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Sobre este blog

En este espacio se asoman historias y testimonios sobre cómo se vive la crisis del coronavirus, tanto en casa como en el trabajo. Si tienes algo que compartir, escríbenos a historiasdelcoronavirus@eldiario.es.

Testimonio de un psicólogo en tiempos de pandemia: “Trato a muchos sanitarios que se sienten impotentes”

Vivir enfadado aumenta el riesgo de morirse antes.

Sergio García Soriano

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Acabó la Semana Santa. He seguido atendiendo hasta el día previo al Jueves Santo. En Santa María de la Alameda, el último pueblo de la Comunidad de Madrid antes de llegar a Ávila, tenemos cero casos de coronavirus según la última estadística del Ministerio de Sanidad. Yo vivía en Madrid, en el centro, pero antes de decretar el estado de alarma me vine a este pueblo donde tengo una casa rural y un centro de bienestar emocional que ha quedado cerrado para el público. Soy un privilegiado porque me pierdo en sus instalaciones y en el jardín.

He pasado la mayoría de los casos a la atención por videollamada y a algunas personas que necesitan ser atendidas en presencial las atiendo a treinta minutos, en San Lorenzo de El Escorial. Somos centro sanitario, esenciales. Es una situación muy extraña, atiendo con mascarilla y ellos también la llevan, nos lavamos las manos antes y después de la terapia, mantenemos la distancia de seguridad pero existe cierta artificialidad en los rituales de recibida del paciente que ponen de manifiesto el miedo de la población y también el mío.

Noto diferentes grados de bienestar/malestar en la población. Por un lado, hay personas que están más tranquilas pese al estado de incertidumbre porque se están tomando este periodo como un momento para el crecimiento personal, para seguir incentivando sus aficiones. Son personas que no tienen excesivas cargas familiares y cuyo trabajo se puede hacer a distancia, por lo tanto, están ahorrando a pesar de la crisis económica que se acerca. Están preocupados por familiares pero no han tenido ningún caso muy cercano.

Hay personas que están viviendo la situación como un momento de retiro y, a pesar de los cambios, que producen alguna distorsión, sienten que están haciendo lo que pueden y que han recuperado cierto control sobre sus vidas. Ven con mayor frecuencia a sus hijos y a su pareja, evitan tener que moverse por un Madrid repleto de gente, su insomnio ha desaparecido porque no se sienten recluidos sino que piensan que el estar en casa es una manera de estar a salvo y de estar salvando vidas, por lo que su sentimiento de utilidad es máximo. Las comunicaciones y videollamadas son constantes para no perder el hilo en lo laboral o en lo personal.

Otras personas que se han encontrado mejor son las que padecían agorafobia o quienes que sufrían acoso laboral, también otras personas para las que el salir de casa producía gran desgaste psíquico.

Por otro lado, me encuentro con personas que han comenzado un duelo después de perder a un ser querido sin poder despedirse ni hacer velatorio y están angustiadas, con culpa, pensando que son ellos lo que le han contagiado o que pudieron hacer más de lo que hicieron por ayudarle.

Para las personas con adicciones a las drogas también es un momento complicado. Se ha incrementado considerablemente el precio, ha bajado la calidad de la sustancia y es más difícil de conseguir, por lo que las situaciones de irritación, ofuscación u agresividad intrafamiliar se han desbordado. Uno de mis pacientes ha comenzado la desintoxicación justo ahora, aprovechando el confinamiento y lo está consiguiendo. En estos momentos, las personas que consumían amparados por un comportamiento social ya no tienen esta excusa en su mentalidad.

También tengo a muchos sanitarios que se sienten impotentes ante este escenario en el que no trabajan en las mejores condiciones laborales, sin equipos de protección adecuados, algunos con un sueldo precario y sin continuidad laboral. Algunos se sienten casi rechazados, puesto que tienen que dormir en dormitorios diferentes que sus parejas, no encuentran quien cuide a los hijos o aparecen escritos en la puerta de su vivienda invitándoles a dejar el piso durante los días que continúe la pandemia.

Ellos son los que pueden sufrir con mayor probabilidad un estrés postraumático puesto que los factores de estrés superan los factores protectores. Las sesiones se convierten en una muralla contra lo cotidiano para poder generar estrategias que ayuden a paliar algunos sentimientos que les generan malestar. 

Al acabar la jornada acudo al supermercado al lado del centro sanitario y compro para mí y para algunos familiares. Mis padres, sexagenarios, tienen pánico a salir a la calle y no existen tiendas de barrio. Son vecinos de mi casa rural donde ahora me alojo. Regreso al pueblo, reparto los alimentos dejándolos en la puerta y aviso por teléfono de que pueden recogerlos. Pregunto cómo están y vuelvo a mi hogar. Por una parte quiero que acabe esta situación, necesito volver a atender cerca de Sol, en Madrid. Pero por otro lado, me había olvidado de la tranquilidad de este lugar, del olor a campo en estos paisajes, de que me despierte el canto de un gallo o que tenía nuevos vecinos y querían conocerme.

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