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La vida de los demás: carta a un marica del Partido Popular

Alberto Núñez Feijóo junto a Javier Maroto en un debate en el Senado.

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“Una manzana y una pera no pueden dar dos manzanas”, dijo Ana Botella. Entonces era alcaldesa de Madrid, fue en 2013, solo dos años antes de que Javier Maroto, actual portavoz del Partido Popular en el Senado, se casase con su pareja, José Manuel Rodríguez, y la prensa más rancia del país se burlase de Mariano Rajoy por asistir al enlace y sentarse como invitado en la mesa “Céline Dione”.

La frase viral de Botella, la ha recuperado Yolanda Díaz esta semana durante su comparecencia en la sesión plenaria de la Cámara Alta. Una sesión en la que Feijóo —ese aspirante a actor de Os Peares cuya trayectoria en la capital sigo apasionadamente— se coronó acusando al Gobierno de Sánchez de “molestar a la gente de bien y meterse en la vida de los demás” mediante la aprobación de la Ley Trans. Qué dos cosas fascinantes: la gente de bien y la vida de los demás.

Cuando quedo con mis amigos de siempre, hablo de sexo. Digo de siempre, pero imagino que me refiero a mis amigos heteros de antes de salir del armario, de socializar mi sexualidad. Desde hace mucho tiempo, yo soy entre ellos algo más que “el amigo gay”, trasciendo la caricatura o lo intento. Casi nunca pasa nada y todo fluye, como las aguas del río desde el principio de los tiempos. Otras veces, los pongo contra las cuerdas. Mis problemas son escuchados con la misma atención que los de todos los demás. Hay lugar para las dudas. Hay lugar para el aprendizaje. En ocasiones, hablo en femenino si hablo de mí. Algunos de ellos hacen lo mismo: han aprendido o se han acostumbrado, da igual. Lo hago también con mis compañeros de trabajo. No sé si les molesta. Hace mucho que no me importa si molesta. Me pregunto si todo esto que estoy contando, todas estas manifestaciones diarias y minúsculas de libertad e igualdad, pertenecen para Feijóo a “la vida de los demás”, a ese lugar doméstico, íntimo, manchado por la vergüenza. Algo me hace pensar que sí. La existencia de personajes como Javier Maroto me hace estar seguro de que sí, de que debe existir la vida de los demás: un rincón sucio.

El Partido Popular construye —ahora más que nunca— armarios a medida para la humillación de las personas maricas que militan en sus filas. Es obvio que existen tantas maneras de experimentar y manifestar nuestra sexualidad como personas votan en unas elecciones, como gente vive en un país, como niñxs nacen. Lo contrario de la gente de bien, escribía hace poco Ignacio Escolar, son para Feijóo los votantes de izquierda y los nacionalistas, es decir, la mayoría parlamentaria. Yo añadiría que el reverso de la gente de bien —no necesariamente su contrario— es esa “vida de los demás”, eso que no va con nosotros, ni debe importunar la normalidad, la tradición, el lugar seguro que construimos a base de no cuestionarnos sobre las necesidades de los otros.

¿Alguna vez habrán llamado maricón de niño a Maroto? Y, si lo han hecho, ¿recuerdas exactamente lo que se siente, Javier? ¿Has hablado alguna vez con Alberto sobre el tema? ¿Crees que el día de tu boda a Mariano le pareció divertido sentarse con otros señores y señoras en la mesa “Céline Dione”? ¿Lo vería como una broma o entendería que esos centros de mesa con nombre de diva eran el homenaje a tantos modelos de mujeres empoderadas que nos han ayudado a sobrevivir? Supongo que no os contáis esas cosas. Que tu boda fue para ellos un gran acto institucional, pinkwashing. Que todo esto forma parte de tu vida privada, del lugar depravado donde una manzana y una pera se comportan como dos manzanas e intentan vivir como si no pasase nada, como si no hubiese partidos que promueven la violencia y nos niegan derechos fundamentales, que nos invisibilizan desterrándonos a formar parte de “la vida de los demás”.

En un tono casi publicitario, me atrevería a decir que el sentido común dicta que, por encima de la gente de bien, está el bien de la gente. Y ahí, entre la gente, están las maricas del Partido Popular, y también las maricas precarias, proletarias, periféricas… (pe, pe, pe…), estamos tú y yo, Javier. Está cualquier miembro del colectivo LGTB+. En la pedrada de un insulto, en una risa frívola, en un estereotipo. Tiene que ser muy difícil ser tú, sentarte cada día al lado de quien nos silencia, de quien, según amanezcan las encuestas, se opone a que existamos.

Ahora mismo, en un cuarto cerrado, en un parque, en una calle atestada de gente, un niño o un adulto se emocionan al escuchar por tercera vez “All by myself”. Comprenden, pese a lo que diga la canción, que no están solos, que hay a quienes le interesan las vidas de los demás. A pesar de todo. A pesar de los tuyos y contigo. Seguro que a ti también te ha pasado.

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