Veremos
Durante el mes de diciembre pasado tres sondeos situaban a Podemos como tercera, segunda y primera fuerza política en intención de voto. PSOE, PP y Podemos están tan cerca que es lógico que cualquier sesgo en el cocinado de las encuestas incline la balanza hacia uno de ellos. A un año de las generales, a poco más de cuatro meses de las autonómicas y municipales y con un partido como Podemos, que no ha concurrido a ninguna de las tres elecciones, es lógico el baile en los cajones del podio electoral. Es posible que sea necesario recurrir a la “foto finish”, aunque no parece muy aventurado predecir una caída espectacular en el PP y el sostenimiento a la baja del PSOE. Todos los demás quedan como fuerzas testimoniales, que apenas sobrepasan el 5%, aunque por la dispersión del voto los más perjudicados sean los de estructura nacional, como UPyD e IU. VOX parece no contar y Ciudadanos, pese a la simpatía y alta valoración de su líder, aún está sin catar. Así, si se confirma la tendencia, Podemos es la única novedad electoral y la que rompe el bipartidismo alternante que han mantenido PSOE y PP.
Pero Podemos se reserva para las generales y, en una extraña pirueta circense, quiere participar sin que se le vea excesivamente en las municipales y autonómicas, donde curiosamente tiene una intención de voto creciente, a pesar de carecer aún de estructura política, programa y candidatos. ¿Fe ciega en la novedad o hastío de lo que hay? El problema para Podemos es que puede tener más intención de voto que voto real porque, sin asiento básico en los municipios, apenas recogerán para las autonómicas un voto testimonial. No es fácil conseguir que el elector mayoritario elija dos papeletas diferentes y vote a una opción para su ayuntamiento y a Podemos para las autonómicas. Y el tema se complica aún más si están vendiendo la marca Podemos y después concurren con otro nombre. Eso solo es posible en el País Vasco donde los radicales tienen un voto muy fidelizado y da igual que concurran como Herri Batasuna, Bildu, Sortu...
En apenas un año serán las elecciones generales, en las que, más de lo mismo, tendrán serias dificultades para lograr el voto real si en las municipales y autonómicas no tienen en ayuntamientos y parlamentos regionales un asiento efectivo. Me temo que la predicción de Julio Anguita, “Podemos puede ser flor de un día”, no es descaminada, porque el electorado está hastiado de lo que hay, pero a la hora de la verdad y cansado de esperar, puede dejar a Podemos en un “veremos”. Para las municipales y autonómicas apenas tienen tiempo y el poco que tienen lo están perdiendo en discutir sobre el sexo de los ángeles. Y las generales no son las europeas pasadas, en las que concurrieron incontaminados, como fuerza de choque contra la corrupción imperante y cogiéndolos a todos con el paso cambiado.
Ahora los cañones de “la casta” apuntan hacia ellos y, después del desconcierto inicial, están ajustando sus coordenadas para un fuego que puede resultar mortífero para la nueva formación. “La casta” reacciona, se está desperezando y el resultado de la metralla ya lo conocen Iñigo Errejón, Tania Sánchez y su pareja, el propio Pablo Iglesias. “Donde las dan las toman”, dijo descaradamente un contertulio, que se caracteriza por defender posiciones de extrema derecha. El año electoral va a ser un órdago permanente y antes de llegar a las generales del próximo diciembre habrán analizado incluso las fotos de la primera comunión de todos los de Podemos. Y si para entonces, cosa lógica, han surgido discrepancias en los grupos municipales y autonómicos, el eco mediático será atronador contra ellos. Espabilan o morirán en el intento. O sin intentarlo.
Oigo campanas de que se están elaborando encuestas en Extremadura y que este mismo mes conoceremos el resultado de las mismas. Puede resultar una avanzadilla muy aproximada de lo que finalmente ocurrirá el 24 de mayo porque la legislatura está prácticamente concluida. Si hacemos lecturas un poco arriesgadas, es evidente el nerviosismo en los actuales responsables de la Junta de Extremadura, aprovechando a la desesperada hasta una salutación navideña para barnizar la dura realidad de una gestión basada durante cuatro años en el ruido de tapaderas al caer. Se percibe más sosiego en Fernández Vara, que parece estar convencido de que no tiene que empujar a Monago porque éste se empuja solo. ¿Sabrá aprovechar Podemos el río revuelto? Veremos.