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La Xunta y la Iglesia llaman a millones de peregrinos a visitar Santiago en un Año Santo plagado de incertidumbres y que durará hasta 2022

Unos peregrinos a su llegada a la Plaza del Obradoiro en Santiago de Compostela. EFE/Lavandeira jr/Archivo

Gonzalo Cortizo

31 de diciembre de 2020 18:52 h

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Las últimas horas de 2020 han servido para certificar que los diferentes caminos iniciados por la Xunta de Galicia y la Iglesia en 1993, con la cuestión de la custodia del Año Santo en disputa, se mantienen en marcha. El coronavirus ha frustrado los planes del Gobierno de Feijóo para hacer del Xacobeo 2021 un motor económico regado de dinero público y que en su última edición (2010) rozó la cifra de 10 millones de visitantes. La celebración, fijada por criterios vaticanos, está atada a un año del que nadie sabe qué traerá y en medio de una clausura que afecta al turismo a nivel mundial. Por todo ello, el Vaticano ha escuchado las peticiones realizadas desde Galicia para que la celebración se extienda hasta 2022.

El Gobierno gallego ha hecho todo lo posible para convencer al papa Francisco sobre la necesidad de prorrogar el Año Santo. Feijóo llegó a pedir la mediación del rey Felipe VI el pasado mes de septiembre durante la audiencia que este le concedió tras su victoria en las pasadas elecciones autonómicas. Ha habido multitud de mensajes enviados a la capital del cristianismo y hasta una carta remitida por Ciudadanos, sin representación parlamentaria en Galicia, pidiéndole al pontífice su “consideración” sobre una prórroga que permita sortear la pandemia y abrir los caminos que conducen a Compostela. La iglesia, sin embargo, parecía ponerse de perfil y ha habido que esperar hasta el último minuto del acto de apertura de la Puerta Santa para que el nuncio vaticano, Bernardito Auza, anunciase la decisión.

Auza ha tomado la palabra para dar lectura a un decreto de la penitenciaría apostólica, fechado a inicios de este mes de diciembre, en el que, teniendo en cuenta las difíciles circunstancias que se viven en todo el mundo por la pandemia de la COVID-19, el Papa acuerda prorrogar los dones espirituales vinculados al Año Santo durante todo el 2022.

Vivir en Santiago durante un Año Santo es una especie de barra libre espiritual en la que basta con escuchar misa en la principal iglesia de la ciudad, comulgar y rezar dos oraciones por el papa para quedar libre de todo pecado sin necesidad de penitencia. Las normas que aclara el arzobispado en una nota de prensa señalan que las gracias jubilares se pueden recibir una vez al día y que, incluso, uno puede hacerlo en nombre de una persona que ya esté muerta. Según los datos de la Xunta, en 2010 (última vez que la oferta estuvo en vigor) 9,2 millones de personas viajaron a Santiago atraídos por esa llamada y también por la de los restaurantes, las ciudades y las playas que Galicia ofrece al turismo. Muchos llegaron a pie, a través de un camino cuya ruta más larga se extiende por 940 quilómetros de senderos que arrancan en la Aquitania francesa. ¿Turismo o espiritualidad? He ahí la dicotomía que cimenta los diferentes planteamientos con los que Iglesia y Xunta abordan cada Año Santo.

En 1993, con Manuel Fraga al frente del Gobierno gallego, se quebró por primera vez la unidad de acción en torno a la celebración apostólica. Fue entonces cuando la Xunta inventó el término Xacobeo, tomando una discreta distancia con la terminología de Año Santo. Aquel 31 de diciembre, durante la apertura de la puerta Santa, se pudo ver a varios dirigentes del PP guardándose en el bolsillo las piedras que habían caído sobre el suelo de la catedral después de que el arzobispo golpease con un mazo de plata la puerta lateral del templo que solo se abre en los años en los que el 25 de julio cae en domingo. Lo que vino después fue un intenso programa turístico que atrajo a Santiago a las principales figuras musicales de la escena internacional como B.B. King, Ray Charles, Bruce Springsteen o Nina Simone. Aquel 1993 pasó a la historia como el primer “Año Santo moderno”, algo parecido a lo que Feijóo planeaba para 2021 y que ahora podrá encontrar cobijo en los días menos aciagos que se esperan para 2022.

Aunque las autoridades gallegas se dejan ver en todos los actos que convoca la iglesia, el peso religioso de la celebración en nada se parece al que marcó otro Año Santo para la historia, el de 1982. En aquella ocasión, el papa Juan Pablo II viajó a Santiago para protagonizar la fiesta. Días antes se dejó ver por Madrid. La crónica ofrecida por el diario El País aquel día llevaba un titular en clave de reprimenda: “El papa critica ante 250.000 jóvenes el pasotismo, la violencia y el sexo exasperado”. El 9 de noviembre, cinco días después de sus advertencias en la capital de España, Karol Wojtyla llegaba a Santiago para oficiar una misa en la que aseguró que la fe católica y la identidad del pueblo español son la misma cosa. En la Praza do Obradoiro le esperaban un grupo de marineros a los que, tras la eucaristía, dedicó las siguientes palabras: “Todos estamos en la barca de Cristo”.

Para este Xacobeo la Xunta ha reservado una caja con 85,6 millones de euros, cuyo uso final es un misterio a la espera de la evolución de la pandemia. El equipo que acompaña a Feijóo en la labor de Gobierno repite con frecuencia que el Xacobeo es la oportunidad económica que espera la economía gallega para acometer el milagro de la resurrección. De ahí las llamadas constantes a Roma para pedir que se alargue la fiesta como mínimo hasta el verano del año 22. Los mensajes institucionales tienen el barniz de la desesperación. Para muestra, la primera frase que uno lee si abre la página web de Turismo de la Xunta de Galicia: “Después de un año como 2020 todos necesitamos un Año Santo”. Las peticiones han sido escuchadas.

Nada está claro sobre el modo en el que Galicia va a gestionar su llamada para que peregrinos y turistas de todo el mundo decidan volver a Santiago. La Xunta ha puesto en marcha una campaña en la que incide en el carácter “seguro” de las visitas. Tal es su empeño que el Gobierno de Feijóo ha contratado un seguro que cubre el tratamiento médico y los viajes de cualquier visitante que pudiera resultar infectado de COVID-19 en su visita a Compostela. Basta con acreditar una pernocta en un hotel para poder beneficiarse de esa protección. Tras dar por perdido el empeño de salvar la navidad, el Gobierno de Feijóo se encomienda ahora a la tarea de salvar el Xacobeo. La respuesta del papa abre la puerta a la esperanza en ese objetivo.

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