Ruta por la gentrificación cultural de Carabanchel y los barrios que no quieren estigmas ni ser el “Brookyln madrileño”
Carabanchel es un distrito de Madrid, pero también una ciudad en sí misma. No solo porque fue un municipio independiente hasta su anexión en 1948, sino por sus dimensiones, su demografía (con 274.000 habitantes es el más poblado de la ciudad) o sus múltiples facetas. Las diferencias socioeconómicas entre San Isidro, Vista Alegre y Abrantes son tantas, al menos, como sus similitudes. Es por eso que resulta tan difícil analizar el efecto que en estas zonas ha generado la gentrificación. Casi inexistente en algunas áreas, ineludible en otras. Recorrer estas últimas permite observar cómo se transforman algunos barrios por la acción de determinados agentes que llegan a ellos. Y prever cómo pueden cambiar en el futuro los que todavía viven ajenos a esas dinámicas.
Por ello fue tan revelador el segundo paseo crítico organizado desde el Grupo de Estudios Críticos Urbanos (GECU) y el Sindicato de Inquilinas de Madrid, que el martes 25 de noviembre se adentró en “la gentrificación cultural y la especulación inmobiliaria en Carabanchel”. Antes, recorrieron la acción de fondos buitre como Madlyn en el barrio de Puerta del Ángel (distrito de Latina), el pasado día 6. Y el 29 de noviembre miraron al norte con un itinerario por las Cinco Torres y el proyecto de Madrid Nuevo Norte (la Operación Chamartín), con el título “De la vivienda obrera al desarrollo urbano neoliberal”.
La de Carabanchel fue una ruta de fachadas coloridas, galerías de arte, salas de ensayo y murales chic. También de un edificio okupado y autogestionado que lucha contra el capital que desea adueñarse del barrio, o de intercambios de ideas para desentrañar quién prende la mecha de la gentrificación. Todo el mundo tiene clara la responsabilidad de ciertos fondos buitre en un distrito en el que un 26% de la población vive de alquiler y donde el precio de la vivienda ha pasado en diez años de 8,7 euros el metro cuadrado a 16,9. Un aumento sostenido que en el último año y medio ha crecido exponencialmente, un 40%. Pero ¿hasta dónde llega el papel de ciertos agentes culturales? ¿Son coautores del alza y de la pérdida de identidad de un barrio, en ocasiones bajo el ala de esos mismos fondos? ¿Son meras cabezas de turco? ¿Pueden hacer barrio y a la vez condenarlo a que pierda parte de sus esencias?
Cuestiones complejas que ayudaron a desentrañar los “guías” de un itinerario que reunió a decenas de personas: Yolanda Riquelme y Bea Martins, coordinadoras del colectivo mediación cultural La Liminal; Alberto Crespo y Carlos Castillo, miembros del Sindicato de Inquilinas; Álvaro Ardura, profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) o Jorge Sequera, coordinador de GECU. Este último dejó una reflexión esencial, que habla de la gentrificación como un fenómeno que incluye lo económico, pero lo excede: “En Carabanchel, como en Lavapiés, hay personas o entidades que llegan y generan un discurso legitimador o ejemplificador, sobre cómo deben comportarse sus vecinos. Es un afán higienizador. La lógica es yo no quiero lo que hay aquí aunque lleve toda la vida. Pero no puedes ir contra la lógica del barrio solo porque no sea una arcadia”.
Así, la gentrificación cultural tiene un doble sentido: un nivel causal (contribuyen a ella agentes culturales que llegan al barrio) y un nivel consecuencial (el fenómeno modifica costumbres o modos de vida del lugar en el que se produce). Algo que en La Liminal analizaron ya en 2017: “En un proyecto abordamos cómo avanza la gentrificación en este barrio y cómo, en teoría, los agentes culturales la traen de la mano. Hablamos con artistas, vecinos y entidades autogestionadas”, expuso Bea Martins.
Por aquel entonces el libro de Martha Rosler Clase cultural. Arte y gentrificación, que disecciona entre otras cuestiones el impacto del SoHo en Nueva York, había sacudido este tipo de estudios urbanos. Una comparativa, la del Soho, que repiten hasta la saciedad determinados sectores para tratar de modificar la idiosincrasia de ciertos barrios. Aunque, como indican, Carabanchel también ha sido tachada de “Brooklyn madrileño”. Lo hizo Esperanza Aguirre ya en 2011.
Vestigios industrailes convertidos en el refugio ideal del arte
Porque el empeño de ciertos sectores choca con “una identidad obrera que marca Carabanchel, tanto por la población que se asienta como por ejemplos como el Polígono ISO, una zona muy inserta en el entramado urbano que resistió la instalación de viviendas”. El denominado Polígono ISO, en San Isidro, era una zona industrial donde se asientan imprentas, talleres, manufacturas textiles y fábricas como la que elaboraba el peculiar isocarro de la marca ISO. Después del progresivo cierre industrial en los noventa, “los edificios sobreedificados tenían tantos metros cuadrados que no salía rentable derruir”, apunta Álvaro Ardura.
Esto ha fomentado que el entorno se convierta en foco de un gran movimiento creativo en el que se han asentado más de 130 artistas distribuidos en unos 40 estudios, talleres de artesanía y espacios creativos: Casabanchel , Corner Gallery & Studio, Photoalquimia Studio... Surgió así “una ciudad en sí misma” donde caben una iglesia evangélica, una academia de idiomas o varios estudios (en los que la ley no permite residir, aunque dentro de muchos de ellos “ves una cortinita que separa no sé sabe muy bien qué”, desliza el profesor de urbanismo). A los primeros artistas se unieron luego galerías y progresivamente festivales de arte, como el desaparecido ArtBanchel, que en sus primeras ediciones se dirigía abiertamente a unos turistas a quienes pedía “cruzar el río y venir al margen”. Algo que ya granjeó críticas de los movimientos del barrio en 2018, con mensajes como “cuando llegan los turistas, se van los vecinos”.
Son algunas de las iniciativas que impulsaron la llegada a Carabanchel de “gente dramáticamente moderna”, como las definió un participante del paseo. Martins y Riquelme describieron cómo se produce la simbiosis, o el choque, con el tejido que por entonces conformaba el distrito: “Muchas historias de Carabanchel están atravesadas por el estigma y lo conflictivo. Hay una sombra muy alargada de la migración y de la cárcel de Carabanchel. Luego aparece en esos relatos festivales culturales, espacios difíciles de definir y campañas en medios que lo venden como el barrio más cool del mundo mundial. Pero eso sucede mientras se mantienen noticias constantes sobre sucesos. El estigma y la promoción son imágenes que conviven”.
Una modernidad aliada del barrio, una especulación incompatible con él
Un “símbolo de las contradicciones” es la fábrica de Cervezas Patanel, en el 21 de la avenida de Pedro Díez. El itinerario se detiene en ella, en el entorno del ISO. “La cerveza artesanal es un símbolo moderno, pero es una marca creada por chavales de Carabanchel y es muy valorada en el barrio”. De hecho, adquirió “legitimidad” a la par que un proyecto en las antípodas como es el EKO, espacio social okupado en el que más tarde se detendrá la caminata. “La atención logística durante lo peor de la pandemia hizo a ambos ganarse ese respeto y cariño. La Despensa Solidaria de Carabanchel creó un importante cajón de alimentos y Patanel se organizaba para los repartos. Cada sábado atendían a más de 200 personas y las propias trabajadoras sociales derivaban a ellos”, relata Álvaro Ardura. Una coyuntura que ejemplifica una demanda común entre quienes viven y quienes llegan al barrio: el aumento de servicios y dotaciones públicas.
De este modo, fuerzas que pueden provocar un alza de precios no siempre actúan automática ni instantáneamente. Sobre todo en un distrito tan extenso y diverso: “Una diferencia gentrificadora básica con el centro es que todo está más salpicado o diseminado que allí”. De ahí el valor del paseo itinerante, que se detuvo después en un lugar más siniestro: el estudio-apartahotel Cielo Madrid, en el número 40 de la efervescente calle de Matilde Hernández. En ella se encuentra el popular mural de Dalí elaborado en PhotoAlquimia, encima de una cafetería de especialidad.
“En CIELO MADRID encontrarás la mayor comodidad para tu descanso o un ambiente inspirador para trabajar”, recoge la web del alojamiento, una frase que es toda una declaración de intenciones sobre el perfil de sus huéspedes: “Son hoteles de larga estancia dirigidos a una comunidad creativa, en general por un periodo máximo de un año”, dice Alberto Crespo. Muchos cuentan con el acicate de importantes fondos de inversión, como Kronos Real State. Esta entidad también financia VETA Galería, espacio de arte ubicado en la calle de Antoñita Jiménez.
Es ahí donde surge la verdadera sinergia entre arte y especulación, según explican los “guías”. Una estampa que quedó inmortalizada en el propio Cielo Madrid allá por 2019, cuando el Festival Obertura Carabanchel celebró un cocktail en su terraza. Los expertos no aclaran, eso sí, qué factor pesa más en la llegada de un nuevo perfil de habitante a ciertas áreas de Carabanchel: ¿Vienen porque el barrio ahora mola o porque el coste habitacional de otras partes de la ciudad se ha vuelto insostenible? Puede que haya un poco de todo.
Carbanchel, caja de Pandora de los fondos buitre en Madrid
El EKO de Carabanchel, espacio de resistencia que ha sufrido “acoso” y coacciones“ por parte de una empresa de desokupación contratada por el fondo con sede en Miami Midtown Capital Partner, es el escenario donde el Sindicato de Inquilinas rememora otro empuje a la especulación en el barrio. Quizá el mayor, ya que no es una cuestión de tendencias, sino de acción directa sobre la estructura de la propiedad. Se trata de las promociones que el Ayuntamiento de Ana Botella vendió en 2013 al fondo buitre Blackstone ”para promocionar la llegada de fondos a Madrid y toda España“, subraya Carlos Castillo.
“Como mucha vivienda se había convertido en activo tóxico, el Gobierno de Mariano Rajoy introdujo cambios legislativos para que llegasen más fondos: modificaron la normativa fiscal de las Socimi y también la Ley de Arrendamientos Urbanos para que los contratos caducaran a los tres años [ahora son cinco, siete si el arrendador es persona jurídica]. Pero no era suficiente, así que Comunidad y Ayuntamiento de Madrid vendieron parte de su patrimonio de vivienda pública. Fue lo que sucedió con la PAU de Carabanchel, donde muchas viviendas siguen en manos de Blackstone o han pasado a otros fondos como Nestar-Azora”, cuenta Castillo.
Ahora el centro autogestionado sigue bajo amenaza de desalojo, pero “parece que los propietarios van a tirar de la vía legal”. Mientras, el Sindicato de Vivienda de Carabanchel y otras entidades vecinales han estrechado contactos con el de Inquilinas, que ha abierto su propio nodo en el distrito. Entre sus iniciativas contra la especulación están las Brigadas Inquilinas, en las que llaman puerta a puerta en edificios de propiedad vertical. “Hemos encontrado muchos bloques de fondos y, en Puerta Bonita, Oporto y Vista Alegre, bloques de antiguas familias enriquecidas durante el franquismo que lo siguen gestionando mediante sociedades o están en proceso de venta a fondos”.
La “gentrificación parasitaria” en la Colonia Tercio y Terol
La travesía culmina en la Colonia Tercio y Terol, levantada sobre unos terrenos que fueron zona roja durante la Guerra Civil. La autoconstrucción guiada conformó un coqueto conjunto de viviendas unifamiliares, salvo un puñado de edificaciones de dos y cuatro plantas, donde en los últimos años se han instalado varias salas de ensayo, a la par que llegaban actores, actrices, productores y en general gentes del teatro o el cine. En esta zona, Álvaro Ardura habla de una “gentrificación parasitaria”: como la intervención de los fondos en la Colonia es más difícil dado el cariz “fragmentario” de su propiedad (apenas hay dueños de más de una vivienda), estos acaban “vampirizando” inmuebles en los alrededores.
Dentro de la propia Colonia, para Ardura “el capital cultural moviliza más que el económico, que también”. El Bar Hogar, habitual centro de reunión vecinal, desapareció hace años. Le dio tiempo a convivir con la chulapa que Jorge Rodríguez-Gerada pintó en la torre del Antiguo Depósito de Aguas de la calle Amalarico, elemento que el propio Ayuntamiento de Madrid ha incluido en guías turísticas. Ahora ese punto de encuentro sociocultural se ha convertido en el gastrobar Come, Bebe, Ama. Se hicieron con su traspaso María Moreno y el actor Daniel Holguín (visto en la película Way Down o la serie Los favoritos de Midas).
Luego emergió Merinas Bar, “como reacción, o más bien como un mix entre el bar de toda la vida y el más cuqui”. No es el gastrobar, tampoco el garito de una asociación. “Surge como algo amable para residentes de aquí, los de toda la vida y los nuevos”, precisó Álvaro Ardura. Una de las tres propietarias del establecimiento, antiguo ultramarinos del barrio, es otra actriz: Marta Belenguer (Camera Café). El docente habló de un “efecto llamada” entre intérpretes y creadores escénicos o culturales: “Alberto Jiménez y Nantxho Novo fueron los primeros en llegar a Carabanchel a principios de siglo. Luego se han sumado Andrés Lima, Facu Díaz, Alex O' Dogherty, Willy Toledo o Melanie Olivares. También varios periodistas culturales de RTVE o Telemadrid, a los que la zona pillaba de paso para el trabajo, además de ser más barata. Hace unos años, cuando la tendencia empezó, había quien hablaba incluso de Beverly Urgel [risas entre los asistentes]”.
Bajo el brillo de unas luces de Navidad que han llegado por primera vez a la Colonia (la influencia de la chulapa del depósito es alargada), Ardura explicó que estas llegadas se dan en una zona rodeada de otras “muy estigmatizadas” al otro lado del parque. “Conocidas figuras del tráfico de drogas viven a pocos cientos de metros. Algunas, incluso, en la propia Colonia”. Pero el prejuicio va más allá de actividades criminales. Este académico lo ilustra sin paños calientes: “Actualmente el mayor efecto depresor del mercado inmobiliario, quizá el único, es la población gitana”.
“Esta misma charla está siendo un agente gentrificador”
“Carabanchel ha cambiado mucho. Por el lugar en el que está, le influyen y moldean las relaciones entre centro y periferia”, aseguró Bea Martins. Como resaltan en distintas parte del recorrido, algunas áreas del distrito vivieron, viven o vivirán un proceso de reconfiguración en su identidad y en sus condiciones materiales al tiempo que “bajar a Madrid” pasa a ser “bajar al centro”.
Álvaro Ardura considera que “la gran sustitución se produce en Carabanchel antes de que sea cool, aunque fuera con estética de vivienda de protección oficial”. Desde 2008, artistas o salas expulsados de Lavapiés como Gruta 77 fueron a parar al distrito, sin mayor impacto que ofercer una oferta sociocultural más completa. Pero este fenómeno es paralelo a un cambio en los propietarios del suelo desde 2007. En muchos casos pasan de los dueños originales a fondos que cambian radicalmente el escenario. La operación amparada por el Ejecutivo de Botella fue el golpe de gracia.
El investigador rescató unas declaraciones del director de una conocida escuela de diseño asentada en la zona de Urgel, cerca de la calle General Ricardos, que encapsula esas reticencias (a la par que exigencias) de los agentes gentrificadores: “No hay suficiente calidad en los edificios de la zona para vivir aquí”. Ardura plantea sugerentes preguntas: “¿Cuánta es mucha gentrificación? ¿Cuándo es irreversible?”.
En este sentido, remarcó que “no todos los agentes del espacio consideran la gentrificación algo negativo, hay quien defiende que mejora las condiciones para el intercambio económico”. Carlos Castillo abordó estas divergencias con los casos de la VETA Galería y Espac101. La primera nació con el respaldo y los intereses en el barrio de Kronos. La otra, sin embargo, es “una iniciativa de jóvenes artistas que no pueden hacerlo en otros sitios”. Apostilla Ardura que “todos hemos sido agentes gentrificadores, esta misma charla lo está siendo al ocupar espacio público del barrio”.
Rememoró que PhotoAlquimia Studio fue pionera con su llegada en 2005 y han demostrado ser “artistas concienciados”. Ahora, en un contexto de imparable alza de los alquileres que también afecta a estos proyectos culturales, se enfrentan a un posible proceso de expulsión. El caso evidencia quiénes son víctimas y quiénes verdaderos responsables de la gentrificación en un distrito que solo tiene siete escuelas infantiles públicas, mientras el número de inmobiliarias alcanza ya las 400.
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