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Batalla contra la ultraderecha en el metro: profesores, médicos y cantantes piden a pasajeros votar contra Milei en Argentina

El candidato presidencial Javier Milei saluda a sus simpatizantes durante el acto de cierre de su campaña electoral de cara a la primera vuelta de las presidenciales, en octubre.

Sebastián Lacunza

Buenos Aires —

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“Les pido disculpas, estoy un poco nerviosa, nunca en mi vida hice esto y lo hago porque estoy muy preocupada. Nací en Suecia, cuando en Argentina había una dictadura. Mi mamá tenía 16 años cuando la secuestraron embarazada de mí y fue a un campo de concentración”. Quien habla en un vagón de la línea A del metro de Buenos Aires es Ana Fernández, nieta de Esther Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. No se trata de una acción coordinada de un grupo de militantes políticos, sino una presentación individual, a viva voz, de una mujer, cartera al hombro, que pasa por una pasajera más.

Ballestrino de Careaga fue secuestrada junto a otros 11 familiares de víctimas de la dictadura militar en diciembre de 1977, por la traición del marino Alfredo Astiz, el emblemático represor que se había infiltrado en el grupo de la Iglesia Santa Cruz de Buenos Aires bajo el nombre falso de “Gustavo Niño”. En el momento de su desaparición, esta bioquímica exiliada de Paraguay buscaba a dos yernos. Una de sus hijas, Ana María, había sido liberada tras ser torturada y se había instalado en Suecia, donde nació la joven que ahora alerta en el metro de la capital argentina sobre los peligros del ultraderechista Javier Milei y su candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel.

Ana Fernández cuenta a los pasajeros que su abuela fue arrojada con vida al mar en uno de los “vuelos de la muerte”, tras pasar por el campo de concentración ESMA, donde se calcula que alrededor de 5000 personas estuvieron secuestradas. “En la ESMA estaba (Jorge) ‘El Tigre’ Acosta, lo pueden guglear, un genocida que hoy pide que voten a Milei”.

Es cierto. Acosta, condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad, es uno de los represores que recuperó el habla recientemente y expresó por escrito su ilusión por la victoria del economista ultraderechista. “No quiero violencia para mis hijos, amo este país, quiero vivir acá, sin miedo a que nos secuestren… Por favor, por la democracia, no voten a Milei”, concluye Ana Fernández.

La reacción de los pasajeros es ambivalente. Algunos aplauden, otros siguen mirando el móvil, en una ciudad en la que el candidato ultra seguramente sacará ventaja al peronista Sergio Massa en la elecciones presidenciales del próximo domingo. Hace años que la ciudad de Buenos Aires dio el vuelco a la derecha y el camino de retorno no parece próximo, ni siquiera con una figura de las características de Milei.

Días cruciales

Con todo dicho para las elecciones presidenciales en Argentina y un debate crucial que, según la opinión unánime, ganó el peronista Sergio Massa, se han multiplicado los ejemplos de “micromilitancia” como el de la nieta de la cofundadora de Madres de Plaza de Mayo. Son decenas en medios de transporte público de ciudades como Buenos Aires y Rosario que se han viralizado en redes sociales. Un médico neumonólogo de 79 años con 55 de experiencia, profesor de décadas en universidades públicas; un pediatra de su generación; un veterano de la guerra de Malvinas; una docente jubilada, superviviente de un campo de concentración; cantantes líricos; becarios del sistema científico estatal; estudiantes de arte; la madre de una niña con un severo problema de salud son otros ejemplos que se han volcado en las calles y los vagones del metro para ganar la batalla contra la ultraderecha.

Todos ellos tienen causas personales y colectivas que defender, porque el ultraderechista y su compañera de fórmula ya han anunciado que se proponen privatizar la educación y los hospitales, eliminar la atención pública de casos graves de salud porque el resto de la sociedad no tiene por qué cargar con el gasto, plegarse a la postura británica de que la población implantada en Malvinas debe decidir su soberanía y transformar las hectáreas del predio de la ESMA en un parque público para que sean “disfrutadas por todo el pueblo argentino”.

Esas proclamas y muchas otras de similar tenor fueron manifestadas por Milei, Villarruel y sus adláteres a lo largo de los últimos tres años, ante entrevistadores de los principales grupos mediáticos que, o bien permanecieron en silencio, o las celebraron como osadías. En algunos casos, cuando las propuestas comenzaron a tener algún costo en cuanto a intención de voto, los ultraderechistas las matizaron o esbozaron que se trata de reformas “de segunda o tercera generación”.

Elecciones abiertas

El peronismo y la izquierda tienen experiencia en la denominada “micromilitancia” de los días previos a votar, que en comicios pasados les permitió obtener victorias o acortar derrotas que se preveían mayores.

Esta vez, nada está dicho. Las encuestas coinciden en que será un recuento muy reñido, con una diferencia en el orden de 52% a 48% o incluso más ajustado.

En las últimas semanas también se hicieron públicas decenas de manifiestos colectivos con firmas de todo tipo, desde artistas a psicólogos, docentes universitarios, militantes de derechos humanos, periodistas, clubes de barrio o escritores, que llaman a no votar al candidato de La Libertad Avanza. Por debajo, se ha formado una red de alianzas de un arco ideológico amplio, de izquierda a centroderecha, del peronismo a liberales, al estilo del “cordón sanitario” que bloqueó las candidaturas de los Le Pen en Francia, pero no ha habido una traducción en pactos políticos con ese fin.

Por el contrario, el ala que responde al expresidente Mauricio Macri, mayoritaria en la coalición conservadora que quedó fuera de la segunda vuelta electoral, Juntos por el Cambio, milita activamente por la presidencia de Milei, con asesoramiento logístico, técnico y financiero. La tradicional Unión Cívica Radical, integrante de Juntos por el Cambio, y el peronismo disidente de la provincia de Córdoba eligieron la neutralidad, y su dirigencia se dividió entre las dos opciones de la segunda vuelta o el voto en blanco.

La mayoría de los partidos que integran el Frente de Izquierda y los Trabajadores, que salió quinto en la primera vuelta, también se declararon neutrales, aunque los sondeos muestran que su electorado se volcará abrumadoramente a favor de Massa. En cambio, el candidato peronista logró la adhesión formal de algunos partidos provinciales y del minoritario Socialista.

La fortaleza de Milei

Milei está en camino y puede ganar. Por un lado, recibe el impulso de la derechización del voto que tiene lugar hace años y explica la deriva radicalizada de Macri y de la derrotada Patricia Bullrich, a quienes alguna vez sus estrategas describieron como “obamistas”. A ello se suma el voto “bronca” [protesta] que hizo eclosión durante la pandemia en combinación con el agobio de una crisis económica que dura más de una década, el terreno inicial sobre el que Milei tomó impulso.

Aunque el peronismo sigue prevaleciendo en barrios de trabajadores y pobres, La Libertad Avanza ha conseguido penetrar en el voto popular como nunca lo había logrado el virtualmente extinto Juntos por el Cambio. Con especial énfasis en las redes sociales, desde allí surge otra “micromilitancia” a favor de Milei contra “la casta” que puede resultar decisiva para el resultado del domingo. Mientras tanto, La Libertad Avanza ha enturbiado el final de la campaña instalando un discurso de “fraude” similar al propagado por otras fuerzas de ultraderecha en Estados Unidos o Brasil.

Clarín y La Nación han hablado de una “campaña del miedo” del peronismo, en un apoyo no explícito y con alguna variante interna dentro de cada grupo mediático, al proyecto ultraderechista. En la misma línea, factores del poder económico, en especial del agronegocio, también se ilusionan con un giro que redunde en rebajas de impuestos, liberalización extrema del comercio exterior y dolarización.

Retorno de los 'Falcón verdes'

Milei y Villarruel también cuentan con pilares más polémicos, que hacía décadas no se hacían notar en la esfera pública argentina con semejante claridad. El capitán retirado del Ejército Iván Volante acusó en redes sociales a Agustín Rossi, compañero de fórmula de Massa y exministro de Defensa, de organizar reuniones sociales y familiares en dependencias militares. En paralelo, publicó un video en Tik Tok en el que se observa un automóvil Ford Falcon verde, vehículo emblemático de los secuestros durante la dictadura, musicalizado con una marcha militar y la leyenda “siete... aunque un poco incómodos entran en ese baúl”.

El Ejército rechazó las expresiones e inició “actuaciones administrativas correspondientes” sobre Volante, con quien se solidarizó Villarruel, brazo militarista de Milei. Esta abogada, que dedicó toda su vida a conectarse con represores y publicar su versión de la historia, denomina “familiares de terroristas” a hijos, padres o hermanos de desaparecidos.

Las alusiones a los Falcón verdes se han multiplicado. Muchos de quienes se han expresado a favor de Massa han comenzado a recibir amenazas en sus móviles y vía redes sociales, aunque hay casos que han pasado a mayores, porque denotaban seguimientos. Agustín Rombolá, presidente de la Juventud de la Unión Cívica Radical de la Ciudad de Buenos Aires y uno de los más enfáticos contra Milei dentro de su partido, recibió un mensaje con imágenes de él tomadas cerca de su domicilio con el texto: “Vos quédate tranki… el Falcon arranca por (el barrio de) Almagro la semana que viene”. 

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