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Este profesor español lleva a los niños a la Luna gracias a las gafas de Google

Uno de los alumnos de Costa con las gafas de realidad virtual que emplean en clase

Álvaro Hernández

Tiene ocho años y estudia en el colegio Trabenco, en el madrileño barrio de El Pozo del Tío Raimundo. De pie ante sus compañeros, disfruta de un viaje en el tiempo. Se encuentra en el Jurásico, contemplando cómo distintos dinosaurios corretean a su alrededor. En la cabeza lleva la clave de este salto de 200 millones de años: unas gafas de realidad virtual hechas de cartón que le ha proporcionado su profesor, Óscar Costa.

“Soy anterior incluso a Expeditions”Expeditions, explica Costa a HojaDeRouter.com en referencia a la aplicación educativa publicada por Google hace solo 6 meses. Con esta herramienta, disponible en España con el nombre de Expediciones, los de Mountain View quieren facilitar la tarea a los docentes para que no enseñen a sus alumnos solo lo que ponen los libros de texto, sino que los lleven hasta el lugar de los hechos.

Sin embargo, fue hace dos años cuando este maestro madrileño comenzó a trabajar con la realidad virtual en el aula. “Hablé con el colegio Altamira de Fuenlabrada y les propuse llevar esa tecnología a la clase de Historia del Arte de 2º de Bachillerato”, recuerda. “Fue un avance, y eso que en ese momento no teníamos herramientas como las que hay ahora mismo”.

Después desembarcaron los gigantes de la tecnología en el sector, con sus cascos y gafas bajo el brazo. Sin embargo, no todo es tan sencillo como ponerle unas gafas de realidad virtual a un alumno y transportarlo al pasado: encontrar el dispositivo adecuado ya es el primer reto.

El sector educativo no está como para comprarle unas Oculus Rift a cada alumno, por lo que la aparición de las sencillas Google Cardboard supuso la salvación para las ideas de Costa. “Dan un resultado muy parecido, con la diferencia de que unas Oculus cuestan 700 euros y las Cardboard pueden salirte por 3 euros”, explica.

A día de hoy, Costa solo cuenta con unas Cardboard para la clase de 3º de Primaria de la que es tutor. Como él mismo explica, solo puede utilizar un móvil, así que no tendría sentido disponer de más gafas. “Hay un hándicap, y es que en España la utilización de los ‘smartphones’ en el colegio está muy limitada y a los docentes, en general, les da mucho miedo”, se lamenta. “Hay que conseguir que los equipos directivos accedan a que los chavales los lleven a clase”, considera. Al tratarse de niños tan pequeños, la facilidad de llevar un móvil es relativa, así que, a día de hoy, Costa se conforma con un móvil y unas Cardboard.

Viaje con nosotros a mil y un lugar

Tras hacer las indagaciones pertinentes, Costa dice ser uno de los primeros profesores que trabajó en España con la realidad virtual, junto al también docente José Dulac. Aunque los comienzos fueron duros, “la motivación de los chavales era muchísimo mayor” utilizando la tecnología que cuando estudiaban a través del sistema tradicional de libros de texto y diapositivas proyectadas desde un viejo cañón.

La escena que se vive en su aula prácticamente a diario es la misma que vaticinaron ‘Los Simpson’ en el lejano 1992. En el archiconocido capítulo del monorraíl, la ingenua Lisa fantasea con que los millones abonados por el señor Burns a modo de multa se destinen a comprar unos costosos cascos de realidad virtual con los que los alumnos del colegio de Springfield puedan conocer, por ejemplo, a Gengis Kan.

“Para los chavales es vivir la misma experiencia, así que puedes decirles ‘no os podemos llevar a la Capilla Sixtina, no os podemos llevar hoy a El Escorial, pero sí podemos hacer que todo eso lo veáis en primera persona aquí’”, señala. De hecho, la realidad virtual permite llevar a los alumnos mucho más allá, incluso a lugares imposibles como el pasado u otros planetas. 

Con un arsenal compuesto por aplicaciones como Eon AR, Expeditions, Human Anatomy, Sites in VR, Space World VR, Virtual Tour, Jurassic VRTitan of the space y Aquarium VR, Costa ha viajado ya con sus alumnos a Versalles, a la Luna o incluso a bucear entre tiburones.

De todas ellas, el maestro explica que los alumnos disfrutan más cuanto más movimiento exija la experiencia. Especialmente, en el caso de niños hiperactivos. “Les cuesta mucho permanecer sentados y, si deben levantarse y moverse por el aula por exigencias del guion, calmas su necesidad de movimiento”, explica.

Sin embargo, Costa advierte que la realidad virtual también hay que saber usarla. Si bien en su caso los alumnos han respondido con más y más motivación, el docente recuerda que los profesores deben valorar primero la herramienta para buscar la más apropiada. “Lo que no puedes hacer es ponerles a niños de 4 años el mundo submarino, porque se van a asustar en cuanto vean a un tiburón”, reflexiona.

A pesar de las alternativas que ya tiene a su disposición, Costa recuerda que aún hay muchas experiencias por desarrollar. Plantea una solución ingeniosa: que aquellos centros en los que no solo se imparte Primaria y Secundaria, sino también Formación Profesional, desarrollen tantos entornos como necesiten los alumnos. “La gente que está en los cursos de diseño gráfico y programación web podrían generarlos para que existiesen todas esas experiencias. Sería fantástico sentirse en La Pinta o en La Niña y llegar a América”, ejemplifica.

Contra el autismo

Más allá de la vertiente puramente educativa de la realidad virtual, Costa también prepara un proyecto para hacer que dicha tecnología ayude a los alumnos con autismo en su día a día. Su plan pasa por hacer de la realidad virtual un instrumento con el que ayudarles a que se acostumbren a un nuevo entorno.

“La principal dificultad que tienen es la adaptación a medios que les son desconocidos, es decir, si les cambias de colegio, si cambian de barrio en el que vivir… ”, explica el maestro. “Estamos estudiando la posibilidad de crear vídeos en 360 grados que luego se puedan reproducir con las Cardboard para que, en un entorno que ellos controlan, podamos trabajar ese primer contacto”, resume.

No obstante, tanto para este proyecto como para el de impartir clase con ayuda de unas gafas de cartón, Costa y los demás docentes que se atrevan a abrazar la realidad virtual deberán luchar antes con otro problema: la brecha digital. No aquella que les separa de sus alumnos, sino la que existe con sus propios compañeros.

Más allá de que muchos profesores hayan desarrollado siempre su labor profesional lejos de los avances tecnológicos, Costa critica la mala prensa que sufren a menudo estas innovaciones. “Se ve a los chavales que graban con el móvil una agresión, los que usan WhatsApp para hacer ‘bullying’… Pero no vemos a los que usan el móvil para traducir del inglés, no vemos las situaciones en las que han utilizado los móviles para buscar información en un momento concreto o para crear su propio entorno de aprendizaje”, protesta.

Sin embargo, no tiene la menor duda de que la enseñanza a golpe de realidad virtual es el futuro. Si hace unos años se miraba con gran escepticismo, hoy representa un potencial rival para los libros de texto. “Se buscan cosas interactivas que capten la atención del alumno y que potencien su aprendizaje, no a corto plazo sino un aprendizaje que perdura en el tiempo”, sentencia.

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Las imágenes que aparecen en este artículo han sido cedidas por Óscar Costa

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