar en un año. 

Es algo que nos afecta como humanidad, de forma global, aunque vivamos en países empobrecidos que no contribuyen tanto a la sobreexplotación del planeta, o aunque viviendo en países del llamado primer mundo, que son los que más recursos acaparan. 

Claramente, la vida no es justa. Por eso nos toca hacer un esfuerzo personal, en el día a día, para no ser parte del problema. 

Como persona vegana que no tiene automóvil y que no viaja en avión en los últimos años, mi huella ecológica ha disminuido bastante, y según la aplicación de Global Footprinter Network este estilo de vida personal, bastante cómodo y alegre, aunque ciertamente urbanita, es sostenible. Yo habré agotado los bienes naturales que el planeta puede recuperar este 2021, el 24 de enero de 2022. No está mal, puede decirse que hago mi parte, aunque ya sabemos que el cambio que necesitamos es global, no solo por parte de las personas, también por parte de las industrias y de los gobiernos. 

Debo aclarar que no me pone triste saber que voy a compartir la suerte del resto de la humanidad si la cosa no cambia. Lo doloroso, para mi, es saber que hay en el planeta seres absolutamente inocentes, con estilos de vida absolutamente sostenibles, que pagan con su propia vida nuestros desmanes. Y es que la biodiversidad mundial ha disminuido alarmantemente en medio siglo: más de 25.000 especies, casi un tercio de las conocidas, están en peligro de desaparecer. 

Hace dos años, en julio de 2019, SEO/BirdLife dio una voz de alarma para Extremadura. La ONG especializada en aves, hizo un estudio sobre el panorama regional. Uno de los puntos fuertes de la región es la diversidad de las aves que la habitan, ya sea de forma permanente, o en momentos de sus ciclos vitales.

En el 2019, Juan Carlos Atienza, responsable de Gobernanza de SEO/BirdLife hacía unas declaraciones rotundas: “aunque contamos con la legislación suficiente para frenar esta pérdida de biodiversidad, no lo estamos haciendo. Se trata por lo tanto de una ausencia de voluntad política”.

Y pedían entonces, medidas valientes en nuestra región. Como dotar a la Dirección General de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura de los medios materiales y humanos necesarios, especialmente en cuanto a técnicos de conservación, de evaluación de impactos y agentes de medio ambiente. Argumentaban que en 2019 nuestra comunidad autónoma estaba muy lejos de cubrir las necesidades a las que nos enfrenta la crisis climática. 

Pedían actualizar el Catálogo Regional de Especies Amenazadas de Extremadura, que es de 2018, y aún así ya en 2019 la entidad lo consideraba obsoleto, pues no incluye varias aves esteparias con graves tendencias negativas como la avutarda, el aguilucho cenizo, el cernícalo primilla, la carraca europea, y las gangas ibérica y ortega. Seguramente el cernicalo primilla, por ser un ave urbana, se encuentra más cercana al corazón de las gentes extremeñas

Como ecologista sé que la percepción de la mayoría de la gente es que queremos “quedarnos” con todo el campo, pero ahora mismo ampliar las zonas de protección es una estrategia exitosa para poner freno a la emergencia climática que estamos viviendo. Y la realidad es la contraria, la humanidad se ha quedado con todo el campo, y el planeta se agota. Debemos ponernos límites, debemos poner límites a nuestro deseo desmedido de administrar la Tierra.  Tener más zonas de estepa y zonas de dehesas dentro de la Red Natura 2000 es fundamental para ser parte de la solución al problema, y hacerlo con unas normas firmes de intervención para impedir que proyectos mineros a cielo abierto, o macroproyectos de energías renovable, o monocultivos que afectan a la diversidad, pongan en peligro los ecosistemas, sobre todo en una región donde los incendios veraniegos se suceden sin parar. Más zonas protegidas no solo son un hogar seguro para los insectos y las aves, si no una garantía para que no agotemos los recursos hídricos. Es triste tener que recordar que sin agua no hay vida, y que somos, de todos los animales mamíferos, los que más agua necesitamos para vivir. 

De entre todas las medidas que proponía SEO/Birdlife hace dos años, creo que hay dos a las que debemos atender como sociedad, y nuestra presión hará que el gobierno se ponga manos a la obra. . 

“Garantizar la coordinación del Plan de Desarrollo Rural con el  Plan Estratégico de la PAC dando apoyo a los sistemas de mayor valor ambiental en las dehesas y en las llanuras de secano (porque el secano también tiene su valor en la sostenibilidad planetaria). Se requiere alinear todas las políticas del Estado para no destruir nuestro verdadero patrimonio, el patrimonio natural.”

Y fomentar la naturalización de las escuelas, porque será la infancia de hoy la que pague nuestros desmanes pasados y presentes, y debe estar preparada para afrontar otro estilo de vida para garantizar su futuro. Se lo debemos. 

El escenario es el siguiente: Se estima que “un tercio de los corales, de los moluscos de agua dulce, de los tiburones y de las rayas, un cuarto de todos los mamíferos, un quinto de todos los reptiles y un sexto de todas las aves se dirigen a su desaparición” Elizabeth Kolbert (autora La sexta extinción, ganador del premio Pulitzer en 2015) 

No les pido que se hagan ecologistas, eso es opcional, pero si que sean egoístas inteligentes, eso es imperativo para no morder la mano que nos da de comer. 

Estos días, leyendo “El clamor de los bosques” de Richard Powers (premio Pulitzer en 2019), me he dado cuenta de que pocas veces nos hacemos las preguntas correctas. La pregunta no es ¿Qué hace Extremadura por nosotros?, la pregunta correcta es ¿Qué hacemos nosotros por Extremadura?

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