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“El modelo del textil gallego se reprodujo en otros países aprovechando situaciones de pobreza”

Las trabajadoras gallegas del textil -las costureras- son las protagonistas del documental

Marcos Pérez Pena

Amancio Ortega, el hombre más rico del mundo. La pasada semana muchos medios llevaban a un lugar destacado de sus portadas la noticia de que el propietario de Inditex había superado durante unas horas en la lista Forbes a Bill Gates como la persona con más capital del planeta. Esta noticia, leída casi como una competición deportiva o un motivo de orgullo nacional, vino a unirse a otras informaciones que desde los años noventa nos hablan del milagro económico del textil gallego y de la exitosa expansión internacional de empresas nacidas en Galicia que producen la mayor parte de sus prendas en talleres diseminados por todos los continentes, sobre todo Asia, pero también el este de Europa. Pocas veces estos análisis profundizan más y van a los orígenes de esta industria, que en las décadas anteriores se construyó con el trabajo de miles de trabajadoras en Galicia, de las costureras.

El documental Fíos Fóra (Hilos Fuera), realizado por Illa Bufarda (Sabela Iglesias y Adriana P. Villanueva) tras un encargo de la ONG Amarante Setem, pone el foco sobre una realidad invisibilizada, sumergida, sobre la que no existen cifras oficiales o certeras que permitan datar con exactitud su dimensión económica y social. Durante décadas miles de mujeres gallegas trabajaron para las (entonces más pequeñas) empresas gallegas del textil, con unas condiciones laborales precarias, por salarios muy reducidos y en una actividad que muchas veces ni siquiera adquiría el reconocimiento de constituir una profesión. Este trabajo femenino, al igual que otros (el hogar, la tierra...), no era un trabajo, era como mucho una ayuda económica que complementaba el salario ganado por el hombre de la casa.

Esta realidad, con una importancia capital en muchas comarcas gallegas, permanece silenciada y, en ocasiones se mantiene como un tema tabú, incluso en la actualidad, cuando la mayor parte de la actividad ha sido ya deslocalizada.

En las últimas dos décadas las empresas del textil concentran su producción en el sureste asiático, donde cientos de miles de personas (sobre todo mujeres) trabajan en condiciones muy precarias y por sueldos de miseria, como ha sido denunciado en varias ocasiones por los informes de la Campaña Ropa Limpia en la que participa Amarante Setem. No sólo se trata de Asia: Bulgaria, Ucrania, Macedonia, Croacia, Rumanía, Bosnia Herzegovina, Georgia, Moldavia, Eslovaquia, Turquía... reproducen el modelo. Países muy próximos (alguno incluso miembro de la UE) que funcionan como patio trasero de la industria textil, proporcionando mano de obra barata a las marcas y empresas de ropa de la Europa occidental. 50 años después, el modelo del textil gallego, construido sobre el trabajo precario de miles de costureras, se replica en todo el planeta.

Eso es lo que quiere poner de manifiesto Fíos Fóra. Visibilizar, por una parte, “el papel de las trabajadoras del textil en Galicia, su importancia en la construcción del sector, sus condiciones laborales y salariales y también la deslocalización que se produjo en los últimos años, con todo el impacto económico que tuvo”, explica Nanda Couñago (Amarante Setem). Pero también quiere “analizar como ese modelo se externalizó y se reprodujo en otros países, aprovechando ciertas situaciones, como el difícil acceso de las mujeres al mercado laboral o las condiciones de pobreza o subdesarrollo, para aplicar las condiciones laborales y salariales tan bajas que se están reproduciendo país por país”.

“Queremos dignificar el trabajo de las costureras, luchar contra esa situación de invisibilización”, destaca. “Se habla mucho de la moda gallega, del éxito de muchas empresas y empresarios, comenzando evidentemente por Inditex. Pero nunca se ha hablado del trabajo de estas mujeres, de una economía a veces sumergida y otras no, porque también hubo numerosas cooperativas creadas en el rural, en muchas ocasiones con intermediación de curas”, dice. “Se olvida que muchas de estas mujeres comenzaron a trabajar con 12 años, o que lo hicieron sin estar dadas de alta a la Seguridad Social, sin cotizar, o que las dieron de alta cuando ya llevaban muchos años trabajando”, destaca Nanda Couñago. “Esa imagen de éxito de la moda gallega y de su proyección hacia el exterior sepultó las historias de millares de mujeres trabajadoras”, concluye.

Couñago subraya la importancia del género en esta cuestión: “No había esa conciencia de mujer trabajadora y conciencia de clase. Había un parternalismo y una visión patriarcal que ni siquiera consideraba su trabajo y lo que por él ingresaban como un salario: era, en cambio, una ayuda para complementar el sueldo de los maridos. Intentaron crear sindicatos, y fue muy difícil. Las mujeres tenían una doble o triple tarea: el textil, cuidar de la casa y de los hijos y cuidar de las tierras, porque la mayoría eran mujeres del rural. Todo esto les dificultaba mucho organizarse”.

Desde Amarante destacan las dificultades que encontraron a la hora de realizar el documental: “Nos llama la atención que siga siendo un tema tabú en muchas localidades. Hubo muchas mujeres que no quisieron participar en el documental y otras que sí participaron, pero de forma anónima”. “Tuvimos dificultades con alguna empresa que no quiso participar, como Inditex o Adolfo Domínguez, que no suelen participar en este tipo de trabajos. Pero tuvimos más problemas con las trabajadoras”, comenta.

Hubo también dificultades a la hora de encontrar datos sobre esta parte de la economía gallega. “Está tan invisibilizado el tema que ni siquiera existen datos oficiales de trabajadoras y sus condiciones. Tuvimos que tirar de otras fuentes, de investigaciones de la universidad. Es curioso que no haya información de la administración sobre este tema que fue tan importante”, señala Couñago. En la película, además de las voces de las empresas que aceptaron participar, se pidió la opinión de los representantes de la administración, comenzando por la Xunta y el IGAPE. “De la parte institucional nos sorprendió su franqueza a la hora de aceptar con naturalidad o de justificar algunas de las cosas que han pasado o el modelo de producción de deslocalización”, afirma la representante de Amarante.

“Esperamos que el documental sirva para valorizar el trabajo de las mujeres que aún están en activo en Galicia”, explica. “No quisimos que la película fuera exagerada o victimista. La crítica es palpable, pero sutil, porque las propias mujeres así lo transmiten: 'así fue mi vida y ya está', suelen decir. Pero sí que te hace pensar y consigue que te hagas preguntas. Es muy significativo cuando las trabajadoras muestran su reacción al comprobar el precio en el que venden en las tiendas las prendas que ellas producen y por las que les pagan tan poco. Es algo que nos debe hacer reflexionar. El documental nos dejan la pregunta de 'nosotros como consumidores y consumidoras que podemos hacer ante esto'”, dice.

“Creo que lo más importante es como se liga esta historia a todo lo que está pasando en la actualidad, y ves que al final no han cambiado tantas cosas: se sigue perpetuando un modelo de explotación, enfocado sobre todo a las mujeres, que se siguen utilizando como mano de obra barata”, añade. “En el documental se va a poder evidenciar esa esos paralelismo, esos hilos que unen lo que pasó aquí durante décadas y lo que está pasando en otros países. El modus operandi de estas empresas no ha cambiado apenas en los últimos 50 años, el modelo de producción del textil sigue siendo el mismo. Cambia la dimensión: en Galicia eran pequeños talleres, y en Asia son grandes espacios de megaproducción, pero la base, quien trabaja y en qué condiciones, sigue siendo la misma. El modelo, que fue tan exitoso para los empresarios y que tantos beneficios les reportó, se reproduce”, concluye.

Iniciativa ante las autoridades europeas

La Campaña Ropa Limpia, que en España coordina SETEM, analiza el trato que 50 de las multinacionales más importantes de Europa, entre ellas Inditex, Desigual o Mango, les dan a sus trabajadoras, principalmente en el continente asiático. El informe concluía que la mayoría de las trabajadoras de la industria textil global no puede permitirse una vida digna, ya que no ganan más que 6 euros al día (con jornadas por encima de las 48 horas semanales) en una industria que mueve más de 34.000 millones de euros sólo en Europa.

Sin embargo, un informe publicado en junio de 2014 destacaba que la explotación laboral no se produce sólo en Asia, y que también en países europeos, algunos incluso pertenecientes a la UE, las mujeres que trabajan en estas factorías tienen unos salarios y unas condiciones laborales muy lejos de los niveles aceptables. En todos los países analizados, existe una gran diferencia entre el salario mínimo legal y el salario digno mínimo estimado. Esta diferencia es aún mayor en los países europeos que ofrecen mano de obra barata, por el coste más elevado de la vida en Europa. La campaña les exige a los Gobiernos de estos países y a las instituciones relevantes de la UE que aumenten inmediatamente el salario mínimo legal hasta por lo menos el 60% del promedio salarial nacional y que permitan una subida progresiva del salario mínimo legal hacia el salario digno estimado.

El informe revela que los salarios mínimos legales solamente cubren entre el 14% (Bulgaria, Ucrania y Macedonia) y el 36% (Croacia) de un salario digno básico. Y destaca que en muchos de estos países se emplea el sistema Lohn, por el cual las trabajadoras reciben las piezas precortadas, para ser cosidas y devueltas a Italia o Alemania, donde se terminan. De este modo, se aprovechan los bajos salarios de esta zona (que en muchos casos tienen una larga historia en el campo de la producción textil y cuentan con mano de obra altamente cualificada), pero se protegen las industrias propias y los beneficios de los territorios ricos.

“Con ese estudio se consiguió desmontar la idea de que los salarios de miseria se daban sólo en Asia. Están también en Europa, en países de la UE, al lado de nuestra casa”, destaca Nanda Couñago. “Nuestra reivindicación se centra en conseguir salarios dignos para las trabajadoras. Estamos haciendo presión, en colaboración con europarlamentarias para intentar conseguir que se legisle en la UE sobre trazabilidad y sobre la posible violación de derechos laborales y derechos humanos por parte de las marcas. Queremos que se pueda sancionar a estas empresas europeas por la violación de los derechos humanos en otros países”.

La Campaña Ropa Limpia pide que “se acabe con el mito de que pagar más por la ropa o proveerse en Europa garantiza unas condiciones laborales decentes”. Y señala que “las marcas tienen que dar pasos claros y demostrar un compromiso real en su propia cadena de suministro para garantizar que todas las personas que trabajan para ellas, indistintamente del lugar en el que vivan, cobren un salario digno”. “El trabajo textil está ligado muchas veces a procesos de empobrecimiento y no de desarrollo”, concluye Couñago.

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