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Cinco de abril: las elecciones que desconvocó el coronavirus

Asientos reservados para Feijóo y Casado en una comida-mitin del PP

María Pampín

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El domingo 5 de abril pasó de estar señalado en el calendario de Galicia y Euskadi a ser difícil de distinguir de un día cualquiera dentro de la monotonía informativa y vital impuesta por el coronavirus. La atención ciudadana e informativa de los fines de semana se la lleva ahora la extensión de la cuarentena o la parálisis de la actividade económica. Pero una vez hubo elecciones.

Los comicios gallegos, los cuartos a los que se presentaba el actual presidente de la Xunta, fueron aplazados por el avance del coronavirus antes incluso de que los Gobiernos central y autonómico concretaran una fórmula legal para echar el freno al proceso electoral. Una situación inédita que puso de manifiesto tanto la falta de previsión en la legislación para aplazar unas elecciones como las pocas ocasiones en que diferentes formaciones políticas y administraciones consiguen ponerse de acuerdo. En País Vasco, la situación es parecida. 

Galicia afronta esta crisis sanitaria con cuerpo de elecciones. Es decir, con el Parlamento disuelto, con una Xunta sin control por parte de los grupos políticos del Hemiciclo, y con un Gobierno que había aligerado ya sus altos cargos para colocarlos en las listas del Partido Popular y que no dudó en volver a contratarlos

Como no hay un protocolo para el aplazamiento o cancelación de elecciones, tampoco lo hay para reconstituir el Parlamento una vez disuelto. Ahora, solo permanece activa la Diputación Permanente, con representantes de todos los grupos parlamentarios, pero sin todas las funciones que tiene normalmente el Hemiciclo. Esto significa que el poder ejecutivo, la Xunta, gobierna sin el apoyo ni el control que ejerce el legislativo, el Parlamento: las comparecencias del Gobierno de Feijóo se dan cuando la Xunta quiere y no hay sesiones de control ni impulso normativo.

Los partidos con representación en el Parlamento gallego, incluido el PP, pidieron el pasado lunes a los servicios jurídicos de la Cámara gallega que estudien si es posible ampliar las funciones de la Diputación Permanente. En las tres semanas de estado de alarma se han producido tres comparecencias: la del presidente de la Xunta y las de los conselleiros de Presidencia y Política Social.

Sin la voz del Parlamento, a la oposición le quedan pocas vías para ejercer su papel de control. En las dos primeras semanas, Núñez Feijóo convocó a las principales fuerzas a reuniones semanales para escuchar sus propuestas durante la crisis sanitaria y trasladar también la información que recibe cada domingo en la videoconferencia que los presidentes autonómicos mantienen con Pedro Sánchez. Sin embargo, en encuentro convocado entre Feijóo y oposición la pasada semana fue cancelado el día anterior y los partidos no saben cuándo serán citados de nuevo.

El presidente de la Xunta, sin embargo, afea en sus apariciones virtuales ante la prensa -y habitualmente también ante la ciudadanía a través de la televisión pública- que el Gobierno central no consulte con las Comunidades Autónomas los pasos que va dando dentro de este estado de alarma.

Este doble discurso, que convierte a Feijóo y a Urkullu en inesperados compañeros de táctica, también lo emplea según se dirija hacia el Estado o hacia Galicia. De puertas afuera es una voz moderada del PP de Casado que le permite mostrarse comprensivo con Sánchez en las dificultades para conseguir material y, hacia dentro, es un presidente que reclama mascarillas y ventiladores a un Gobierno central que tiene a Galicia abandonada. No olvida Feijóo que las elecciones solo están aplazadas, que la legislatura se le acaba en otoño y que las encuestas marcaban un resultado muy justo para conseguir su cuarta mayoría absoluta.

El camino para aplazar las elecciones del 5A no parecía fácil y los expertos señaban la reforma exprés de la ley electoral o la declaración del estado de alarma para llevarlo a cabo. Con la oposición y la Xunta de acuerdo en que no tenía sentido continuar con las elecciones con las restricciones que se nos venían encima, Pedro Sánchez dejó en manos de Galicia la suspensión y un decreto firmado por Feijóo bastó para frenar el proceso electoral. Cuando se retome, se hará en el mismo punto en que se dejó, a cuatro días del inicio de la campaña electoral, según el acuerdo al que llegaron Feijóo y los líderes de las principales fuerzas que se presentaban en este 5A.

Feijóo pactó el cómo pero no el cuándo. El presidente mantiene la atribución de decidir cuándo se retoma la campaña electoral, que se hará, en todo caso, una vez termine la declaración del estado de alarma y la situación de emergencia sanitaria. “Dicha convocatoria se realizará en el plazo más breve, oídos los partidos políticos y por decreto del Presidente de la Xunta”, reserva el decreto. 

El contexto será ya muy diferente. Las razones que llevaron a Feijóo a adelantar las elecciones gallegas y hacerlas coincidir con las vascas se habrán desvanecido y los cálculos electorales de gobierno y oposición tendrán que rehacerse en una crisis económica que se quedará cuando el virus haya perdido fuerza.

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