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¿Vagos y machistas? Cómo el iPhone e Instagram están cambiando a los jóvenes

La tecnología no siempre es la causante de todos los males

Aroa Fernández

Aunque los expertos llevan años estudiando la influencia de la tecnología, hasta ahora no habían tenido la oportunidad de trabajar con toda una generación de adolescentes que vio la luz con la popularización de los smartphones y vivió su infancia con el boom de las redes sociales. Son los conocidos como generación Z o post-millenialspost-millenials, cuyo nacimiento, aunque no existe un consenso, la mayoría de investigadores sitúan entre finales de los 90 y principios de los 2000 hasta el 2010.

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la disposición del teléfono móvil se incrementa significativamente a partir de los 10 años: con 11 años ya lo tienen el 45 %; con 12, el 75 % y con 15, el 94 %. Según los expertos, cada vez lo estrenan a edades más tempranas. Si hace seis años tenían un primer smartphone con 11 años, ahora esa edad se rebaja hasta los 8.

Así se recoge en el reciente libro Entre selfies y whatsapps, coordinado por la socióloga de la Universidad del País Vasco Maialen Garmendia y que reúne estudios de una veintena de universidades de todo el mundo sobre el uso de las nuevas tecnologías en la infancia y adolescencia.

Son machistas, pero más tolerantes con la homosexualidad

Un estudio de la Universidad de Santiago de Compostela ha advertido de que las redes sociales tienden a perpetuar los estereotipos de género en los adolescentes. Miembros del Instituto de Ciencias de la Educación de la USC comprobaron, tras analizar los comportamientos de más de 600 jóvenes de entre 12 y 17 años, que existían usos diferenciales entre chicos y chicas.

El estudio también les llevó a concluir que, en estos entornos, se dan “procesos de comunicación basados en estructuras de dominación machistas”. Algo en lo que también coincide Garmendia, ya que, según su opinión, la tecnología facilita ciertos usos machistas como, por ejemplo, el control a través de la mensajería instantánea.

Aún así, esta socióloga no cree que la culpa se le pueda atribuir exclusivamente al uso de las redes sociales. “Vivimos en una sociedad sexualizada (...) y ese machismo no solo se da en internet, sino también en la televisión, en la publicidad…”, matiza.

De igual modo, la socióloga y profesora de la Universidad de Alicante Eva Espinar cree que, “aunque se haya avanzado en igualdad de género”, todavía es necesario un gran cambio cultural. “Si la forma en que los jóvenes se relacionan en el espacio escolar, en sus momentos de ocio, en sus familias, con la música, series y otros productos culturales es mayoritariamente machista, también lo será su interacción en redes sociales”, argumenta.

Curiosamente, los datos muestran que estos jóvenes se muestran más tolerantes con la homosexualidad que generaciones anteriores. Según una encuesta del Instituto de la Juventud de España (Injuve), un 86,4 % de los jóvenes de entre 15 y 18 años cree que debería poder hablarse con naturalidad sobre la diversidad sexual. Una tendencia que, según Garmendia, se ha acentuado en los últimos años, fruto de un avance más general en la sociedad. “Puede ocurrir que tengan algún amigo homosexual o en su clase haya alguna persona transexual”, apunta. Algo que, sin duda, también ven común en las redes sociales.

¿Más aislados y depresivos?

“Cuando pensamos en ellos, es fácil imaginar el típico grupo de adolescentes que están juntos y todos miran el móvil”, señala Garmendia. Sin embargo, eso no significa, en su opinión, que les aisle. “Los jóvenes siempre han buscado a través de internet espacios de sociabilidad”, recuerda. Primero fue el Messenger y ahora son las redes sociales.

“Muchos de los adolescentes utilizan las redes sociales para mantener el contacto con los que ya son sus amigos y amigas”, agrega Espinar. “El móvil forma parte de su vida cotidiana y, a través de él, comparten sus diferentes actividades sociales”.

Sin embargo, como es natural, un uso abusivo sí que puede conducir al aislamiento. Según un estudio realizado por la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos), los jóvenes que utilizan las redes sociales durante más tiempo tienen más probabilidad de percibir aislamiento social que aquellos que se conectan menos.

Además, esa dependencia también puede provocar problemas de salud mental. Según un estudio realizado por la Royal Society of Public Health y la Universidad de Cambridge, los jóvenes que pasan más de dos horas al día en redes sociales son más propensos a sufrir angustia o síntomas de ansiedad y depresión. La peor nota se la lleva Instagram, un campo abonado para el acoso donde existe gran presión por publicar las fotos perfectas.

Sin embargo, las investigaciones españolas demuestran que el ciberacoso no es una práctica extendida. En el último informe Net Children Go Mobile elaborado entre 2010 y 2015 por el grupo de investigación EU Kids Online de España, del que forma parte Garmendia, se concluye que el 31 % de los niños y niñas de entre 9 y 16 años dice haber sufrido alguna forma de acoso online u offline. Sin embargo, cuando se les pregunta si han sido objeto de ciberbullying el porcentaje desciende al 12 %.

La experta tampoco ve una relación preocupante con las tasas de suicidios. “Desgraciadamente siempre ha ocurrido”, explica. En la actualidad, el suicidio es la tercera causa de muerte entre los 15 y los 29 años, detrás de accidentes y tumores, según el Instituto Nacional de Estadística. Sin embargo, para Garmendia, más allá de “casos desafortunados como el de Amanda Todd”, el ciberacoso no ha provocado un repunte en los suicidios entre menores.

Están sobreprotegidos y son conformistas

“Solo hace falta mirar las estadísticas del INE del pasado octubre: más del 60% de los menores de 7 y 15 años que viven en una familia con ingresos inferiores a 900 euros, tiene un smartphone para su propio uso”smartphone, aporta Garmendia. “En una vivienda que ingresa menos de 900 euros al mes”, repite. Para ella, estos datos demuestran dos cosas: “la importancia que se le da a la tecnología y la importancia que se le da a las cosas de los hijos”.

Ante ello, Garmendia cree que los adolescentes españoles llevan, en general, “una vida relativamente fácil” y, por tanto, se muestran “bastantes conformistas” con lo que tienen.

Los adictos lo son dentro y fuera de internet

La Organización Mundial de la Salud no contempla el uso excesivo de las redes sociales como una adicción, así que, como refiere Garmendia, “resulta muy arriesgado hablar de adictos como tal”. Sin embargo, admite que puede haber adolescentes que desarrollan un uso patológico. “Son quienes descuidan sus tareas escolares, que descuidan sus amistades, que descuida todo porque está enganchado a las redes…”, explica.

Estos “usos arriesgados” suelen darse tanto fuera como dentro de internet. Por ejemplo, “el consumo de alcohol se asocia con el uso excesivo de las redes y generalmente también con los comportamientos compulsivos, con baja autoestima…”

Fracasan menos en el colegio

El fracaso escolar es otra de las consecuencias que, en ocasiones, se le atribuye al uso excesivo de la tecnología. Sin embargo, en nuestro país y según los últimos datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el abandono temprano de la educación ha ido descendiendo paulatinamente desde 2008. Entonces se situaba en el 31,7 % y el año pasado, en el 18,28 %.

Si bien es cierto que los expertos relacionan un abuso de las nuevas tecnologías con el aumento del fracaso escolar, parece que los adolescentes españoles no descuidan sus obligaciones. Así lo cree Garmendia: “En general, tenemos unos adolescentes que responden con sus deberes y con sus compromisos sociales; de hecho, cada vez se les exige más”.

En este sentido, Espinar cree que “las redes sociales pueden ser un importante y fácil elemento de distracción”, pero a la vez también “es una fuente de información” y el lugar donde “pueden desarrollar sus habilidades sociales y comunicativas”. Sin embargo, lo que le preocupa a esta socióloga es que estos jóvenes “se acostumbren a una sucesión rápida de contenidos breves” y eso les traiga problemas en la forma en que van a estudiar.

Son más sedentarios

Los menores españoles no practican toda la actividad física que deberían de acuerdo con las recomendaciones de la OMS. Así lo ha determinado el informe 2016 sobre Actividad Física en Niños y Adolescentes en España, elaborado por expertos de seis universidades españolas y dos centros de investigación.

Según sus datos, solo el 14 % de las chicas de entre 13 a 17 realiza una hora al día de actividad moderada o intensa, frente al 50 % de los varones; y en edades menores, en general, las cifras descienden. Algo que, según los expertos, no solo sería achacable al consumo que hacen de internet y las nuevas tecnologías. “Tendría en cuenta otros aspectos, desde cómo son las ciudades (inseguridad, tráfico...) a cómo las familias quieren proteger a sus hijos”, puntualiza Espinar.

No duermen menos

Varios estudios demuestran que utilizar el móvil por la noche podría provocar un mayor insomnio en los más jóvenes: siendo más propensos a dormir peor y menos horas. Sin embargo, según los datos que aporta Garmendia, los adolescentes que duermen poco en nuestro país no llegan a un 10 %, por lo que “no es una práctica muy extendida” entre los jóvenes españoles. “Igual ocasionalmente se quedan viendo una serie en Netflix, pero no es general que duerman menos o dejen de comer por culpa de la tecnología”, explica.

En general, esta experta se niega a aceptar que la tecnología influya a los menores tan negativamente como muchos piensan. “La tecnología puede ser un elemento facilitador de muchas cosas, pero no tanto la causante”, puntualiza. Además, considera que, a grandes rasgos, “el uso que hacen los adolescentes es bastante similar al de los adultos” y que en estos últimos recae la responsabilidad de enseñar a sus hijos lo que deben hacer en internet y lo que no.

Los progenitores son los primeros que deben ser un ejemplo y “comportarse de manera responsable y consecuente”, agrega. “Hay padres que cuelgan la primera ecografía de su hijo, y luego sentado en un orinal, cuando empieza a andar y se cae…” Tras haber asistido a estos comportamientos paternos, cuando crecen, según Garmendia, es más complicado ponerles normas: “¿Cómo? ¿Que yo ahora que soy adolescente no puedo hacer lo que tú has hecho toda la vida con mis fotos?”.

“Los padres tenemos que poner unos límites, y de la misma manera que antes les decíamos (cuando son preadolescentes) que no hablen con desconocidos por la calle, ahora les tenemos que decir que tengan cuidado con quién aceptan como amigo en una red social o con qué fotos cuelgan en un perfil abierto si no la regalarían por la calle”, sentencia.

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Las imágenes son propiedad, por orden de aparición, de PxHere (1) (2), Pixabay, Wikimedia

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