Tres programas por el coste de uno
Igual que solo el necio confunde el valor y el precio, como decía Juan de Mairena, tampoco precio y coste son la misma cosa aunque parezcan ser el mismo hecho visto desde los dos lados de la producción: Un producto cuesta la suma de los elementos que lo integran y vale lo que alguien esté dispuesto a pagar por ese producto. Y a veces no hay beneficio para nadie porque el producto no cumple las necesidades del cliente. Bastante sencillo todo.
¿Y qué hago yo hablando de mercadotecnia con lo que cae? Pues a esto me lleva la situación política de estos días atrás en Extremadura. Resulta que el presidente Monago afirma haber cumplido el programa de su partido, el PP, en un alto porcentaje, igual que ha hecho lo mismo con el del PSOE y cerca del 50% del de IU, pese a que fue IU quien al abstenerse propició que el PP gobernara con su mayoría relativa. En pura lógica parlamentaria eso habría llevado a que esos porcentajes de “cumplimiento del programa del prójimo” hubieran sido más generosos con el de IU que con el del “partido rival”. Pero eso no es lo esencial en lo que yo quiero decir hoy. Estos productos, estos programas, cuestan más de lo que valen
Si se han cumplido los tres programas que resultaron con alguna representación en las elecciones de 2011 y Extremadura sigue en la postración que tiene, el coste que supone para Extremadura la falta de un “Plan Extremadura” que fuera compartido por todos y cada uno de sus representantes electos a la hora de trazar un proyecto de futuro y no de extinción de esta comunidad, es demasiado grande. Y ese riesgo de desaparición es el precio de esta ceguera que mantienen las fuerzas políticas en presencia, que no saben superar el cainismo histórico que parece condenarnos.
Quienes me conocen o me hayan leído saben que vengo defendiendo, tanto en mi trabajo diario como en lo que escribo, que Extremadura está por encima de las opciones políticas concretas y que nuestra tierra seguirá estando aquí cuando ni rastro quede de los “partidos” que la “vertebran” hoy. No necesitamos tres programas ni treinta, cuando su cumplimiento ni siquiera depende de esta Asamblea sino mucho más, como ya está probado en décadas, de decisiones de cualquier jefe de negociado de un ministerio en Madrid para el que Extremadura es ya una insignificancia estadística y un territorio en el que cualquier cosa que se haga será atacada por los del partido “contrario” al que esté mandando en ese momento en una u otra capital. Una tierra en la que las obediencias partidarias son más importantes que la fidelidad al propio pueblo extremeño que ahí los coloca, no para discutir entre ellos sobre quién se lleva la prebenda, sino para colaborar desde sus distintas sensibilidades y capacidades para que Extremadura salga del marasmo en el que está.
Un carro metido en un lodazal no saldrá si tira el buey de la derecha mientras el de la izquierda recula: Dará vueltas sobre si mismo hasta hundirse y ese es el estado de la cuestión. Un plan de regeneración para Extremadura y una dirección clarividente y decidida o no salimos. Quien ofrezca eso desde una perspectiva radicalmente democrática tendrá mi voto. Una visión que ayude a modificar incluso las actitudes disgregadoras y las incomprensiones entre “capital” y “trabajo”, conceptos ambos que en Extremadura también se modulan en claves muy poco “autónomas”.
La excepcionalidad en la aplicación del artículo 135 a Extremadura (de la que he escrito ya varias veces), la insoportable situación en infraestructuras, las relaciones laborales sometidas a un marco inapropiado que asfixia a las pymes, la ausencia de inversiones productivas públicas o privadas, los problemas del despoblamiento y la pérdida de atracción para el crecimiento de la población por la ausencia de expectativas no son problemas que pueda abordar ningún “partido” sólo. No. Se trata de plantear una Extremadura frente a todos los que la quieren hundir y no de “estar todos enfrentados en Extremadura”. Si esa era la intención de Monago en este debate, tengo que decir que no lo he entendido así y que en estos casi cuatro años no se ha avanzado en la concienciación plena que Extremadura necesita por parte de todos los que aspiren a representarla. Con partidos teledirigidos desde Madrid no se puede conseguir ese consenso.