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Alquileres por las nubes, cánticos a todas horas, caballos en las iglesias: el turismo desborda Santiago y tensiona a los vecinos

La Peregrinación Europea de los Jóvenes en la Praza do Obradoiro, en Santiago de Compostela, este 3 de agosto.

Daniel Salgado

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Santiago de Compostela no llega a los 98.000 habitantes. Uno de los epicentros del cristianismo occidental, en su catedral confluyen múltiples caminos. Su zona vieja, repleta de iglesias y de significativas muestras de arquitectura civil gallega, es Patrimonio de la Humanidad. La excusa xacobea se ha convertido no obstante en núcleo de atracción del turismo. Los últimos datos disponibles en el Instituto Nacional de Estadística refieren 82.923 visitantes en junio. La presión resulta, en proporción a su población, superior a la de ciudades como Barcelona, Granada o Sevilla. Y en este primer verano sin restricciones derivadas del coronavirus, segundo Año Santo consecutivo tras la intercesión del Vaticano, la ciudad está batiendo récords de afluencia, aseguran las administraciones. Pero el desborde turístico también origina tensiones con los vecinos, que lamentan ruidos y comportamientos inadecuados, además del impacto en el derecho a la vivienda causado por las nuevas formas de alojamiento turístico.

Hace solo dos semanas, el Gobierno local de Santiago de Compostela decretaba la prohibición de hacer picnics en la emblemática Praza do Obradoiro. Al lugar, perimetrado por la fachada barroca de la basílica, la imponente portada renacentista del Hostal dos Reis Católicos, el también renacentista Pazo de San Xerome y el neoclásico de Raxoi, llegan peregrinos de todo el mundo. El presidente de la Xunta de Galicia presumía este lunes de que julio había sido el mes con más compostelas de la historia: 67.374, según las cifras del Oficina del Peregrino. La compostela, dispensada por la Iglesia, certifica que el caminante ha recorrido, por lo menos, 100 kilómetros de Ruta Xacobea –150 si lo hace en bicicleta–. En el caso del Camino Francés son los que separan Santiago de Sarria (Lugo). De allí partieron el mes pasado 20.541 personas. El caso es que el aluvión de romeros que desemboca en el Obradoiro lo había convertido en comedor improvisado, según el propio consistorio, cuya sede también alberga esa plaza.

“No ocurría todos los días, pero sí que había grupos de excursionistas que se ponían a comer ahí. No era una imagen adecuada para un espacio patrimonial que necesita ser respetado”, explica a elDiario.es Sindo Guinarte, concejal de Turismo en el gabinete socialista de Xosé Antón Sánchez Bugallo, “su proscripción nos parece una medida razonable”. Guinarte asegura que el Ejecutivo local está “obviamente preocupado” por el malestar que ya detecta entre los habitantes de la ciudad, aunque lo reduce a “ámbitos y momentos concretos, en los que existe una presión muy importante”. Como ejemplo, coloca las entradas de los caminos a la urbe o los puntos calientes de la ciudad turística, en la almendra antigua que enmarca la catedral. Y avanza la elaboración de un “pacto local por un turismo sostenible” que afronte la convivencia entre viajeros y vecinos o el problema de los alojamientos.

Peregrinación Europea de miles de Jóvenes

Uno de esos momentos concretos mencionados por el edil podría ser esta semana. Doce mil participantes en la Peregrinación Europea de los Jóvenes, organizada por la Subcomisión de Juventud e Infancia de la Conferencia Episcopal, se han instalado en Compostela. El Ayuntamiento ha dispuesto 11 pabellones municipales para 3.000 de ellos, con un coste de más de 40.000 euros. Los vídeos de grandes grupos de estos peregrinos, con cánticos a gritos en loor de Jesucristo y banderas de España –arriba, en la cuenta de Twitter el ex concejal del BNG Rubén Cela–, inundan las redes sociales e intensifican la indignación de muchos ciudadanos. En los barrios por los que discurre el Camino Francés, el principal de los muchos que convergen en Santiago, no es extraño que alguien se asome a su ventana y exija silencio y respeto a los que allí residen.

La situación ha conducido a tres entidades de la sociedad civil santiaguesa –la asociación de vecinos A Xuntanza del activo barrio de San Pedro, su agrupación de empresarios, y Lavacolla Activa, de la parroquia del mismo nombre– a elaborar y difundir un Decálogo de boas prácticas para o tramo final do Camiño. “Recuerda en todo momento que en los lugares que atraviesas habitamos personas que, cada día, vemos pasar por delante de nuestra puertas grupos cada vez más numerosos”, comienza el texto, “te damos la bienvenida, estás en nuestra casa, respeta nuestros espacios y formas de vida”. El documento pide “hacer realidad una convivencia positiva entre quien habita y quien visita Compostela” y demanda civismo. Del que carecían los propietarios de los caballos atados en las rejas de la pequeña iglesia de Santa Salomé, de hermoso pórtico románico, que denunció en las redes sociales la escritora y colaboradora de elDiario.es Patricia A. Janeiro. El propio Ayuntamiento ha valorado la iniciativa vecinal y evalúa su incorporación al pacto del turismo sostenible.

Fue durante el mandato anterior, con la confluencia de partidos de izquierda y nacionalistas Compostela Aberta en el gobierno, cuando el debate sobre el modelo turístico de la ciudad adquirió más relevancia en la esfera pública. El entonces alcalde, Martiño Noriega, declaró una moratoria en las licencias para establecimientos hoteleros y defendió la implantación de una tasa turística con la que hacer frente a los gastos públicos extra. El Partido Socialista se opuso. También el PP, e incluso el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, se pronunció en contra. Compostela Aberta, ahora en la oposición, lo ha vuelto a proponer en pleno. El PSOE ha cambiado de opinión y ha votado a favor. El BNG también habla de “repensar” el turismo en la ciudad e incluso el candidato de los populares a la alcaldía, Borja Verea, ha matizado la aquiescencia de su formación a lo que sucede y pide “ordenar, limitar y regular” las viviendas de uso turístico.

Pisos turísticos y derecho a la vivienda

Más allá de estruendos y arribadas en masa, existen otras consecuencias estudiadas por los expertos. Las tiendas de souvenirs proliferan y empobrecen el comercio local. El casco histórico se vacía de servicios para la vida cotidiana y se despuebla. Incluso incide en el cambio climático: es la abundancia de vuelos baratos lo que permite a parte importante de los preregrinos llegar a Galicia e iniciar el Camino en Sarria o Tui (en junio fue el segundo punto de partida en número de caminantes, en la Ruta Portuguesa).

Además, los efectos provocados por los pisos turísticos se encuentran en el centro de las discusiones. El Gobierno gallego cuenta en su registro con 708, pero solo 36 tiene licencia municipal. Hay 3.599 plazas, el 4,7% del total de Galicia. En la ciudad vive el 3,6% de la población de la comunidad. La Asociación Galega de Inmobiliarias considera, sin embargo, que esos números no encarnan toda la realidad y calculan que son más de mil las viviendas de uso turístico. La prensa local recoge desde hace meses las dificultades del estudiantado universitario, alrededor de 20.000 personas matriculadas, para disponer de estancias de alquiler. Y algunos analistas achacan a esta práctica –destinar las viviendas al turismo– la subida de los precios y la escasez de inmuebles para arrendamientos de larga duración. El equilibrio histórico de la ciudad entre estudiantes, turismo y los trabajadores de la administración autonómica se resiente.

“Nuestra estrategia es combinar una cosa con otra”, aduce Sindo Guinarte, “esta es una ciudad universitaria, Patrimonio de la Humanidad, pero también turística. Y el impacto económico de este sector es muy importante. En todo caso, el bienestar de los vecinos es primordial”. Los sucesivos ejecutivos del PP en la Xunta de Galicia han apostado al turismo, con especial insistencia en la materia xacobea, como paliativo a unos indicadores económicos e industriales más bien alicaidos. El sustituto de Feijóo, Alfonso Rueda, es un entusiasta del asunto y se ha reservado las competencias al respecto. Las compostelas de julio de 2019 de las que se ufanaba el pasado martes han superado, dijo, la marca anterior, de agosto de 2019. Y, aventuró, agosto la superará.

Guinarte expone que los indicadores objetivos no acaban de clarificar la cuestión. Dice que los datos del aeropuerto de Santiago de Compostela son “los mejores de la serie histórica”, pero no solo cuentan turistas. Es el Instituto Nacional de Estadística (INE) el que más se aproxima, en su encuesta de ocupación hotelera de viajeros y pernoctaciones, a pesar de no reflejar las viviendas de uso turístico. Y es en base al INE que se puede deducir la elevada presión a la que esta actividad económica, social y cultural está sometiendo a una ciudad de 98.000 habitantes, que solo en junio –últimas cifras disponibles– recibió 82.923 visitantes. La misma estadística señala que Barcelona, de 1.636.000 habitantes, acogió 701.128; Sevilla, con una población de 688.711, a 244.449; Granada, con un censo de 232.000, a 132.721; Donosti (186.000 habitantes), 71.861; o Salamanca, cuya población es de 143.000 personas, a 56.419.

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