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¿Nueva Transición o Asamblea Constituyente?

Juan Carlos Vila, Equo Extremadura

Aunque pueda pensarse que son lo mismo, realmente nos enfrentamos a una bifurcación en el camino de la evolución política de España como estado que precisará de un trabajo acelerado en lo referente a la confluencia política.

El modelo Constitucional de 1978 está agotado. La Transición murió antes de terminar. Estas dos ideas son desde las que parto basándome en los cambios constitucionales de la Ley de Partidos y en la modificación del Art 135 de la Constitución por una lado, y de la actitud de la clase política y de los partidos hegemónicos (PP y PSOE fundamentalmente) en el camino recorrido desde el comienzo de la crisis económica de 2008. La Constitución del 78 muere asesinada por sus propios autores, y abandonada a su suerte por quienes la sancionaron con su voto.

Yo tenía 15 años y despertaba a la conciencia política, pero recuerdo que la comparaba con la anterior y con las constituciones de países latinoamericanos y encontraba unas grandes trazas de miedo y renuncia, que no voy a juzgar, pero si evidenciar porque es algo que el 23F dejó bien claro. Y no las juzgo, porque creo que el diálogo, si no hubiera estado vigilado hubiera sido fructífero, y esa es la enseñanaza positiva que me gustaría rescatar; el diálogo para alcanzar acuerdos no precisa sintonía absoluta previa, y muchas veces sólo necesita de la voluntad de dialogar. La sinergia viene después, es un efecto, no una premisa. La diferencia se reencuentra, en el diálogo.

Pero la traición a los principios constitucionales que implican las dos modificaciones legales que mencionaba solo pueden llevarnos a la constatación no solo de la defunción de la Carta Magna, sino a que sucede a manos de una sociedad en la que sus políticos están secuestrados en la rueda sin fin de sus puertas giratorias, y las ciudadanas estamos atrapadas en la inercia de la inseguridad económica. Eso se comienza a romper el 15M, pero el camino desde ahí hasta hoy es el que precisa encauzarse hacia una Nueva Transición o una Asamblea Constituyente.

Reformar la del 78 es un proceso arriesgado por varias razones, pero fundamentalmente es insuficiente. Parchear una norma que ya ha sido vulnerada en su base misma, y que ha servido de herramienta política según el signo del partido gobernante y de sus intereses, no puede llevar a nada positivo en el futuro a medio plazo. Y debemos hacernos una pregunta que tiene que ser clave en la senda que decidamos tomar; ¿Queremos realmente buscar dotarnos de una norma que nos sirva durante un periodo largo de tiempo, que mejore el desarrollo de los derechos fundamentales de las personas? ¿Queremos atrevernos a asomar nuestra mirada a un mundo mejor?

Cualquier proceso constituyente implica un trabajo de al menos dos años en los que poder llevar la voz de todas las personas hasta el momento de la redacción final. Un esfuerzo de diálogo civil, de asunción de que las diferencias potencian, de ilusión en un futuro mejor. Asomarnos a la senda de conformar una Asamblea Constituyente, implica tomar las riendas de la actualización de la estructura de estado, de respeto y cumplimiento de los derechos fundamentales, y de garantía de la participación ciudadana en la construcción del marco de convivencia y cooperación.

Y todo esto como un nuevo paso hacia modelos aún más participativos donde el estado vaya desapareciendo en favor de fórmulas más cooperativas y comunitarias de vida, conciliadas con nuestro entorno vital, respetuosas de las diferencias, todas las diferencias.

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