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Neutralizando el machismo humanoide: ¿reproducen los robots estereotipos de género?

Presentación del robot humanoide femenino HRP-4C

Cristina Sánchez

“Puedo mostrar mis sentimientos, como irritación o tristeza, puedo llorar y puedo reír. ¡Mirad lo expresiva que soy!” Así se presentaba ChihiraAico, un robot humanoide de Toshiba, en el pasado Consumer Electronic Show (CES). Con un aspecto físico asombrosa y espeluznantemente similar al de cualquier mujer, aparecía vestida con un recatado vestido rosa, por si quedaban dudas sobre su género.

ChihiraAico enumera las profesiones que puede desempeñar: recepcionista, presentadora de televisión, 'cheerleader' o profesional del entretenimiento en general. Los 43 actuadores de esta 'ginoide' (denominación que se emplea como equivalente femenino de androide) no responden a cuestiones de género, pero sus creadores acabaron reproduciendo estereotipos femeninos caducos con su diseño.

No es la primera vez. En el año 2009, el Instituto Nacional de Ciencia Industrial Avanzada y Tecnología (AIST) de Japón presentaba a HRP-4C, su primer modelo de robot femenino. Con sus 1,58 metros y sus 43 kilos, esta humanoide ha sido fabricada según las medidas estándar de cualquier japonesa. Encerrada en un cuerpo de metal, los creadores decidieron que esta máquina se dedicara a bailar y a cantar con su también metálica voz.

Entre los robots femeninos japoneses encontramos también varios modelos de secretarias o recepcionistas. En base a ello, ¿se puede hablar de machismo robótico? ¿Responden todos los robots femeninos a estos estereotipos o depende del caso? Es más, ¿tienen todos los robots humanoides atributos de género?

NI MASCULINO NI FEMENINO, SINO TODO LO CONTRARIO

“El género puede haber sido tradicionalmente más masculino que femenino, pero cada vez hay más presencia de robots femeninos, lo he experimentado desde hace unos cinco años”, nos explica Concepción Monje, investigadora del grupo Robotics Lab de la Universidad Carlos III de Madrid. Ahora bien, no todos los robots femeninos responden a roles de género reprobables, al menos en el ámbito de la investigación (dejando a un lado a la mayoría de 'ginoides', que no son más que simples muñecas hinchables robóticas como Roxxxy).

En Robotics Lab han desarrollado a Maggie, un robot de casi metro y medio de altura especializado en la interacción social y sin demasiados rasgos humanos. “Maggie, que es un robot social, tiene que tener esa apariencia como de peluche, de animal, con lo que atrae para las aplicaciones de interacción”, sostiene Monje. Esta investigadora detalla que, aunque su voz es femenina, podía haber sido masculina igualmente: lo importante era conseguir un tono juvenil y alegre para facilitar la relación con los humanos.

Este grupo también tiene a un robot asistencial que transporta objetos, TEO, de 1,7 metros de altura. Ningún miembro del equipo dudó de que sus atributos tenían que ser masculinos por la propia estructura de este humanoide. “Las propias necesidades del diseño acaban condicionando la apariencia del robot y te obligan a llevarlo a un género más masculino o más femenino aunque no quieras: de otra forma no sería creíble, sería grotesco y entraríamos casi en una mofa del robot”, nos explica esta investigadora.

Sin embargo, esta experta nos explica que la ambigüedad de género es la tendencia habitual. Los varoniles humanoides de hace unos años dejan paso a máquinas más asexuales e infantiles. “Los robots ya no tienen cejas pobladas ni mandíbulas cuadradas; cada vez se tiende más a formas redondeadas, a jugar con la ambigüedad”, explica Monje.

El expresivo Simon, desarrollado por la ingeniera Andrea Thomaz en el Instituto Tecnología de Georgia, podría ser un ejemplo. Un robot de aspecto aniñado, blanco y angelical, al que le gusta usar sus antropomórficas manos para manipular objetos. El robot europeo iCub también podría pertenecer a este asexual grupo: sus propios creadores lo definen como una plataforma humanoide similar a un niño de tres años y medio.

“Para una persona anciana o un niño no es tan importante que la interacción sea masculina o femenina; lo que interesa es que sea muy acogedora, muy sutil, atractiva”, detalla Concepción Monje. Por eso estos robots “no tienen una presencia masculina tan pronunciada: son más como un ángel, que no parece que entre en esas categorías de sexo”. Los humanoides pueden tener voces masculinas o femeninas, pero sus rasgos de género tienden a suavizarse cada vez más.

¡MI ROBOT NO TIENE GÉNERO!

Jordi Albó, profesor de robótica en La Salle Campus Barcelona y profesor visitante en la Universidad de Tufts en Boston, coincide con que la neutralidad es la moda imperante. “Los robots que se están diseñando son bastante neutros actualmente, lo de que sea masculino o femenino depende de los atributos que le quieren dar los usuarios”, defiende este investigador.

Albó ha trabajado con Reem, uno de los robots humanoides de la empresa española Pal Robotics. Con sus 1,7 metros de altura y sus 100 kilos de peso, este robot asistencial reparte folletos, prepara presentaciones o proporciona información. Su voz es femenina, pero sus rasgos son neutros.

Este experto en robótica también ha realizado otras investigaciones con el educativo robot francés NAO, de 58 centímetros de altura, un humanoide que está siendo muy utilizado para mejorar la comunicación social de los niños con autismo. Aunque en su página web la compañía Aldebaran Robotics utiliza el pronombre masculino para referirse a él, su voz neutra hace que pueda ser femenino o masculino.

“NAO viene de fábrica con una voz que ha generado mucha controversia sobre si es de chico o de chica”, nos cuenta Albó, detallándonos que él trabaja con dos NAO iguales a los que ha llamado Fred y Wilma. Pese a ello, para Albó, que un robot tenga género masculino o femenino no es tan importante por el momento como otras características del diseño de las máquinas, entre ellas la expresividad. “En mi opinión, como un robot es un agente, no un humano, en el tema del género solo me interesa saber cómo lo perciben, pero no creo que sea un factor crítico”.

La compañía Aldebaran ha respondido de forma similar a la incógnita sobre el género de otro de sus humanoides, Pepper, especializado en las relaciones sociales. “En nuestras mentes, los robots no tienen género. Son mucho más que un 'it', mucho más que un producto: son una especie artificial”, explican en su página web.

“Puedes tratar de hacer robots con género ambiguo, pero es fascinante cómo la gente recoge esas señales y le asigna un género”, argumentaba en una entrevista Cynthia Breazeal, investigadora del MIT y una de las expertas en robótica más reconocidas del mundo. ¿Al final es el usuario el que necesita poner etiquetas?

¿SON LOS ROBOTS O SOMOS NOSOTROS?

Jordi Albó cree que no se había prestado demasiado atención al género hasta los últimos años. “En el momento en que se ha empezado a hablar de la implicación social del robot y de que tiene que interactuar con personas es cuando se ha empezado a tratar el tema del género”, defiende este investigador.

Expertos en robótica de la Universidad de Bielefeld (Alemania) se plantearon la cuestión hace unos años. Crearon una cabeza robótica antropomórfica, FlobiFlobi, capaz tanto de expresar distintas emociones con el movimiento de sus ojos, su boca y sus cejas como de cambiar de sexo.

Friederike Eyssel, investigadora en el Centro de Excelencia de Tecnología de Interacción Cognitiva de la Universidad de Bielefeld, utilizó a este particular Señor Patata para estudiar el comportamiento de 60 estudiantes de la universidad ante los cambios de Flobi. Sin decirles nada, la mayoría calificaron a Flobi como masculino o femenino solo con la modificación de su pelo y de la forma de sus labios.

Los encuestados llegaron a asociar al Flobi pretendidamente varonil con estereotipos masculinos (lo percibían como más autoritario y agresivo, y al mismo tiempo más adecuado para realizar tareas como la protección de una casa o la reparación de vehículos), y percibían en el Flobi femenino rasgos como la sinceridad o la empatía, relacionándolo con labores como la asistencia médica o las tareas domésticas.

“En función del aspecto del robot, la gente no solo atribuye rasgos de personalidad de género más estereotipados, sino también más idoneidad para tareas de género estereotipadas para los respectivos robots”, explicaba Eyssel en una entrevista. La conclusión de su estudio es que los estereotipos de género están tan profundamente arraigados que la gente los aplican también a las máquinas con una apariencia masculina o femenina.

Un estudio de la Universidad Tecnológica Nayang, en Singapur, llega a conclusiones similares. Los investigadores mostraron robots humanoides con las mismas capacidades a los 164 participantes, de entre 20 y 35 años. La diferencia, que el robot John tenía voz masculina y Joan voz femenina. La mayoría de participantes prefirieron al robot masculino para desempeñar tareas de seguridad y al femenino para cuidados sanitarios. Apenas había variaciones en las respuestas según el sexo del propio encuestado.

“Creo que los estereotipos que tenemos de los agentes humanos son proyectados en los agentes robóticos”, explica Taezoon Park, uno de los autores de la investigación, a HojaDeRouter.com. El estudio mostraba también que los participantes preferían un robot introvertido para funciones de vigilancia y un robot extrovertido para cuidados médicos. Estos rasgos de personalidad eran más importantes para los participantes que el género. Algo es algo.

Park cree que la influencia de los roles de género solo importa en las primeras interacciones del robot. “Una vez que tenemos una interacción con los robots durante más tiempo, las preferencias (o los prejuicios) causados por los estereotipos de género se debilitarían, aunque esto aún no está todavía demostrado en ningún experimento”, nos comenta. “Creo que el tema del género depende del 'target'. A nivel de aplicación o uso propio del robot estoy seguro de que se diseñan robots neutros”, defiende por su parte Jordi Albó.

El profesor japonés Hiroshi Ishighuro lleva años estudiando las similitudes entre humanos y robots. Ha creado una réplica exacta de sí mismo con la que conversar, además de otras femeninasfemeninas. Este excéntrico investigador juega gracias a estas réplicas, a las que ha llamado Geminoids, con la hipótesis del 'valle inquietante', según la cual, si un robot antropomórfico es demasiado similar a un humano, pasamos de la empatía a la repulsión.

“Ishighuro ha llegado a la conclusión de que el mejor diseño es un robot totalmente neutro, el Telenoid”, nos cuenta Albó. Telenoid tiene una cabeza con ojos, boca y nariz. No hay ningún otro rasgo humano en su amorfa constitución. Sus blancas extremidades parecen terminar en muñones. Ishiguro ha concebido un robot que no parece ni hombre ni mujer, ni viejo ni joven. El colmo de la neutralidad.

Un “humano minimalista”, según sus creadoressegún sus creadores, al que nunca podríamos tachar de reproducir los estereotipos de género. ¿El problema? Por desgracia, estamos más acostumbrados a una concepción machista de los roles femeninos, como la que expone ChihiraAico, que a la representación de la espeluznante asexualidad robótica de Ishighuro. ¿Hay que seguir avanzando en el género robótico neutro?

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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de Playing Futures: Applied Nomadology, Robotics Lab UC3M/Concepción Monje, Jiuguang Wang/Lucía El Asri, Aldebaran Robotics, Friederike Eyssel, Rae Allen y Paolo Tonon

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