Una mujer, juzgada por agredir a curas y feligreses a mordiscos y puñetazos: “Me dio un bofetón y me rompió las gafas”
“Eres el Anticristo”, “Arderás en el infierno”, “Yo te condeno”, “Sois unos demonios, asesinos y ladrones”... Son algunas de las expresiones presuntamente proferidas por una mujer que durante varios años asaltó de forma continua varias iglesias de Palma para agredir y amenazar a sacerdotes, curas y feligreses. La acusada, quien se halla en prisión provisional por estos hechos, está siendo juzgada en la Audiencia Provincial de Balears por más de una veintena de actos delictivos, traducidos en delitos contra los sentimientos religiosos, maltrato, daños, amenazas, robo con violencia y lesiones, por los que la Fiscalía reclama cinco años y ocho meses de cárcel.
Durante la vista oral, la mujer, quien ingresó el año pasado en un centro psiquiátrico y en la actualidad se encuentra en el centro penitenciario de Palma, desde donde ha sido trasladada en un furgón policial, se ha acogido a su derecho a no declarar. La acusada ha permanecido engrilletada durante toda la sesión de lunes. Tras ella, varios sacerdotes han narrado con detalle los episodios que vivieron, algunos de los cuales incluían mordiscos, agresiones con una correa de perro, los destrozos de varios carteles de una parroquia con pintura y pegamento y la interrupción de misas y otros actos de culto entre gritos y gestos violentos hacia los asistentes.
Al respecto, uno de los testigos en el juicio, integrante de los servicios jurídicos del Obispado de Mallorca, ha relatado cómo en una ocasión, a finales de 2018, apareció la mujer en el edificio con la pretensión de ver al vicario general: “Estaba fuera de sí, con los ojos ensangrentados y salidos”. “La conocía de oídas pero este caso fue especialmente grave”, ha manifestado, señalando que, debido a altercados anteriores, se le avisó de la actitud que podía adoptar la mujer. “Le dije que había que pedir cita previa, pero en lugar de abandonar el lugar, se sentó en el sofá, diciendo que no lo abandonaría hasta ver al vicario”, ha relatado. Ante el comportamiento de la mujer, ha recordado, llamaron a la policía para que la desalojaran, pero al cabo de un rato de calma “volvió, subió al primer piso y se comenzaron a escuchar golpes muy fuertes en la puerta del despacho del vicario, que estaba dentro”.
“Eres el demonio y arderás en el infierno”
“Escuché cómo le gritaba: 'Toni Vera, eres el demonio y arderás en el infierno. ¡Yo te condeno! Ya no eres sacerdote'. Me acerqué y me interpuse entre la puerta y ella y, con mucha paciencia, la fui llevando a la puerta hasta que logré que pisara la calle. Estaba fuera de sí”, ha recordado, para continuar: “Yo le deseaba buenos días, porque entiendo que no estaba bien. Es una opinión que me he ido formando sobre ella. En ocasiones se puede hablar con ella con normalidad, pero no sé que ocurre de repente que la conversación gira y ya no se la puede tratar y utiliza expresiones poco usuales: 'Me envía la segunda persona de la Trinidad, soy mensajera de Jesucristo'”.
El testigo ha explicado, por referencias de sacerdotes que ya la conocían, que al principio “sus broncas eran porque no había agua bendita en la entrada de las iglesias”. “Se montaba un pitote. Al principio se le toleraba sin mayor problema. Se pasaba el mal trago y se le desalojaba”. Sin embargo, ha señalado, la situación fue in crecendo. No en vano, ha subrayado que a finales de 2021 muchas de las víctimas “estaban desesperadas porque la Justicia no hacia nada”. “Yo les pedía paciencia porque la Justicia tiene sus tiempos”, añade.
“Iba tranquilamente y ¡zas! Me dio un palmotazo”
Otro de los curas ha manifestado que, tras salir de la iglesia de los Capuchinos de Palma y mientras caminaba por la plaza de s'Olivar, la mujer se aproximó a él: “Iba tranquilamente y ¡zas! Me dio un palmotazo por detrás, entre los dos hombros. Así en tres ocasiones, mientras me gritaba: '¡Ande! ¡Hábleme ahora en latín!'. Me dolió durante varios días, pero en mi interior le perdoné. Sé que la pobre está enferma”. Tras ello, el tribunal le ha preguntado si desiste de sus acciones penales, a lo que el religioso ha matizado: “A nivel personal perdono una injuria, a nivel judicial respeto la acción de la justicia. Pero en mi fuero personal me veo obligado a perdonar”.
Iba tranquilamente y ¡zas! Me dio un palmotazo por detrás, entre los dos hombros. Así en tres ocasiones, mientras me gritaba: '¡Ande! ¡Hábleme ahora en latín!'. Me dolió durante varios días, pero en mi interior le perdoné. Sé que la pobre está enferma
Por su parte, el que fuese vicario general ha explicado que durante más de un año sufrió el “acoso” de la mujer, quien le señalaba como “el anticristo”, para a continuación irrumpir en las celebraciones eclesiásticas, profiriendo palabras y efectuando gestos “obscenos”. A nivel personal, ha recordado que la acusada le golpeó en dos ocasiones por la espalda: una con la mano y otra con la cadena del perro que acompañaba a la mujer. “Me dijo: 'No diga nada porque voy a chillar y decir que usted me ha pegado'”. Asimismo, ha explicado que se vio abocado a poner vigilantes “porque las feligresas estaban muy asustadas”. “Se subía al altar y comenzaba a rezar y a gritar en latín a la gente. Era todo un espectáculo”, añade. Sobre el día en que llamó a la puerta de su despacho, ha recordado cómo “empezó a golpearla fuertemente” hasta que finalmente pudo ser desalojada.
Sobre este mismo hecho, la mujer que trabajaba entonces en la recepción del Obispado ha recordado que la inculpada se dirigió a ella para proferirle lo siguiente: “Hija de puta, te tengo que ver comer mierda en el obispado, morirás en el Obispado. Ya me he cargado a la anterior portera”. Al ser inquirida sobre si su antecesora había dejado el puesto a raíz de las posibles acometidas de la acusada, la mujer ha recordado que cesó por jubilación y ella la sustituyó en el cargo.
“Ella entró a manotazo limpio y tuvieron que intervenir varias personas”
Otro de los testimonios ofrecidos durante el juicio ha sido el del rector de la iglesia de Socors de Palma. “Fui testigo y victima”, ha comenzado afirmando el religioso, quien ha señalado que “desde el primer momento vi conveniente recoger datos sobre lo que sucedía. Cuando no era el sacristán era el sacerdote, o la portera. Me venían informando y en un momento determinado presenté mi informe a la Policía Nacional para ampliar las denuncias anteriores. En él recojo cómo le pegó al sacristán y cómo me mordió en el brazo cuando le dije que saliera de la iglesia. También nos robaba las llaves de la sacristía y cambiaba las velas del lugar, pero nunca atentó contra objetos sagrados. Ahora tengo las llaves puestas con cadena. Todo lo que nos decía era condenatorio, nos hacia simulacros de bendición. Siempre he pensado que tenía la razón alterada”, ha reconocido.
Asimismo, otro de los momentos a los que ha hecho mención fue el sucedido durante la de la adoración del niño Jesús tras la misa de maitines del 1 de enero de 2019: “Ella entró a manotazo limpio y tuvieron que intervenir varias personas del templo”, ha recordado el testigo, quien ha apuntado que todo sucedió cuando los fieles se encontraban en fila para besar la imagen religiosa. Una de las feligresas que se encontraba allí en ese momento también ha comparecido durante la vista: “Sé que hubo un poco de jaleo, se paró la adoración y luego se continuó. Yo estaba en la cola. Creo que todo sucedió porque no le dejaban besar al niño, pero ni si quiera sabía quién era. No me moví de donde estaba”.
Un testigo renuncia reclamar daños: “Vi que era una persona enferma”
Otros religiosos han aludido a las escenas que presenciaron. Como ha manifestado uno de ellos, la mujer le dijo que “podía hacer mucho daño a su familia”, asegurando que lleva tres años en tratamiento psiquiátrico por estos hechos, si bien ha renunciado a la posibilidad de ser indemnizado económicamente. “Era como si disfrutara haciendo pasar miedo a la gente. Me perseguía por la calle con sonrisa provocadora. Uno no sabía hasta qué punto podía cumplir sus amenazas”. Otro de los párrocos, en este caso de la iglesia de Santa Eulàlia, ha señalado, por referencias de terceras personas, que en una ocasión la acusada agredió al monaguillo mientras que en otra subió al presbiterio con su perro, amenazó y pegó al sacristán, toda vez que profería: “Llamaré a un negro y no lo vas a contar”. “Decidí prohibirle la entrada, estaba desatada”, ha concluido.
Era como si disfrutara haciendo pasar miedo a la gente. Me perseguía por la calle con sonrisa provocadora. Uno no sabía hasta qué punto podía cumplir sus amenazas
Finalmente, el dependiente de una cerería ha recordado que una vez la mujer entró en la tienda e intentó llevarse unos inciensos, además de romper un buda. “Me dio un bofetón y me rompió las gafas”, ha recordado el testigo, quien ha apuntado que no reclamará ninguna cantidad por daños: “Vi que era una persona enferma, no la vi psicológicamente bien. Estaba ensimismada”, ha sentenciado. No en vano, una trabajadora de la cárcel de Palma ha explicado que tiene “una visión de la realidad totalmente distorsionada”. “A veces manifiesta cosas como que el Obispado le había robado toda su obra creativa, que todos somos hijos de Satanás y que estaba allí porque se lo había encomendado Dios. Le gusta leer la biblia, sola, sentada en una silla. Dibuja muy bien y me habría gustado hacer un taller de dibujo con ella, pero no quiere. No se adapta a la dinámica del centro”, ha dicho.
Me dio un bofetón y me rompió las gafas. Vi que era una persona enferma, no la vi psicológicamente bien. Estaba ensimismada
La mujer ha explicado que ha tratado con ella en dos ocasiones, durante la entrevista inicial y cuando estaba en el módulo: “Presenta conductas potencialmente agresivas que dificultan la convivencia en el módulo. No se quiere relacionar y al resto de usuarias las ha amenazado varias veces, al igual que al resto del personal penitenciario”, ha apuntado la trabajadora.
El juicio, mientras tanto, continuará este martes con la prueba pericial, que determinará si las acusaciones mantienen, modifican o retiran sus acusaciones y peticiones de condena. Finalmente, la vista quedará vista para sentencia.
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