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“Los voluntarios somos la voz de los olvidados”

Patricia Sierra a la derecha con una joven refugiada

Elisa Blázquez Zarcero, periodista, Plataforma Refugiados Cáceres

¿Qué puede llevar a una mujer joven, vital, con un trabajo agradable y una vida plena,  a cambiar unas  vacaciones a Nueva York con las amigas  por unas semanas  en un campo de refugiados?

Es lo que hizo Patricia Sierra, profesora de Educación Física en Cañaveral,  tras seguir acongojada durante unos meses,  las noticas que ofrecía la televisión sobre el periplo de los refugiados y sentir en sus carnes el dolor de aquellos niños de un campo de Idomeni cubiertos de lluvia y barro en medio del más completo desamparo

“Tengo que hacer algo” pensó,  y un mensaje en Facebook de una voluntaria que pedía más voluntarios para viajar juntos  al centro del horror, fueron la espoleta definitiva. Se formó en lactancia y maternidad porque era lo más necesario en Idomeni, el campamento al que iba a viajar después de hacer mil y una gestiones.

Al final recaló en las Termópilas,  cuyo nombre tan épico y cercano nos resulta por esa película famosa “300”. Allí en las instalaciones de un balneario  abandonado se alojan 500 personas, hasta ocho en una habitación, sin puertas y sin ventanas.

¿Y allí recibiste el primer impacto?

Exacto, un impacto brutal, porque el enclave  es una preciosidad, de hecho es un lugar frecuentado por turistas, es muy curioso, estás allí trabajando con los refugiados y de repente aparece,  un autobús de japoneses a contemplar la maravillosa cascada de aguas sulfurosas, termales, pero con un tremendo olor a huevo podrido . Allí en el edificio del antiguo  balneario, es donde malviven los refugiados.

Lo que más me llamó la atención es que la gente paseaba y parecía que estaban levitando. Hacía sol cuando llegué, todo alrededor era bonito, pero ellos parecían fantasmas, espectros, almas en pena.

Y la primera muestra de amor

Sí, Nur una niña que se ha criado en la calle porque no tiene madre vino sin conocerme de nada y se abrazó a mí, y así  empecé a dar los primeros pasos para el trabajo porque nadie allí tenía muy claro qué se podía hacer, no había estructura logística. Pasamos dos días conociendo aquello  y enseguida nos  pusimos manos a la obra, los refugiados estaban montando una escuela y allí hicimos talleres y organizamos juegos; teníamos 75 niños diarios, llevábamos material escolar y también dinero de las donaciones, que invertimos en lo más apremiante.

Otro de los aspectos importantes fue sacar a las mujeres de las habitaciones del balneario donde permanecían encerradas con su  tristeza. Se me ocurrió hacer gimnasia  y aerobic y enseguida tuve en las clases a 60 mujeres, ellas decían “vamos a hacer cosas, que no queremos pensar”.

Y vas entrando en sus vidas

Sí, una vez que trabas conocimiento  te cuentan lo atroz de su historia, personas perseguidas por el Daesh, personas que han presenciado en las plazas de sus pueblos decapitaciones o mutilaciones, mujeres que han sufrido palizas porque su mano se ha escapado un poco de la ropa con la que les obligan a  cubrirse, mujeres que no pueden hablar por miedo a ser cosidas a latigazos. Luego te enseñan las fotos de su antigua vida, de su  viaje en las pateras de los hijos muertos y te metes en su historia, y ves que físicamente son personas como nosotros, pero marcados para siempre en lo anímico y muchos con cicatrices reales  por heridas de la metralla.

¿Qué se puede hacer cuando llega este momento?

Pues aquí fue cuando los 20 voluntarios que estábamos allí me propusieron asumir la coordinación del campo, algo que dudé al principio pero que enseguida acepté,  500 personas había, sobre todo  sirios, kurdos y unos pocos, muy pocos iraníes. En su mayoría profesionales muy cualificados en sus países,  inspectores de educación , banqueros , carpinteros , fotógrafos, esteticistas, maestras , personas como tú y como yo, que un día han tenido que huir ante la devastación de sus casas y de sus ciudades. Cuentan que tienen tres muertes, la primera en Siria donde han visto morir a sus hijos y familiares, la segunda en el Mediterráneo que se cobra su cuota y la tercera cuando llegan a Europa.

Sobreviven  a la espera de una reubicación que no llega, han pasado ya dos entrevistas, mediante la primera  se comprueba que son quienes dicen ser y la segunda, en la que se certifica que son refugiados y que pueden tener movilidad por Grecia, algo irreal porque no pueden salir del campo.

¿Y entonces, que opción tienen?

Pagar a las mafias, es lo que hacen los que pueden, se consigue un pasaporte falso que cuesta entre 300 y 500 euros  y esa mafia se encarga de llevarlos a otro lugar, actualmente es Serbia el sitio más común. Sabemos que algunas de esas mafias, pese a su ilegalidad en el proceso responden a lo prometido, pero  hay otras que no y que incluso propinan palizas a los refugiados.

La otra salida, la que se hace con ayuda de las donaciones, es sacar a las familias del campo y alquilarles un piso en Atenas, donde  son baratos, el caso es conseguir que salgan de allí, porque las condiciones son lamentables.

¿Es  importante la labor del voluntariado? Porque ya sabes que desde aquí se cuestiona muchas veces si es efectiva o se trata de un simple postureo

Sí, rotundamente, sí. Mucho,  este campo se sustenta, en gran parte, gracias a las donaciones que llevamos los voluntarios y  en verano va mucha gente pero el invierno va a ser durísimo  y no solo hablo de  la ayuda real, sino de la afectiva; nos tienen un gran aprecio, sobre todo a los españoles, la población civil de nuestro país es una de las más solidarias, hay dos grandes hangares  allí con todo lo que llega de España.

Donde yo he estado  es un campo no militarizado, eso quiere decir que hay un manager, un jefe griego con una serie de subalternos que se encargan de la organización, pero  había muchas quejas sobre su labor. Los militares entregan la comida una vez al día, llevan comiendo lo mismo desde marzo que llegaron, no hay fruta ni verdura, un brik de zumo de naranja y un croisan  de chocolate por la mañana,  al mediodía  un mendrugo de pan, una botella de agua y un plato de espaguetis  sin tomate, arroz blanco y unas barritas  de cerealesk. Por la noche el mismo bocadillo desde hace meses,  lo proporciona el  Ministerio de Interior de Grecia.

Tampoco tienen ropa, vinieron con lo puesto. Las mujeres me apartaban y me decían que  tenía que contarme algo importante  y era que se sentían indignas porque no tenía ni bragas ni sujetadores,  lo que traían puesto en su travesía por el mar nada más. Y eso nos lleva a algo muy importante, y que nos debe hacer reflexionar,  que muchas veces las donaciones, pese a la buena voluntad del que las hace, no son efectivas.

Es mucho mejor llevar el dinero

Desde luego, el dinero no pesa, se trasporta sin problema y una vez allí lo gastas y contribuyes a la economía local. Los portes son carísimos, por ejemplo el caso que comentaba antes de las braguitas, allí puede costar 90 céntimos, comprarlas aquí y mandarlas en un contenedor multiplica por tres el precio. En cualquier conflicto la situación de  la mujer es siempre peor, hay abusos, maltrato  y no se quiere contar. Son doblemente  víctimas.

En la primera semana, yo me gasté 800 euros de los que llevaba de ayudas directas en leche para los niños que se estaban muriendo por malnutrición , y como yo cada uno de los 20 voluntarios que estuvimos este mes , pero  ahora , cuando todos vuelvan y haya un parón en invierno,  todo eso quedará en suspenso.

¿Es tan dramática la situación como se ve en los reportajes?

Es mucho peor, viven como ratas y se preguntan continuamente por qué, no han hecho nada, solo huir desesperadamente de la muerte.  Además no quieren nada gratis, buscan una vida en paz, un trabajo,  alejarse del terror y de las bombas. Me lo decía una mujer que partió con cuatro hijos y su marido y los ha perdido a todos por el camino, y se pregunta para qué vivir ahora. Hay mucha desesperanza, intentos de suicidio,  respiran pero no viven, y muchos están muriendo de pena , porque lo he visto, allí se puede morir de pena , están abandonados a su suerte,  tienen trastornos postraumáticos, niños con taquicardias  y lo peor es  que esta situación límite se está normalizando.

¿Cómo podemos ayudar desde casa?

No olvidar que están allí y que sufren. Esto es cuestión de modas, ahora apenas se habla de ellos, lo que podemos hacer es mantener vivo el recuerdo, ellos es lo que quieren que no se olvide. Concienciar, solidarizarnos y seguir mandando ayudas, que no se convierta esto en un  Sahara, que lleva 40 años en la misma situación.

¿Por eso te marcharás  otra vez en tus próximas vacaciones?

Sí, estamos haciendo una lista de necesidades reales, porque lo que decía, es que la gente dona con buena intención pero a veces no es lo que se necesita y hay allí almacenes  llenos de cosas que no sirven para nada.

Ese es nuestro trabajo  ahora, elaborar una lista de necesidades básicas. Allí nieva  y hace mucho frío, en el balneario no había ni puertas ni ventanas, ahora se están empezando a hacer y el gobierno griego ha construido algunas duchas , pero el invierno  va a ser terrible y morirá mucha gente.

Has estado allí, con otras veinte personas, de forma independiente , sin apoyo de ninguna de las ONGs de renombre,  ¿crees que cualquiera podría hacerlo?

Cualquiera que tenga dos manos y ganas de trabajar, soy maestra de educación física y tengo un magnifico currículo, pero allí lo que cuenta no es eso sino  las ganas de ayudar. Aquello no deja de ser un campo de concentración, sus habitantes son fantasmas vagando en medio de la tristeza, ahora hemos comprado máquinas de coser, los que eran carpinteros están arreglando las puertas y ventanas, pero  necesitan el estímulo de fuera  porque la depresión ronda el campo como una nube y la inactividad es mortal. De hecho muchos quieren volver a su tierra  a morir, como ya murieron sus familiares.

A Patricia ya no hace falta preguntarle nada, se embala, se emociona, se acuerda de mil historias personales de dolor y muerte, de mujeres, de hombres, de niños que son, insiste, como cualquiera de nosotros, pero que un día tuvieron que huir del horror para darse de bruces con otro horror, el de perder incluso lo que nunca debe perderse, la esperanza.

Queda mucho por hacer, y creo que se solucionaría si algún político fuera allí y viviera la realidad aunque solo fueran dos días, no me refiero a un viaje protocolario en el que te presentan lo mejor, no, una inmersión, real, creo que si se hiciera así los gobiernos tomarían realmente decisiones al respecto.

Nos queda mucho trabajo, que ahora sigue aquí y ese trabajo es hacerlos  presentes, para concienciar, por eso es importante la labor de las plataformas ciudadanas, menos individualidades y más unión entre la ciudadanía. Es la población civil la que se está volcando

Y es emocionante comprobar cómo mantienen la dignidad pese a las cicatrices y a que lloran sangre, no tengo palabras para expresarlo. Son  agradecidos , repartías una lata de atún por cada habitación donde convivían 8 y me daban las gracias, salía y lloraba porque es impresionante la pena con la que viven, se están muriendo; cuando oyes a alguien decir que no quiere  que vengan porque aquí no hay trabajo para todos  se me cae el alma a los pies, si supieran … habían compañeros que lloraban todo el día,  y allí no se derraman lágrimas  por algo concreto, allí duele todo  y cuando paras de llorar llega la impotencia, estoy aquí un mes te dices,  y luego me voy  ¿y qué?

Ese qué de Patricia queda en el aire, me hace llorar a mí también… y me deja sin palabras

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