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La carrera espacial del siglo XXI: ¿quién servirá internet desde los cielos?

La carrera espacial del siglo XXI: ¿quién llevará internet al espacio?

Pilar Chacón

A pesar de lo mucho que ha avanzado la tecnología, todavía hay amplias regiones del mundo en las que no se puede navegar por la Red. La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) calcula que unos 4.300 millones de personas carecen de acceso a internet. Una realidad que ha impulsado a varias empresas alejadas de las 'telecos' tradicionales a buscar una solución al problema y convertirse, de paso, en la operadora que dé servicio a esos hogares.

Son los casos de Google, que planea lanzar globos con wifi; y Facebook, que ha pensado en usar drones para este fin. Sin embargo, la auténtica batalla se libra entre SpaceX, la compañía de lanzamientos espaciales de Elon Musk (cofundador de PayPal y Tesla), y la 'startup' OneWeb. Dos compañías que aspiran a lanzar satélites de baja órbita para ofrecer banda ancha a los lugares que aún no tienen conexión. ¿Quién se impondrá en la lucha por servir internet desde el espacio?

Duelo de titanes

El pasado mes de enero, Richard Branson, fundador del grupo Virgin, invirtió una gran suma de dinero en OneWeb, una 'startup' que pretende fabricar y lanzar satélites de órbita baja para dar acceso a internet a los hogares que aún no disponen de conexión. A la operación se sumaba la firma de 'chips' Qualcomm.

Casi al mismo tiempo nos enterábamos de que Space X, conocida por sus futuristas planes para el turismo espacial, planeaba adentrarse también en este sector. El propio Elon Musk confirmaba días después la nueva apuesta de la compañía, que será de momento una aventura en solitario.

Se iniciaba así un pulso entre OneWeb y SpaceX, ambas con experiencia en negocios de altos vuelos. Greg Wyler, fundador de la primera, ya inició su andadura en la fabricación de satélites para dar acceso a internet allá por 2007, cuando fundó O3B, una compañía dedicada a fabricar y colocar satélites a una menor altura que los geoestacionarios (los que se emplean hoy en día para dar conexión).

O3B produce satélites que orbitan a una altura de 8.000 kilómetros, mientras que la nueva compañía de Wyler pretende lanzar satélites a una mucho menor (unos 1.200 kilómetros), llevando así internet a los 42 países que la Unión Internacional de Telecomunicaciones considera los menos conectados.

Por su parte, SpaceX se introduce en el sector de los satélites después de haber recibido una financiación de 1.000 millones de dólares (algo más de 890 millones de euros) por parte de Google y Fidelity.

Una tiene el dinero, la otra experiencia, pero ambas comparten objetivo: lanzar un centenar de microsatélites de órbita baja que ofrezcan internet en las zonas a las que actualmente no llega, y convertirse así en la operadora de millones de hogares. Precisamente, la estrategia que llevó a cabo AT&T cuando desplegó cable de teléfono por todo Estados Unidos hace cien años, o Telefónica cuando era un monopolio estatal en España.

Unas cuantas complicaciones

Hasta el momento, una de las formas más comunes de llevar internet allí donde la fábrica óptica y las redes de telefonía no están desplegadas son los satélites geoestacionarios, que giran alrededor de la Tierra a unos 36.000 kilómetros de altura. Sin embargo, la conexión que ofrecen resulta demasiado lenta.

Según cuenta a HojaDeRouter.com Javier Ramos, profesor de ingeniería de telecomunicaciones de la Universidad Rey Juan Carlos, al hallarse el satélite tan lejos de la Tierra, las antenas recogen una señal bastante débil. Como soluciones, se han planteado crear satélites con más potencia, colocar antenas mucho más grandes o adaptarse a navegar por internet a velocidad de tortuga. Opciones que resultan complicadas, costosas y que, según Ramos, no casan con el ritmo de vida actual.

“Luego tenemos problemas adicionales, como el de la propagación por tejados e interiores. Las paredes producen atenuaciones. La solución sería poner satélites de órbita baja, pero tienen un mayor coste”.

Para colocar un satélite se utiliza un vehículo de lanzamiento, una especie de cohete capaz de ponerlo en órbita, pero su fabricación es extremadamente costosa. “Se necesita una cantidad ingente de energía y un gran empuje. Normalmente, de la masa que posee un lanzador - varias decenas o incluso cientos de toneladas -, sólo una pequeña fracción constituye el satélite que queremos orbitar”, explica Mario Merino, profesor de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad Carlos III de Madrid.

Según este experto, colocar un satélite en una órbita baja cuesta entre 10.000 y 20.000 euros por cada kilo, y el precio aumenta a medida que lo hace la altura.

Además, para ofrecer una buena conexión a internet, no sería suficiente con lanzar un único satélite. De acuerdo con Ramos, habría que situar en órbita unos cuantos más, formando una constelación, ya que viajan a una gran velocidad (unos 27 400 km/h) y tardan muy poco en dar una vuelta a la Tierra (unos 90 minutos). “A menor altura, menos tiempo permanece visible”, ofreciendo conexión a un área determinada.

Esa es precisamente la idea de OneWeb: colocar en un mismo lanzamiento 648 microsatélites encargados de llevar internet de alta velocidad a las zonas donde actualmente no llega un solo bit y desplegar fibra óptica ha sido descartado (por ejemplo, entornos rurales de países desarrollados).

La fibra óptica es un mejor medio de transmisión que el satélite, sin duda. El problema es que la fibra óptica hay que llevarla al punto donde se quiere dar el servicio, y eso conlleva no sólo el despliegue de cables de fibra, que es un coste menor, sino el problema de hacer la obra civil, lo que tiene un coste alto”. El coste del que habla Ramos, en Europa, supone unos 50 euros el metro.

Un precio que no tiene por qué ser más alto en el caso de lanzar satélites de baja órbita. Así lo cree Fernando Aguado, coordinador del equipo de la Universidad de Vigo que fabricó el satélite XaTcobeo: “El precio final del lanzamiento es una combinación entre el coste de lanzamiento, el del satélite o conjunto de satélites, el del segmento terreno [encargado de controlar el satélite desde la Tierra] y, finalmente, el coste y duración de las operaciones”.

Aún así, según Merino, la privatización de las lanzaderas en Estados Unidos - Space X es una de las empresas operadoras - abarata los costes de acceder al espacio, y la cantidad ingente de inversión que ambas compañías han recibido y colocan en el proyecto invita a pensar que será posible ver una constelación de satélites de órbita baja ofreciendo internet a las zonas desconectadas (e incluso conectadas) del globo.

Como indica Ramos, “lanzar un satélite requiere un coste que se irá abaratando. Me parece absolutamente viable que, en unos cinco o diez años, tengamos satélites de baja órbita a precios competitivos”. Tanto Space X como OneWeb cuentan con la tecnología y la inversión necesaria. Gane quien gane esta carrera espacial del S.XXI, los más beneficiados serán esos hogares que, por fin, contarán con un acceso a internet de calidad y barato.

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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de Reynermedia, Wikimedia Commons (y 5), NASA Kennedy, y artq55

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