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“Invertir más en prevención de los incendios y en otro modelo para el rural permitiría cambiar la situación”

Serafín González, presidente de la SGHN, en el centro

Marcos Pérez Pena

El biólogo Serafín González Prieto, investigador del CSIC, es presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN). La entidad, fundada en 1973, lleva desde comienzos de los años 80 señalando algunas de las causas estructurales de los incendios que en las últimas décadas vienen afectando a buena parte de Galicia de forma muy importante. “Los fuegos no tienen una única causa (y mucho menos la del 'terrorismo' o la de los 'enemigos de Galicia') sino muchas, originadas en la misma población gallega, tanto del campo como de la ciudad”, decían ya en 1983. En estos días, poco después de la enésima ola de fuegos, la entidad repite el diagnóstico y el análisis tantas veces realizado y ofrece su colaboración y recomendaciones a la hora de llevar a cabo actuaciones de recuperación de los espacios quemados. Asimismo, pide un acuerdo entre todos los sectores implicados y todos los partidos para “abordar este problema de una manera nueva”. Y deja una pregunta: ¿Qué resultado obtendríamos si, en lugar de en extinción, invirtiéramos cada año millones de euros en prevención, sensibilización y en el desarrollo social y sostenible ambientalmente del medio rural?

La SGHN ha analizado muchas veces la problemática de los incendios forestales en Galicia, haciendo un llamamiento a combatir las causas estructuras del fuego. ¿Te da la impresión de que tras esta última ola de incendios las propuestas de solución y los debates dominantes en medios de comunicación, en el Gobierno y en la sociedad vuelven a incidir en aspectos secundarios, sin ir a esas cuestiones de base?

Te lo digo con un símil: si tú coges un extintor, en sus instrucciones puedes leer 'dirigir el chorro a la base de las llamas'. A la base, no a la parte de arriba. Aquí tenemos un problema de incendios forestales y en vez de dirigir las actuaciones a la base del problema, nos estamos perdiendo por la parte de arriba de las llamas: estamos hablando siempre de extinción, gastando más en extinción, y preocupándonos sólo por la extinción todo el tiempo. Pasamos de gastar el equivalente a 60 millones al año en 1990 a más de 170 millones al año en la actualidad. Y seguimos teniendo el mismo problema, porque no estamos interviniendo en la elevadísima actividad incendiaria que está detrás de más del 90% de los fuegos en Galicia.

Los fuegos en Galicia, por razones climatológicas y de vegetación, hace años no se correspondían con la situación actual ni en número ni en extensión ni en recurrencia de los incendios en una misma zona. Son consecuencia de la actividad humana. Pero aquí hay que aclarar lo de la actividad humana, porque el Gobierno gallego se dedica a pagar anuncios a toda página en los periódicos hablando de 'terroristas', mintiéndole a la gente otra vez. De esto ya se hablaba hace décadas, pero el primero que aprovechó muy bien el término fue Romay Beccaría, que cuando le fueron mal las cosas en extinción comenzó a hablar de que había una conspiración. Llevamos 35 años de fuerte actividad incendiaria y hasta ahora no se ha encontrado ni un solo indicio de que exista una trama, una organización para prender fuego al monte. Lamentablemente llevará tiempo contrarrestar los efectos de esta campaña de intoxicación de la opinión pública con publicidad pagada por la Xunta de Galicia.

¿Quién prende fuego al monte, entonces? ¿Y con qué motivación, o motivaciones diversas?

Son siempre gente que vive cerca del lugar donde se desarrolla el incendio: todas las personas que han sido cogidas prendiendo fuego vivían en las proximidades. Los fines son múltiples; todo esto arranca hace 6000 o 7000 años cuando en Galicia, como en otras zonas, se comenzó a utilizar el fuego como herramienta agrícola y ganadera, algo que se ha mantenido hasta la actualidad. A partir de los años 60 o 70 se produjo un fortísimo cambio en medio rural gallego: cada vez hay menos gente, cada vez de más edad, hay un abandono de tierras, un cambio de uso del suelo y una plantación masiva de pinos y eucaliptos. La gente sigue empleando el fuego como herramienta, pero estas personas son cada vez menos capaces de controlar ese fuego, por su edad y por unas condiciones diferentes del medio: las grandes masas continuas de pinos, de eucalipto o de matorral, una vez que desaparecieron las áreas de pasto o cultivos que servían de cortafuegos natural. Desde la SGHN hemos difundido unos mapas, que para nosotros son muy significativos: de toda la Europa Atlántica, los lugares que más arden son aquellos -Galicia y Norte de Portugal- en los que se producido una mayor despoblación y envejecimiento en zonas rurales.

Estos días se han dicho muchas cosas erróneas, también sobre este tema de quién quema el monte. Una de ellas es que los montes se queman para recalificarlos. Además de que eso no es posible legalmente, excepto que tengan una autorización especial de la Xunta, la realidad es que en la mayor parte de las zonas que se queman no hay gente, por lo que no hay interés urbanístico. Por otra parte, como hace unas semanas fue detenido un brigadista acusado de haber iniciado algunos fuegos, como consecuencia se volvió a decir aquello de que las brigadas queman el monte para poder tener trabajo. Ahí hay que ser muy prudentes, porque en todos los gremios puede haber excepciones y haber ovejas negras. Al igual que puede haber un policía que ayuda al tráfico de drogas, puede haber en los equipos de extinción una persona así, pero eso no se puede generalizar a todo el colectivo, gente que se juega la vida en el monte. Otra cosa es que haya empresas, que las hay, que se benefician del fuego, de este modelo de incendios y de gasto excesivo en extinción, pero ese es otro tema. Es injusto cargar esto sobre los trabajadores.

Hay dos grandes problemas fundamentales, por lo tanto: que la gente sigue prendiendo fuego en el monte y que el monte es mucho más combustible. ¿Se reduciría la incidencia de los incendios favoreciendo otro tipo de usos del territorio: agrícola, ganadero...?

La ganadería extensiva, si se hace bien, ayudaría mucho. Pero si se hace bien, porque en la actualidad uno de los grandes problemas que tenemos son los fuegos iniciados para conseguir pastos para la ganadería en las zonas de montaña de Ourense, en el sur de Lugo y en las sierras interiores de Pontevedra. Pero con los conocimientos que hoy tenemos, se podría hacer una explotación ganadera en extensivo, vinculando las ayudas públicas a la no utilización del fuego.

¿Es posible revertir la situación de abandono y despoblación del rural?

Entre las declaraciones que he escuchado en los últimos días por parte del Gobierno que más me han llamado la atención está la de que estábamos luchando contra 'lo imposible'. No podemos admitir que sea 'imposible'; en otros sitios no sucede, así que aquí tendremos que cambiar cosas para que tampoco sea así. Los presupuestos de la Xunta destinan 170 millones de euros al año para extinción y otros 169 millones al año al Plan de Desarrollo Rural de Galicia 2014-2010. Si cogemos el dinero de ese plan para hacer una apuesta clara hacia el desarrollo sostenible del medio rural desde el punto de vista social, económico, ecológico y demográfico, las cosas podrían ser diferentes. Sobre todo si, además, en vez de gastar esos otros 170 millones de euros al año en extinción, fuésemos progresivamente cambiando la dinámica, invirtiendo cada vez más en prevención y en otro modelo para el rural: fijar población, darle calidad de vida... Es decir, invertir en algo productivo, porque a fin de cuentas gastar en extinción es quemar el dinero. Eso debería permitir cambiar la situación a medio plazo.

¿Esa cultura del fuego se combate con pedagogía, con educación?cultura del fuego

Esa es otra cosa, sí. No sé cuanto ha costado la publicidad institucional pagada por la Xunta estos días. Imagina que en vez de hacer esa publicidad falsa y tendenciosa, ese esfuerzo se hubiera dedicado a explicarle a la gente de verdad cuál es la magnitud del problema de los fuegos en Galicia y cuáles son sus consecuencias sociales: para la salud de la población, para el medio ambiente, para la tierra, para el agua, para la fauna... Llevamos décadas con este problema, ¿cuándo ha habido una campaña de pedagogía y divulgación? A todos los niveles, me refiero, no sólo para los niños y jóvenes, porque no son los chavales los que prenden fuego. Habría que tener unas campañas específicas para niños, para adultos, para el medio rural, para el medio urbano... ¿Cómo esperamos que cambien las cosas si no hacemos nada para que cambien? La Xunta dispone de medios de comunicación públicos y, además, cuando quiere pone publicidad en los medios privados: esa es una vía para hacer una campaña de divulgación específica.

Tras cada ola de fuegos se repite que todo sería diferente si los montes estuvieran “limpios”, refiriéndose eso al desbroce del matorral. ¿Es esto posible económicamente? ¿Es deseable ambientalmente? Y, en cualquier caso, ¿es esta la base del problema?

No, no es la base del problema. Porque, además, cuando se hizo la Ley de Montes sospecho que nadie se preocupó de hacer unos mínimos cálculos. Porque entre carreteras, autopistas y vías comarcales, municipales, etcétera, en Galicia hay más de 40 mil kilómetros de vías de circulación. Si tenemos que desbrozar la superficie establecida legalmente a lo largo de todas ellas, podemos hacer unas cuentas de la superficie total y veremos cuanto es y cuando costaría. Además, Galicia tiene la mitad de los núcleos de población de toda España, tiene más de 900 mil parcelas edificadas. Si hacemos aquí también el cálculo del perímetro de protección que de acuerdo con la Ley de Montes habría que desbrozar cada año, el resultado es próximo al 5% de la superficie total de Galicia. Eso es económicamente inviable y, además, ecológicamente no sería deseable. Como no es económicamente viable, ¿qué se está haciendo? Pues en vez de desbrozar al lado de las carreteras, echan herbicidas tóxicos, que tienen efectos ambientales muy negativos y que además dejan toda la vegetación seca, combustible a la espera de que cualquier accidente o cualquier persona prenda fuego.

Si nueve de cada diez fuegos son de origen humano, habrá que intervenir ahí, con educación, lo que permitirá reducir los incendios a la décima parte. Después, quiero decir otra cosa: en el monte no hay maleza; a veces hay suciedad, pero es la basura que alguna gente deja a veces, pero la llamada maleza es vegetación, es un ecosistema. Hay que hacer desbroces selectivos, en determinados lugares, pero desbrozar cada año el 5% de la superficie de Galicia es imposible y tampoco es deseable, no.

En 1985 la SGHN criticaba en un documento “la sorprendente pasividad con la que la sociedad gallega contempla este fenómeno”. ¿Seguimos asistiendo con pasividad ante este problema?

Este jueves tuve una charla en Vigo. La última imagen que puse fue esa frase de un documento que había publicado la SGHN en 1985 y que lamentablemente sigue siendo cierta. Porque la administración no se ha preocupado de hacer campañas de información y, por el contrario, hace campañas de desinformación. Hay que decir una cosa: estos días se habla mucho de los fuegos, pero sobre todo porque han afectado a zonas muy habitadas de la provincia de Pontevedra y, además, claro, porque han muerto cuatro personas. Pero grandes zonas de la provincia de Ourense llevaban semanas ardiendo, con incendios que afectaban a la Sierra del Xurés o al Macizo Central. Y de estas zonas se olvida siempre todo el mundo: la Xunta, los partidos y los medios de comunicación. Nos llamaban socios y socias desesperados con incendios de frentes de varios kilómetros de los que los medios no hablaban. Ojos que no ven, corazón que no siente.

La SGHN reclama estos días, una vez más, que la Xunta “divulgue toda la información oficial sobre número de incendios, autoría y superficies quemadas, por año y ayuntamiento”. ¿Es deficiente la información que proporciona el Gobierno gallego? ¿Sería importante una mayor transparencia para solucionar el problema?

La información es importante, porque la gente sólo se dará cuenta de la magnitud del problema si se le dan cifras reales y claras para entenderlo. Tampoco ha ayudado el hecho de que a lo largo de los años fueran cambiando los criterios, de forma que los mismos fuegos que antes eran incendios ahora son considerados conatos. Se maquillan los números totales de incendios, diciendo que solo son conatos. Además, se ha subestimado la superficie quemada para reducir sobre los papeles la magnitud del problema. Sólo ha habido un año en que la información fue transparente: el 2006, el primero del gobierno bipartito de coalición PSOE-BNG. Ni antes ni después se ha hablado con transparencia de los fuegos, ni en los gobiernos del PP ni en los dos años siguientes del Bipartito.

¿Es necesario un pacto de país para solucionar este problema de verdad? ¿Qué propuestas serían más importantes para que cosas como las que han pasado en las últimas semanas no vuelvan a suceder?

Primero, hay que decir que resulta patético y desalentador que en todos estos años los partidos no se hayan puesto de acuerdo para despolitizar el tema y buscar entre todos una manera de resolverlo. Creo que la clave es cambiar esa política de gestión del territorio y fomentar el desarrollo del rural, como dije antes. Con 340 millones de euros debería poder hacerse otra cosa diferente. Habría que, progresivamente, invertir cada vez menos dinero en extinción y más en prevención, apostando por el desarrollo sostenible en medio rural, por dar calidad de vida en el rural. Las inversiones deben dirigirse también a las zonas de gran valor natural: Red Natura 2000, parques naturales..., de forma que la gente que vive allí note que se le está apoyando para conservar ese medio natural que en muchas ocasiones necesita de esa presencia humana y de las formas de aprovechamiento tradicional. De igual manera, hace falta apostar por un modelo silvícola en mosaico que evite los grandes monocultivos de eucalipto y de matorral. Un paisaje en mosaico en el que tendría que haber además muchos más árboles caducifolios, que en sí mismos conforman zonas cortafuegos.

Asimismo, en estos días creo que es importante incidir en el proceso de recuperación de las zonas quemadas. Hay que tener plenamente organizados los mecanismos de actuación posteriores al fuego. En el año 2006 la Xunta convocó a los expertos en materia de incendios de la universidades, del CSIC y del Centro de Investigaciones Forestales de Lourizán. Se llegó a una serie de conclusiones y se elaboró un protocolo, que fue publicado. Sin embargo, no se ha avanzado a partir de ahí, no hay una organización para actuar después de una ola de fuegos, por lo que surgen los problemas que ha habido este año: la gente quiere ayudar y no hay quien la dirija ni quien le dé unos criterios de lo que se debe y lo que no se debe hacer. Debería hacerlo la administración, pero han tenido que ser la SGHN y otras organizaciones de defensa ambiental quienes diesen estas indicaciones.

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