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Monjes siniestros, despilfarros de Calatrava y pilares ilegales: cómo perder dinero público en esculturas polémicas

Varios de los 'Guardianes del tiempo' de Manfred Kielnhofer

Esther Ballesteros

Mallorca —

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Hace dos semanas, una escultura del artista mexicano José Davila, valorada en 120.000 euros, aparecía en medio de un descampado del término municipal de Calvià, en Mallorca. Entre zarzales, la obra Primitive Irruption, valorada en 120.000 euros y bajo propiedad del Ajuntament de Palma desde que, el pasado 5 de abril, fuese donada por la galería privada Kewenig, desataba la controversia acerca de una posible dejadez en su custodia: el conjunto iba a ser emplazado en una nueva ubicación –inicialmente fue instalado en el paseo de Can Pastilla– y, mientras tanto, debía ser conservado en los almacenes de la empresa concesionaria que debía encargarse de su desmontaje, conservación y nueva colocación. Su hallazgo al aire libre causó el estupor de autoridades y ciudadanos.

Se trata de una de las tantas obras cuyo rumbo, de un modo u otro, ha provocado desconcierto e indignación a partes iguales. En otros casos, esculturas anunciadas entre campañas por todo lo alto se han visto marcadas por los fallos técnicos o por el impacto visual de su estructura e, incluso, empañadas por los sobrecostes y las irregularidades.

Mientras decenas de figuras de Chillida, Miró o Calder se esparcen inadvertidas por el casco histórico de Palma, otras se yerguen disonantes cuando uno camina por la capital balear. Así sucede en el Paseo Marítimo, donde cinco enormes cubos de bronce superpuestos en forma de escalera asoman en lo alto de uno de los baluartes de la muralla renacentista que cercaba la ciudad hasta principios del siglo XX. Es difícil que no capten la atención de los viandantes: alcanzan una altura de 15 metros y un peso de hasta 45 toneladas. Es la escultura 'Bou', inaugurada en 2007 por el arquitecto valenciano Santiago Calatrava sobre el baluarte de Sant Pere, uno de los pocos ejemplos de arquitectura militar del Renacimiento que resiste al paso del tiempo. El gran impacto visual provocado por la escultura y su ubicación generaron una amplia polémica que aún se recuerda.

Arquitectos y galeristas mostraron de inmediato su disconformidad con la colocación de la pieza, un “desacierto” que principalmente achacan a su disonancia con el entorno y, principalmente, a su desarmonía con el patrimonio histórico de Palma. Apenas unos días después de su inauguración, en presencia de los reyes Juan Carlos y Sofía, 'Bou', con la que Calatrava dio a conocer su faceta de escultor, tuvo que ser apuntalada ante su grave riesgo de desplome. Un mes después, la fragilidad de sus materiales provocó la pérdida de varios de sus tirantes de sujeción, por lo que la obra fue desmontada, reparada e instalada de nuevo.

La Ópera frustrada de Calatrava

Calatrava no es un desconocido en Mallorca. También en 2007, el entonces presidente del Govern, Jaume Matas (PP), le encargó la elaboración del anteproyecto de un palacio de la Ópera que nunca llegó a construirse. El arquitecto, sin embargo, cobró por ello 1,2 millones de euros que el propio Matas fue condenado a devolver a las arcas públicas. En su libro Queríamos un Calatrava. Viajes arquitectónicos por la seducción y el repudio, Llàtzer Moix explica cómo, en medio de un sinfín de encargos y peticiones, Calatrava comenzó a firmar contratos “draconianos” totalmente “descompensados tanto en lo económico como por el hecho de que desactivan los mecanismos de supervisión pública”. Las demoras e inconcreciones, así como las sucesivas reparaciones de sus obras, acababan engrosando la factura final de sus trabajos.

En 2007, Jaume Matas (PP) encargó a Santiago Calatrava la elaboración del anteproyecto de un palacio de la Ópera que nunca llegó a construirse. El arquitecto, sin embargo, acabó cobrando por ello 1,2 millones de euros públicos

Las murallas de Palma se convirtieron en objeto de deseo para dar rienda suelta a la imaginación –y a la imaginería–, dado que en 2003 fue instalada, en el vértice del baluarte de Sant Pere, la escultura 'Encuentros', del italiano Lorenzo Quinn, una gran bola del mundo de cinco metros de diámetro, cuatro toneladas de peso y una mano en su interior señalando Balears. Compuesto por 176 vidrios, el globo terráqueo fue entregado al Ajuntament de Palma por la Fundación Turística y Cultural de Balears (Fundatur), entidad integrada por grandes empresarios de las islas que tres años antes había donado el yate Fortuna al rey Juan Carlos a modo de agradecimiento por la promoción del archipiélago por parte de la familia real. 

'Encuentros' estuvo desde el principio azotada por la controversia dada su ubicación, como en el caso del 'Bou' de Calatrava, junto al antiguo recinto defensivo de Palma. Varias entidades vecinales, ecologistas y conservacionistas clamaron contra ella por entorpecer tanto la visión de las murallas como la de los históricos molinos del Jonquet, exigiendo al Consistorio que modificara su emplazamiento. No sólo eso. Apenas unos meses después de su colocación, un joven resultaba herido tras colisionar su coche contra la escultura, que sufrió considerables daños materiales como consecuencia del impacto, además de convertirse en foco, con el paso del tiempo, de innumerables actos vandálicos.

En 2004, la bola del mundo era trasladada desde la primera línea del mar hasta el centro de una rotonda del polígono Son Castelló, frente a las oficinas de la Asociación de Industriales de Mallorca. La escultura acabó en estado de abandono absoluto y, en 2009, el Ajuntament optó por retirarla. Desde el estudio de Quinn aseguran a elDiario.es tener conocimiento de que la obra fue recolocada, pero no el lugar exacto en el que acabó instalada.

El 'Stonhenge ibicenco' instalado sin autorización municipal

En la isla de Eivissa, en las inmediaciones de Cala Llentia, el artista australiano Andrew Rogers instaló en 2014 la escultura 'Time and Space', formada por trece pilares de basalto de gran altura dispuestos en forma circular siguiendo la sucesión numérica de Fibonacci y colocados al borde de los acantilados de Cala Llentia.

Popularmente conocida como el Stonehenge ibicenco, la obra, que ocupa una superficie de 24 metros de diámetro, no ha estado exenta de polémica. El conjunto, financiado por el multimillonario Guy Laliberté, fue instalado sin autorización municipal, lo que llevó al Ajuntament de Sant Josep a abrir un expediente de infracción urbanística. Pese a ello y las continuas denuncias de los grupos ecologistas, la obra continúa en pie y se ha convertido en uno de los principales focos de atracción turística de la isla.

Extraídas y talladas en Turquía, las 420 toneladas de basalto se cargaron en un barco exclusivo y se transportaron a lo largo de 4.400 kilómetros hasta Eivissa. En concreto, las columnas están montadas sobre bases de basalto que pesan entre 7,2 y 12,5 toneladas, mientras que la más elevada, realzada en oro de 23 quilates, alcanza las 19,5 toneladas. La construcción se inició el 17 de enero de 2014 y se completó una semana después.

El siniestro guardián del tiempo de Manfred Kielnhofer

También en Eivissa, una lúgubre escultura observa desde 2021 a todo aquel que se aproxima hasta Cala San Vicente, a apenas varios kilómetros del municipio de Sant Joan de Labritja. De gran tamaño, aspecto sacerdotal y con la cara cubierta por una capucha, se trata de uno de los 'guardianes del tiempo' diseñados por el artista austríaco Manfred Kielnhofer, quien, con estas obras, quiere representar una de sus inquietudes: Kielnhofer cree que la humanidad está “vigilada” por extraños seres y para concienciar a la población ha distribuido varios de sus modelos a lo largo del planeta.

Precisamente, Kielnhofer saltó a la palestra en plena pandemia de la COVID, cuando el artista compartió en sus redes una imagen de la bandera israelí con la estrella de David diseñada con jeringuillas y acompañada por las palabras “judío”, “guerra” y “vacunación tóxica”, aseverando que los fabricantes de vacunas “a menudo son judíos”. Tras ello, dos ciudades austríacas, Linz y Steyr, decidieron retirar varias de sus esculturas.

En la isla ibicenca, a finales de 2021 se desató la polémica después de que el equipo de gobierno, entonces en manos del PP, Ciudadanos y El PI, destinase 79.200 euros a la escultura de un tirachinas en sa Punta de es Molí. El grupo PSOE–Reinicia de Sant Antoni no tardó en tachar de “despilfarro” la adjudicación del contrato, mediante un procedimiento negociado sin publicidad, para la creación e instalación de la obra 'El despegue'. El expediente incluía el diseño creativo, el proyecto escultórico y la cimentación, el estudio de la ubicación, la ejecución material, el transporte marítimo y la instalación de la pieza, obra del artista Enrique Saavedra López–Chicheri.

En Mallorca, en 2007, antes de que finalizara la segunda y última legislatura de Matas, el Govern balear adquirió por 200.000 euros la escultura 'Five Paths', del artista británico Richard Long. La obra, construida en piedra de granito, cuenta con 1,5 metros y representa un jardín zen japonés. Long la ideó en 2004 en Braga, donde se expuso. El lugar en el que fue instalada, el Parc de ses Estacions de Palma, espacio que el expresidente autonómico, en sus delirios megalómanos y sin escatimar dinero público, quiso dotar de grandes estructuras.

Era la época de la construcción de costosos proyectos, a menudo criticados por su elevado impacto ecológico, que acabaron convirtiéndose en la marca personal de Matas pese a que venía de ser ministro de Medio Ambiente. Junto al Madrid de Esperanza Aguirre y la Comunitat Valenciana de Francisco Camps, el archipiélago quería presumir de ser la avanzadilla económica de España, dejando tras de sí un reguero de innumerables deudas y prácticas delictivas.

'Five Paths', sin embargo, acabaría deteriorándose con el tiempo, acumulando basura, expuesta a los actos vandálicos y condenada al olvido. Por este motivo, en julio de 2018, el equipo de gobierno del Ajuntament de Palma –formado por el PSIB–PSOE, Més per Mallorca y Podemos– acordó trasladar la escultura al Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma, Es Baluard, donde se conserva. 

El Parc de ses Estacions, cuyo diseño escultórico y vanguardista inicial corrió a manos de la arquitecta Carme Pinós, fue en 2005, también bajo el mandato de Matas, completamente desmantelado y arrasado para construir la estación subterránea de autobuses y trenes, instalar vías de metro y soterrar las del ferrocarril, llevándose a su paso el histórico Pont des Tren (puente del tren), erigido en 1926 por el arquitecto Gaspar Bennàssar. Asimismo, fueron colocadas 26 casetas de vidrio destinadas a ventilar la estación intermodal sin que aquellas estuvieran previstas en el proyecto y cuyo impacto visual contrasta con las zonas ajardinadas del parque.

Otra escultura que no se ha librado de la repercusión mediática es el gallo de enormes dimensiones situado en la rotonda de entrada al municipio de Pollença, en Mallorca. Un lugar que se ha convertido en proclive a la colocación de carteles de publicidad, especialmente durante las campañas electorales. En abril de 2012, con el ayuntamiento en manos del PP, la Policía Local irrumpió en la zona después de que jóvenes y dirigentes históricos de la formación soberanista PSM enlazasen el gallo con la 'senyera' cuatribarrada.

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