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La flota pesquera gallega pierde el rumbo a medio plazo ante el acuerdo comercial del Brexit

Actividad a bordo de un barco pesquero

Daniel Salgado

8 de enero de 2021 21:24 h

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El 31 de diciembre, el Gobierno central remitió aviso a la flota pesquera, mayormente gallega, para que se alejasen de las aguas británicas. El Reino Unido consumaba su salida de la Unión Europea y aunque a última hora se había firmado un acuerdo, el Ministerio de Transportes prefirió curarse en salud. La reacción del gabinete de Boris Johnson, que había amagado con enviar la Marina para “defender los derechos de un Estado costero independiente”, era una incógnita. Apenas pasados 45 minutos de la media noche, ya en 2021, los barcos recibieron permiso para faenar en la zona. Pero no estaban allí. La incertidumbre reina en el sector ante los efectos de esta inaudita reconfiguración geopolítica europea.

“El escenario más negativo para la pesca gallega, que no hubiese acuerdo y se estableciesen aranceles, se ha evitado”, explica el profesor Gonzalo Rodríguez, coordinador del grupo de investigación en economía pesquera de la Universidad de Santiago. Argumenta su visión del vaso medio lleno con dos ejemplos. El primero, una ruptura a las bravas habría provocado que una “parte significativa” de la flota gallega abanderada en el Reino Unido, alrededor de 60 buques, no podría competir al encarecerse su producto debido a las nuevas tasas. El segundo, que los pescadores belgas o franceses que trabajan en los mares ingleses se desplazarían a Irlanda. Y aquello es mar de los gallegos, lo que “supondría una mayor presión”.

“A corto plazo, el impacto en la merluza o el rape es reducido”, resume. Con él coinciden representantes de las cofradías o de los sindicatos. Pero todo cambiará dentro de cinco años y medio, cuando expiren las condiciones pactadas y la Unión Europea deba negociar con Gran Bretaña las cuotas pesqueras año a año.

El acuerdo comercial alcanzado en la última semana de diciembre y que incluye la materia pesquera ocupa más de 2.000 páginas. Se sabe que las flotas comunitarias podrán seguir faenando en aguas británicas este lustro y que la reducción de cuotas es del 25% -el Gobierno de Johnson llegó a exigir el 80%. Pero poco más sobre cómo afectará a Galicia. “Sabemos que no incidirá de la misma manera en las cuotas de todas las especies, pero todavía no conocemos la letra pequeña. Lo estamos revisando”, asegura José Antonio Pérez Sieira, patrón mayor del importante puerto de Ribeira (A Coruña) y presidente de la Federación Galega de Confrarías de Pesca. La dificultad es tal que la propia Xunta ha encargado dos informes sobre su impacto, uno administrativo a la Fundación MarInnLeg sobre las consecuencias para la actividad extractiva y la comercialización, y otro al Instituto de Estudos Europeo Salvador de Madariaga de la Universidade de A Coruña sobre sus implicaciones jurídicas.

A puertos gallegos pertenecen alrededor del 75% de los 88 barcos españoles con intereses en aguas británicas, según cálculos de Xabier Aboi, sindicalista responsable de la sección de Mar en la CIG. Además, unos 40 buques con base en Marín (Pontevedra) y Vigo pescan sobre todo calamar y pota en las Malvinas. Tampoco está claro qué sucederá con ellos, ni con las empresas que trabajan con esas capturas en tierra. Lo que sí parece seguro es que habrá aranceles, dado que los territorios británicos de ultramar quedaron excluidos del acuerdo, lo que elevará los precios. “No se aclara que va a pasar con los buques gallegos de bandera inglesa”, añade Aboi. Estos habían cambiado su base cuando la Unión Europea comenzó a reducir las cuotas de la flota gallega y no había suficiente. “Ahora son unos parias”, entiende.

La gallega es la principal flota europea, considera el profesor Rodríguez. Y la pesca, o más bien lo que denomina “pesca industria”, “un sector vertebral de la economía gallega”. Lo que en otras zonas de Europa o de España “pesa poco” en el PIB, sí lo hace en Galicia, donde, a su juicio, constituye uno de los tres grandes apartados económicos, junto al automóvil y a la agricultura. “El complejo mar, es decir, la pesca y la actividad transformadora e industrial, representan el 6% del PIB gallego, equivalente al automóvil”, sostiene, “la dimensión que tiene en Galicia, su complejidad, es muy poco comparable a otros lugares”. Por eso los efectos del Brexit resultan cruciales para la comunidad.

Se abre el debate político

Pero, a pesar de su relevancia, la cuestión ha estado prácticamente ausente del debate político gallego en los últimos años. Solo el acuerdo de última hora ha desatado la discusión. Alberto Núñez Feijóo remitió el 28 de diciembre una carta al presidente Pedro Sánchez en la que “demanda” que la Xunta esté presente en las negociaciones sobre cuotas de pesca “al máximo nivel”. Y la Consellería de Mar lamenta, asegura, no recibir información oficial del Ministerio de Agricultura y Pesca. Xabier Aboi, de CIG Mar, sin embargo, no deja pasar las responsabilidades de la propia Administración gallega: “Según ellos todo lo hicieron bien, todo perfecto, pero no sabemos cómo van afectar a las cuotas, a las descargas, a los tripulantes... tenemos muchas dudas”.

El BNG criticó el acuerdo a través de su representante en el Parlamento Europeo, Ana Miranda, quien afirmó que se “lleva la carne y deja la espina”. Los socialistas gallegos lo ven de otra manera. Su eurodiputado Nicolás González Casares expuso en rueda de prensa este mismo viernes que “compartía la preocupación”. “No es el acuerdo que deseábamos, porque lo que deseábamos era que las cosas siguiesen como estaban”, dijo, “pero no es el peor acuerdo”. A su ver, países como Irlanda, Dinamarca, Holanda o Francia “se verán mucho más afectados porque dependen mucho más de los caladeros británicos, y las especies más afectadas no son las que pescan los barcos gallegos”.

Donde sí van a las aguas inglesas es en el puerto pesquero más importante de la cornisa cantábrica, el de Burela (A Mariña, Lugo). “Hay que seguir luchando para que no se piedra capacidad y menos todavía barcos”, señala su alcalde Alfredo Llanos, del PSdeG, quien habla de sus temores: “Hay que tener en cuenta que las condiciones biológicas de la pesca están cambiando, derivadas de infinidad de factores. Existen dificultades para el relevo generacional. Pero si además se pierde capacidad de gestión y de pesca...”.

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