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Crónica

El concierto de los 2,5 millones de euros en fondos públicos reestrena Balaídos como estadio de rock con Muse

El cantante de la banda británica Muse, Matt Bellamy, en una imagen de archivo.

José Luis Estévez

Vigo —

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El concierto más esperado del verano en Galicia se celebró ayer en Vigo con la banda británica Muse como protagonista en la vuelta del rock al estadio de Balaídos después de más de 20 años de espera. En el apartado musical la nota fue más que sobresaliente, con una actuación convincente, llena de energía y con una escenografía impresionante que colmó las expectativas de la mayoría de los asistentes, entre los que se encontraban el propio presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, y el conselleiro de Cultura, Román Rodríguez. No resultaba extraña su presencia ya que la Xunta patrocinaba con casi 2,5 millones de euros el concierto que hace meses fue el centro de una batalla política en la ciudad viguesa.

La banda encabezada por Matt Bellamy abrió la noche con la canción que da nombre a su nuevo disco, Will of the People, recién salido del horno hace apenas unos días. Muse se acordó de ofrecer un pequeño homenaje musical a la reina Isabel II, fallecida apenas unas horas antes. Después de la primera canción, el guitarrista tocó unos acordes del God Save de Queen. Después, durante hora y media, el grupo desplegó su catálogo de rock apocalíptico que se ha ganado miles de seguidores en todo el mundo a lo largo de más de dos décadas.

El único pequeño pero que se le puede poner a la actuación de Muse es que no tuviese algo más de duración. El show los tenía a ellos como protagonistas absolutos, lo que en teoría permitía que se explayasen durante más minutos, al no estar encorsetados por los horarios de un festival con más bandas. Pero el detalle es menor ya que la actuación de los británicos fascinó al público vigués, muy entregado desde el principio y que agradeció la combinación de los grandes éxitos del grupo junto a temas del nuevo disco.

El gran escenario (que casi igualaba en altura a la cubierta de la tribuna del estadio), las dos pantallas gigantes a los lados y la larguísima pasarela que permitía a Bellamy adentrarse entre el público se combinaron con una escenografía muy cuidada y efectista para ofrecer un gran espectáculo visual, aparte de la indudable calidad musical de la banda. Pequeños clips de vídeo con referencias a un mundo del futuro pero que se parece también a este se combinaron con efectos visuales, llamaradas de fuego incluidas, que hicieron vibrar al público.

Subvención de 147 euros por espectador

Muse es una de las bandas de rock que llena escenarios en todo el mundo pero seguramente en pocas ocasiones habrá protagonizado un concierto tan millonario como el de anoche. La recaudación del concierto tampoco fue tan grande al estar limitado el aforo a 17.000 espectadores, que pagaron 65 euros por cabeza. La cuenta nos ofrece un saldo de 1,1 millones de euros de caja, pero a esto hay que sumar la generosa aportación del erario público gallego al evento.

Desde elDiario.es ya se había apuntado hace unas semanas que la aportación pública iba a alcanzar la ya desmesurada cifra de 1,2 millones pero a alguien le debió de parecer poco y decidió subir la apuesta hasta los 2,48. Quizás la desbocada inflación haya tenido algo que ver en ello. Además, la cuantía del patrocinio se publicó apenas 24 horas antes del concierto.

Y es que el lío con este concierto ya arrancó en abril cuando la delegada de la Xunta en Vigo, Marta Fernández-Tapias, anunció que Muse iba a dar un recital a Balaídos sin decírselo antes al Ayuntamiento, entidad propietaria del recinto. El alcalde Abel Caballero amenazó con no ceder el espacio y tras unas días de cruces de declaraciones la cosa se arregló cuando emergió la posibilidad de que el evento se trasladase a A Coruña. Súbitamente todos los problemas se esfumaron y Balaídos quedó fijada como sede del concierto. La batalla política parecía tener en esta ocasión como ganadora a Fernández-Tapias aunque Caballero no iba a darse tan fácilmente por vencido, por supuesto. La temporada de verano en Castrelos le permitió procurarse momentos de supuesta gloria como telonero de los conciertos promovidos por el Ayuntamiento, que acabó culminando con su “exhibición” de break dance en O Marisquiño.

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