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Entrevista

Pavlátová, directora de cine: “Tengo la esperanza de que la inteligencia artificial no pueda sustituir a los creadores”

La directora de cine e ilustradora Michaela Pavlátová.

José Luis Estévez

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La directora e ilustradora Michaela Pavlátová ha participado estos días en el Festival Imaxinaria de cine de animación en A Coruña como miembro del jurado y madrina del certamen. Pavlátová (Praga, 1961) es una de las realizadoras más destacadas del cine de animación europeo y, después de una larga carrera como ilustradora y cortometrajista de animación, obtuvo un éxito importante con su largometraje Mi familia afgana (2021), que recibió el premio César a la Mejor Película de Animación en Francia y estuvo nominado a los Globos de Oro. En el film, basado en un libro de la periodista checa Petra Procházková, se cuenta la historia, basada en hechos reales, de una mujer que recala por amor en el Afganistán posterior al régimen talibán y tiene que adaptarse a un mundo muy difícil para ella. La directora checa también trabajó como directora de arte en una gran productora estadounidense y en esta entrevista habla sobre su visión del cine de animación en un escenario donde el arte cada vez se ve más amenazado por una industria que necesita beneficios a toda costa.

¿Cuáles son las grandes diferencias que ve en la industria del cine de animación ahora con respecto a sus inicios? ¿Es solo el uso de la tecnología lo que ha contribuido a los cambios o hay otros factores?

Bueno, cuando yo era niña en Checoslovaquia veíamos filmes de animación bonitos y poéticos y en su mayor parte eran películas hechas en nuestro país como auténticas piezas artísticas. Sin embargo, actualmente los niños ven filmes hechos especialmente para ellos y la mayoría son producciones americanas de grandes estudios y han sido concebidas como productos, es decir, son obras que se han realizado específicamente con el objetivo de que puedan gustar. Son películas que no arriesgan y no buscan nuevas formas de crear. Han sido realizadas en una gran factoría y no se va a ver la personalidad del creador en esa obra. En mi época ya existían las películas de Disney, pero yo no las podía ver. Ahora todavía se hacen largometrajes de animación interesantes pero proceden en su mayoría de pequeños estudios europeos, no de Estados Unidos.

En todo caso creo que donde sigue estando muy visible la creatividad del autor es en los cortos de animación. Aquí no hay un productor que te está diciendo lo que tienes que hacer y acaban surgiendo piezas muy personales y que exploran nuevos caminos. Es algo que estoy comprobando estos días en A Coruña como miembro del jurado del Festival Imaxinaria. Hacía tiempo que no estaba en un jurado de este tipo y es muy interesante poder ver seis horas de cortometrajes con temáticas y puntos de vista muy diferentes. Veo como un milagro que existan todavía cortos de animación y que haya quién los financie porque son algo que no mucha gente necesita ver pero suele haber mucha poesía y creatividad en ellos. Hoy en día casi todo lo que se produce se hace pensando en cómo puede ser vendido o cuánta gente lo necesita y, sin embargo, en el mundo de la animación no hay muchas personas que la necesiten y tampoco produce mucho dinero. Es algo que no tiene mucho valor y no es lo que se entiende por útil pero es hermoso y puede hacer mucho por el alma y la mente de algunas personas.

Usted ha trabajado en la industria de la animación tanto en Europa como en Estados Unidos. ¿Son experiencias muy diferentes? ¿Se sentía cómoda cuando trabajaba en San Francisco?

Me siento cómoda en Europa y en Estados Unidos me dí cuenta de lo europea que soy. Creo que somos muy afortunados por tener seguidores de este tipo de cine en Europa porque eso no existe en Estados Unidos. Por supuesto que hay realizadores independientes en América a los que admiro, pero allí el trabajo está muy especializado generalmente y conoces gente que ha alcanzado la cumbre de su carrera por cosas como animar la alfombra voladora que se ve en Aladín, por ejemplo. Fue entonces cuándo me di cuenta de que mi carrera podía acabar así y a mi lo que me gusta es ser una directora que puede hacer el film que quiere desde el principio y poder participar en todo el proceso y no solo en una pequeña parte.

La animación siempre ha sido el hermano pobre de la industria del cine en Europa, algo muy diferente de lo que sucede en Estados Unidos, con grandes estudios implicados en la producción de películas de animación. ¿Cree que el cine animado podrá sobrevivir en Europa en los próximos años como existe en la actualidad?

Espero que sí. Es duro para los padres llevar a sus hijos al cine y ver que casi toda la oferta de animación pertenece a grandes estudios americanos pero creo que sigue habiendo un espacio para el cine europeo animado independiente. Sigue habiendo padres que llevan a sus hijos a ver películas animadas de buena calidad. Lo que pueda suceder también va a depender mucho de la situación económica global que tengamos, ya que el interés por las profesiones artísticas crece cuando las cosas van mejor y bajan cuando hay crisis. En todo caso, hay esperanza. En mi país, por ejemplo, está creciendo el número de largometrajes de animación que se estrenan en cines y eso es esperanzador porque surgen más directores que ven posibilidades de hacer sus películas. Creo que ahora en República Checa hay más gente que conoce el cine de animación y sabe que no es solo una cosa para niños.

En sus películas aparecen a menudo personajes que se salen de lo común, como la protagonista de The Tram, por ejemplo. ¿Qué le lleva a dar protagonismo a este tipo de personajes en sus filmes? ¿Qué quiere mostrar a través de ellos?

Es interesante lo que dice porque yo creo que mis personajes representan realmente a gente que conocemos. En el caso de The Tram fue un trabajo por encargo e inicialmente la única premisa era que la historia tratase sobre fantasías sexuales de mujeres y yo decidí escapar un poco del cliché de las fantasías llenas de lujo y buen gusto para hacer algo opuesto, algo brutal. Por eso elegí a una protagonista mayor, una conductora de tranvía en la que nadie se fija y que tiene fantasías mientras trabaja. Pero realmente para mí ella no es rara, todo el mundo puede llegar a tener fantasías sexuales muy salvajes sin que importe su condición.

Su largometraje Mi familia afgana supuso un hito en su carrera por la gran repercusión que tuvo y los premios recibidos. ¿Qué le llevó a interesarse por la historia basada en el libro de la periodista checa Petra Procházková?

Para mí este proyecto fue un hito porque por fin me decidí a realizar un largometraje de animación. Durante toda mi carrera había evitado hacer este tipo de películas porque suponen mucha presión, cuentan con un elevado presupuesto y no tienes la libertad con la que cuentas cuando realizas un cortometraje. Fue muy difícil para mí enfrentarme al guion porque mi mente está entrenada para pensar en cortos. El film fue hecho para una audiencia general no para el público habitual del cine de animación, porque creo que ese mundo es una especie de burbuja y el libro en el que está basado la película iba destinado a un público muy amplio. Es una historia muy interesante en la que se mezclan el humor y el drama. Cuando empecé a leer el libro enseguida me sentí enganchada, aunque vi que el humor del libro no iba a ser fácil trasladarlo a la pantalla.

¿Cree que el cine de animación puede resultar más apropiado para transmitir ciertos sentimientos que el cine convencional?

Algunas cosas son más fáciles de expresar con animación. Por ejemplo, es más sencillo poder hablar sobre sexo con la animación porque son solo dibujos, no son personas reales. También sucede con algunos tipos de violencia, que puede resultar menos complicada de mostrar a través de la animación. Puedes elegir lo que quieres mostrar y lo que no, aunque por supuesto a través de los actores se consiguen otras cosas. Es interesante que los personajes de animación son más universales que los actores porque con el actor siempre hay una cara que puede acabar estando por encima del personaje. Sin embargo, los actores tienen la posibilidad de improvisar más y de actuar con más rapidez que lo que podemos hacer con la animación. Es divertido que cuando se va a promocionar un film de animación nadie sabe quién es el director o el diseñador, lo único que se conoce es cuando un actor famoso le pone su voz a uno de los personajes. Por supuesto que la voz es importante, pero no es lo más importante.

¿Cómo está afectando el uso de la inteligencia artificial en la industria y qué puede suceder en el futuro con esta tecnología en el cine?

A mí no me afecta todavía aunque estoy preocupada por el tema, por supuesto. Muchos podemos llegar a perder nuestro trabajo por el uso de estas herramientas. He visto junto a algunos estudiantes filmes hechos con inteligencia artificial y son interesantes cuando los ves por primera vez, pero si ves tres cortos hechos con IA te das cuenta de que siempre siguen el mismo patrón. Tal vez esto pueda mejorar pero ahora mismo los propios estudiantes ven que se trata de películas hechas de un modo anticuado y muy reconocibles por el modo en que han sido hechas. También puede ser que acabe pasando algo parecido a lo que sucedió con el cine en 3-D. Cuando se estrenó Avatar parecía que todas las películas a partir de entonces iban a tener que ser hechas con esta tecnología y un tiempo después pasaron de moda y no fue así. Tengo una gran esperanza en que la inteligencia artificial pueda ayudarnos con la parte técnica aburrida de hacer una película, pero que los verdaderos creadores sigan siendo los que construyan historias interesantes para que la gente vaya al cine a verlas.

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