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Congelados Feijóo

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, atiende a los medios en Cambados, Pontevedra, este 7 de agosto.
8 de agosto de 2022 22:32 h

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Alberto Núñez Feijóo sabe lo que es una librería. No hace mucho, se sacó una foto en una, comprando un ejemplar del último Premio Nacional de Narrativa (Virtudes (e misterios), Xesús Fraga, Editorial Galaxia). Seguro que lo pidió por el apellido del autor, que tan buenos recuerdos le traerá, porque los títulos no son lo suyo. En vísperas de un Día das Letras Galegas, le preguntaron en una tertulia televisiva por su libro favorito en ese idioma. “Evidentemente, las obras de Rosalía de Castro son nuestro Quijote…”, intentó escabullirse, pero le pidieron que eligiese una en concreto. “Poemas galegos, ¿puede ser…?”.

Pues no, no puede. El título es Cantares gallegos y el patinazo con nuestro Quijote es equivalente a colocar al caballero de la triste figura en El Bierzo en lugar de en La Mancha. Si hiciese eso un presidente del Gobierno, España implosionaría. Allí no sucedió nada. El silencio sepulcral de los periodistas que compartían mesa con el titular de la Xunta sigue siendo, para mí, la mejor metáfora del ecosistema mediático gallego.

Estoy seguro de que Feijóo también sabe lo que es una tienda de congelados. Un tipo que siempre hizo gala de su soltería –aún hoy cohabita en pecado con la madre de su hijo–, y que vivió solo tantos años, sin duda tuvo que recurrir en más de una ocasión a las pizzas del súper para cenar caliente tras todo el día recorriendo Galicia, haciendo muchas cosas y todas muy importantes. Al menos, durante ese escaso período en el que no tuvo coche oficial.

Por eso, yo le suponía un cierto conocimiento cuando afirmó que “proponer las mismas temperaturas a un comercio de congelados que a una librería es, simplemente, una improvisación”. Conocimiento sobre los establecimientos, claro; sobre el decreto, ya tal, que diría Emepunto.

“Lo que podía parecer un fallo se ha convertido en marca de la casa. Feijóo ha asentado un método: ofrecer datos o conclusiones, independientemente de su veracidad. Y no rectificar”. Esto lo escribía aquí, este fin de semana, Aitor Riveiro en su artículo sobre el doble discurso del PP. No quiero exagerar, pero ése es el método que Feijóo lleva utilizando, al menos, desde 2009. Que le pregunten si no a Rosalía.

Es difícil encontrar un momento preciso, pero yo creo que la veracidad dejó de estar definitivamente de moda cuando aquella portavoz de la Casa Blanca de Trump implantó el concepto de los “hechos alternativos” (lo que en los programas del corazón conocimos siempre como “¡mi verdad!”, así, entre exclamaciones). Y aunque el mérito se lo lleven Bannon y sus discípulos de la extrema derecha, no son los únicos que se mueven como pez en el agua en este caldo de cultivo. Ya dijo una experta bióloga que Alberto era “el más preparado”, apropiándose –con perdón– de ese adjetivo que acompaña a Felipe VI desde que no era más que un tierno príncipe. A ver si esa va a ser La Moraleja real de esta historia.

La experiencia reciente indica que esta estrategia tiene claras posibilidades de funcionar, pero las consecuencias que tendrá para nuestra titubeante democracia todavía son una incógnita. Hablamos de una sociedad que no parece capaz de diferenciar entre ficción y realidad –no os preocupéis, hay jueces de la Audiencia Nacional a los que les pasa lo mismo– y que no distingue un bulo de una noticia. Va a ser por eso que aún no estamos preparados para conocer los secretos oficiales de la Transición, con su terrorismo de Estado y sus tutelas franquistas. Esos secretos siguen en el congelador y todavía tardarán años en llegar a las librerías. Veremos cómo está la temperatura cuando lo consigan.

Pero ese, gallego o no, ya será otro cantar (u otro poema).

N. del A.: atendiendo a las declaraciones que provocaron la redacción de este artículo, es cierto que bien pudo haberse titulado Librería Feijóo; pero no es menos cierto que un epígrafe así obligaría a tal suspensión de la incredulidad que despojaría de credibilidad lo escrito, de ahí la elección de Congelados.

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